¿Qué debe perseguir un buen libro de fantasía? Cuando se habla de literatura fantástica es común pensar en dragones, elfos, enanos… la gloria de imperios medievales donde el vasallaje rige el reglamento de supervivencia. Algo con lo que South Park hacía buenos chistes en 'La Vara de la Verdad'.
Pero hay alternativas, dentro de la propia fantasía épica, que desmontan el arquetipo. Es algo que hemos aprendido a través de la trilogía ‘Sombras de Magia’, de V.E. Schwab. Y no, los dragones no son el problema.
Como cualquier otro, el género "espada y brujería" ha modulado el tono y ha mutado de forma con los años. Frente al molde de Robert E. Howard y el propio padre que acuñó el concepto, Fritz Leiber, hemos vivido una desglamourización del término, hacia una sensibilidad más abstracta. Es decir, la rudeza medieval ha quedado agrupada en un espacio individual de los distintos contenedores donde hechicería y fantasía han construido nuevas sendas literarias. Desde nigromancia futurista, viajes a ciudades de cristal hasta el mazmorreo tradicional a lomos de un falcongrís, la fantasía heroica de hoy puede tener (y tiene) torsos desnudos al sol, aunque ya son estricta minoría.
Ya decía China Miéville, «la gente que lee ciencia ficción, fantasía y horror no ha superado la necesidad de deleitarse en lo extraño e insólito». Por suerte estamos viviendo una especie de renacimiento donde las lecturas tradicionales dejan paso a nuevas formas de fantasía. También vivimos accidentes innecesarios, como los cuestionables cambios en la Samsa de George R.R. Martin a su versión televisiva. Pero no encendamos las brasas aún. Porque la pregunta sigue sin responder, ¿qué hace bueno a un buen libro de fantasía?
El fantástico como catalizador para hablar de lo otro
No existe una respuesta infalible, un único resultado. Pero algo podemos entrever: la fantasía no es salvoconducto para romper el sentido de incredulidad y salir indemne. No ignoremos el meme: si algo no tiene explicación coherente, es magia. Pero la magia no puede ocultar el mal oficio, el tropiezo sobre el cliché y el deus ex machina más vago. Al contrario, el fantástico es un género donde siempre debe convivir cierta coherencia, donde las emociones humanas se imponen.
Parece algo obvio pero no está de más recordarlo: la fantasía nunca es fin en sí mismo, sino metáfora de realidades alternativas y un espacio donde liberar escenarios de ciertas reglas. Pero eso no significa que no deban seguir existiendo.
Las mejores novelas de fantasía se apoyaron en la construcción de personajes, en los grandes temas, en tropos clásicos, donde universos únicos (word-building) adquieren rostros reconocibles. ‘Canción de Fuego y Hielo’ es hija de la novela histórica igual que el mejor Tolkien aplicó un pellizco de magia a estratagemas recogidas en la literatura bélica que él mismo vivió —de no ser por la fiebre de las Trincheras, es posible que John Ronald Reuel hubiese fallecido allí mismo—.
Por desgracia, esto ha condicionado modelos estereotipados, estribillos cantados por nuevas generaciones. Aquí reside, a su vez, la fortaleza del fantástico: derruir clichés desde sus propias bases. Personajes caóticos, llenos de grises, roles invertidos, reglas que no aplican solo a unos pocos y donde no hay elegidos sino pequeños momentos donde la lupa da protagonismo a cualquiera. La virtud de hacer posible lo imposible, de hacer real la fantasía.
Quizá por esto la fantasía urbana va ganando la partida a las historias más escapistas y medievales. La realidad es un buen termómetro para conocer el estado de la literatura y si el cómic puede desarrollar agudas caricaturas del personaje de moda o el presidente en el ojo del debate, la literatura fantástica se toma más tiempo en reposar su influencia y conectar sus temas, pero estas huellas terminan llegando. Siempre lo hacen y especialmente donde nadie se lo espera.
'El Señor de los Anillos. Cuaderno de bocetos', de Alan Lee
La Saga de Geralt de Rivia para hablar de geografía e historia clásica. La Saga ‘Bosque de Ryhope,’ de Robert Holdstock, mitología celta para hablar de psique humana. No todo es ‘Dragonlance’, no todo es lucha entre el Orden y el Caos (con ‘El Iniciado’), solo hay que echar un ojo al ‘Ciclo de Terramar’, de Ursula K. Le Guin, para recibir un tratado rápido sobre la propia naturaleza del ser humano.
Fuera de las ágoras donde los grandes marcaron las reglas del juego —Tolkien, C.S. Lewis, Abercrombie, Pratchett— solo hay que nadar hacia donde no haces pie, para descubrir que en las piscinas pulp conviven todo tipo de excesos irreverentes necesarios para el fantástico. Por pura supervivencia.
Ya lo decía Kobo Abe: «la poética de la ficción científica, producida por el enfrentamiento entre la tensión intelectual y la tentación aventurera, no solo nos conduce a lo moderno sino también al espíritu aventurero». Algo que podemos aplicar en la misma medida a la épica de dragones y mazmorras.
Qué es ‘Sombras de Magia’
‘Sombras de Magia’ es una trilogía de fantasía urbana a cargo de Victoria Schwab, escritora estadounidense víctima de «un brutal caso de espíritu viajero» y una de las firmas más interesantes en la actualidad, con 14 libros a las espaldas, varios números 1 y traducida a 15 idiomas. Desde aquí puedes completar un registro para leer un fragmento.
¿Por qué? Por esa permeabilidad de la que hablábamos: Schwab es una nerd del Universo Cinematográfico Marvel, aunque reside en un rincón fantasmagórico de Escocia. Un ejemplo de escritora del siglo XXI donde la herencia clásica es uno de tantos nodos de conexión. Victoria Schwab ha bebido tanto del anime noventero como de J. K. Rowling —es habitual encontrar marcas de nacimiento de los personajes— como del Neil Gaiman más místico.
Con publicación de Minotauro, editorial referente dentro géneros como la sci-fi, fantasía y terror —y sobre la que posa el premio de mayor cuantía del género— y traducción firmada por Julieta María Gorlero, esta saga cumple con un espacio literario donde personajes con una brújula moral que deambula, como todos nosotros, tienen que hacer frente a sus propias decisiones.
Un popurrí que parte de la siguiente trama: existen cuatro Londres distintos, Gris, Rojo, Blanco y Negro. Cada uno con sus propias reglas y civilizaciones. Al estilo de ‘El Ministerio del Tiempo’, Kell es un embajador que viaja de una dimensión a otra llevando la correspondencia entre los nobles de cada Londres. También es un contrabandista y un “antari”. Es decir, domina la magia. En su periplo se topa con Delilah Bard, quien le roba un importante objeto. «Una magia peligrosa emerge y la traición acecha en cada rincón». Un nexo para conectar una serie de aventuras sobre las que no desvelaremos ni una coma más.
La propia escritora ya lo ha recalcado en más de una ocasión: arruinamos situaciones constantemente, el mal nos hace arrogantes y el bien nos aburre. Nos gusta cruzar fronteras, tendemos al paganismo —la naturaleza cíclica de las cosas— y a tropezar por obstinación.
Si terminas enganchado al estilo de Schwab, hay magia para rato: para 2020 se espera la publicación de ‘Threads of Power’, una nueva trilogía desarrollada en el mismo universo que ‘Una Magia Más Oscura’, con nuevos protagonistas pero conectando todo lo aparecido en libros anteriores —y bajo un marco temporal entre 5 y 10 años posterior al cierre del tercer libro—.
Una renovación autoral
Podríamos encuadrar a ‘Sombras de Magia’ dentro de una nueva corriente de autoras que retoman viejas fórmulas para recomponer nuevas historias. No olvidemos a Marion Zimmer Bradley, quien abordó el mito artúrico desde una perspectiva femenina —desde la de Igraine, Ginebra y Morgana, para ser exactos—, en ‘Las Nieblas de Avalon’.
Tampoco series como ‘Los jinetes de los dragones de Pern’, de Anne McCaffrey, de la que se han alimentado autores como Christopher Paolini (Eragon). Como se dice, aún queda mucho camino por andar. Solo hay que echar un ojo al revuelo que generó ‘Las estrellas son legión’, de Kameron Hurley, apodado como ‘Lesbianas en el espacio’. Pero antologías de relatos como ‘Iridiscencia’ están demostrando que se puede hablar de fantasía y crear literatura de género y diversidad.
En cuanto a los roles femeninos, hay lugar para la esperanza. El abuso mitificado como recurso narrativo, o como ejercicio sacrificial —una mujer muriendo como contrapunto emotivo a una victoria masculina— está siendo, por fin, enterrado a favor de nuevos derroteros argumentativos. Usar la maternidad como debilidad en vez de fortaleza, el vasallaje para retratar damas bien como prostitutas o bien como mujeres fatales con anhelos, está dándose de bruces con nuevas historias donde el género no es el hilo conector, sino el propio individuo, donde la barata acción-reacción se reforma bajo leyes mágicas.
Schwab rompe con esas asociaciones vinculadas a la edad —la joven independiente y gamberra, la anciana reposada y consejera—, a trabajos —la panadera servicial o tendera que te cuenta secretos a cambio de X, la femme fatale tras un divorcio— y presenta jóvenes que bien pueden conectar con nuestro yo de 15 años como nuestro ídem de 35.
Con una primera novela ya disponible, segunda en septiembre y tercera en noviembre, Minotauro ha sabido enriquecer su cartera de firmas, entre las que ya podemos encontrar autoras tan fantásticas como Sofía Rhei o María Zaragoza.
Imágenes | Pexels (Pixabay), Unsplash (Clint Bustrillos), Editorial Planeta
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