¿Qué tiene en común la forma en que abrimos una cuenta bancaria desde casa y salir guapo en un selfie?

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Pulsas un botón y una voz te contesta desde un pequeño altavoz junto a él. «Mire hacia la cámara, por favor». Un segundo después, la puerta se abre con un chasquido y ya tienes acceso al edificio sin haber sacado el DNI, el permiso de conducir, ni haber pasado por ninguna garita con guardia. No hace falta, tu cara es la llave que abre la puerta.

A pesar de que seguimos pensando que la identificación biométrica es ciencia ficción, cada vez son más las aplicaciones que hacen uso de ella para confirmar nuestro rostro y darnos acceso a determinados servicios. En el teléfono Huawei P10, por ejemplo, un sensor biométrico de huella dactilar puede usarse para verificar que somos nosotros, y el software de su cámara es capaz de aplicar efectos gracias a la detección facial.

¿Desde cuándo se usa la identificación biométrica?

Las identificación de huellas dactilares lleva con nosotros más tiempo que el reconocimiento facial. En 1858, el contratista de obras Rajyadhar Konai firmó un contrato con su huella, y en 1880 se demostró por primera vez que un convicto era inocente gracias a sus huellas dactilares.

Juan Vucetich vio su potencial, y el 1 de septiembre de 1981 empezó a recoger de manera sistemática las huellas dactilares de todos los detenidos que acababan en la comisaría de La Plata. Gracias a más de un siglo de trabajo, hoy día podemos autorizar una transferencia bancaria usando nuestro dedo, único e irremplazable.

Aunque se habían usado durante varios siglos carteles con el rostro de los criminales más buscados, lo cierto es que hasta la década de 1960, con la llegada de los primeros ordenadores, no empezaron las investigaciones sobre identificaciones biométricas.

La primera aplicación pública de una tecnología tal y como la conocemos hoy día ocurrió a gran escala el 28 de enero de 2001, durante la celebración de la Super Bowl de la NFL. Mientras los aficionados disfrutaban (o no) de cómo los Baltimore Ravens machacaban a los New York Giants, varias cámaras cedidas al Departamento de Policía de Tampa daban vueltas por el estadio realizando tomas del público.

Esos fotogramas fueron cotejados con una enorme base de datos de personas buscadas por la policía, y entre los 100.000 asistentes se logró identificar a 19 personas con delitos menores pendientes, aunque se estimaba que habría varios miles. De modo que el primer escáner biométrico fue usado para buscar prófugos (_prófugos_ por multas de tráfico, en su gran mayoría) en 2001.

Sin embargo, la tecnología no estaba demasiado desarrollada , y resultaba muy difícil reconocer a nadie usando vídeo. Donde hoy día se usa con frecuencia es en algunas comisarías, junto con otros identificadores biométricos tales como la huella dactilar o el iris.

Verificación biométrica aplicada a la seguridad

Hoy día distinguimos dos tipos de escáneres biométricos: identificación biométrica , como cuando se busca un rostro desconocido en una base de datos de caras conocidas, que fue el caso del estadio de 2001; y verificación biométrica , que es la que confirma que un usuario es quien dice ser y no otra persona.

Como el grueso de la población no suele tener problemas con la justicia, la verificación biométrica es lo que nos suele venir a la memoria, con ejemplos similares a como abríamos el artículo. Y a como abrimos las puertas, y los móviles, y las cuentas bancarias…

Identificacion Biometrica

Hoy día el software de reconocimiento de nuestro rostro ha avanzado lo suficiente como para que podamos abrir una cuenta de banco mediante una videoconferencia desde casa, desbloquear nuestro smartphone usando nuestro patrón único, e incluso realizar un pago a través del teléfono móvil en el que usaremos nuestro rostro para autorizar la transferencia.

¿Y en gemelos idénticos o hermanos con un enorme parecido? No hay problema, mientras que el rostro puede resultar idéntico, las huellas dactilares son únicas de cada persona, así como el iris y, en ocasiones, la forma de la oreja.

A diferencia de la identificación biométrica, con la verificación biométrica el sistema guarda una serie de parámetros personales de nuestro rostro en su sistema. Si otra persona se asoma a la cámara, por ejemplo, para desbloquear el teléfono, el sistema no le reconoce. Ni le dará acceso por no encontrarle en su pequeña base de datos.

De este modo estamos protegiendo nuestros archivos frente a robos o malos usos. No es un cifrado, pero sí es como colocar un candado virtual a nuestros dispositivos, y la llave somos nosotros.

La mayoría de sistemas de reconocimiento facial tienen varios subsistemas, como el procesado de imágenes, el reconocimiento de patrones, la visión por ordenador y las redes neuronales. En función del objetivo del reconocimiento, se da más peso a uno u otro tipo de software.

Pensemos en el desbloqueo de un teléfono usando nuestra cara. La cámara del smartphone ha de saber dónde empieza nuestro rostro y dónde se encuentran sus contornos, que ve como una imagen plana (2D). El contraste y los cambios de color son importantes para definir estos límites y fijar nuestro rostro. También son importantes datos personales como distancia entre los ojos, forma de la barbilla o altura de los pómulos…

Reconocimiento facial para fotografía

En fotografía, el reconocimiento biométrico suele llevar el nombre de detección facial , y es que en este caso la calidad de la imagen pasa a primer plano, por delante de la identificación o verificación. La cámara no necesita saber quiénes somos, sino en qué área exacta de la fotografía se encuentra nuestro rostro, hacia dónde está mirando, qué encuadre perseguimos o qué sombras caen sobre qué parte de la cara, entre otros.

 

Algunas cámaras, como la del Huawei P10, disponen de un software capaz de realizar una detección pixel a pixel del rostro , y con ello dar efectos como el desenfoque (_Bokeh effect_). Por ejemplo, si queremos nuestra imagen en primer plano y el conjunto del fondo desenfocado, es necesario no solo que el teléfono sepa dónde acaba nuestra cara, sino cuáles son los límites de nuestro pelo o la ropa que aparecerá definida en primer plano. Para esto se usa software de detección facial y reconocimiento de formas.

Si, por seguir con otro ejemplo, lo que buscamos es una imagen en blanco y negro (_monocrome_) seguimos necesitando que la cámara identifique el rostro y _convierta_ sobre el mismo un gradiente de grises en lugar del color original, que ha de ser tomado punto a punto. Una mala detección facial incluiría zonas de sombra rodeadas de zonas más iluminadas, y por tanto una calidad de fotografía poco lograda. Para que esto no ocurra, en el mencionado Huawei P10 se usa la tecnología de Leica de estabilización óptica de la imagen.

Uno de los problemas que tuvieron en Tampa en 2001 durante la primera prueba de identificación biométrica fue la baja estabilidad de aquellas cámaras (y eran profesionales), lo que daban fotogramas difíciles de leer.

Hoy día la tecnología ha evolucionado mucho, y fabricantes como Leica han sido capaces de miniaturizar más de un siglo de conocimiento en la cámara frontal del P10, con buenos resultados incluso en condiciones de baja luminosidad.

 

Es remarcable cómo una tecnología que buscaba perseguir infractores mediante identificación biométrica dio el salto a la seguridad personal con la verificación biométrica, y al artístico y tecnológico con la detección facial. Y cómo hoy día disponemos de esa pieza de alta tecnología al alcance de nuestra mano (y nuestro rostro).

Imágenes | iStock/artoleshko, iStock/artoleshko

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