En el mundo empresarial, y sobre todo en el tecnológico, ningún éxito está garantizado. Las compañías que ahora están en la cima podrían enfrentarse a una realidad muy distinta con el paso del tiempo. Suelen decir que una buena forma de vislumbrar el futuro es mirar al pasado. En los años que nos antecedieron, precisamente, hemos visto caer a gigantes como Blackberry, Myspace o Kodak. La firma estadounidense Commodore también forma parte de desafortunado este grupo. Fue pionera en el mundo de la informática, tanto que desarrolló y comercializó el ordenador personal más vendido del mundo. Ahora su nombre está cayendo en el olvido.
A medida que nos apartamos de la época dorada de esta firma, su recuerdo se vuelve más tenue y comienza a desdibujarse. Esto se debe a que las últimas generaciones sencillamente no la conocieron. Muchos nacieron en un mundo donde dominaba el IBM PC compatible. Otros lo hicieron en tiempos del iPhone y los dispositivos de pantalla táctil, experimentando un día a día con otras marcas y flujos de trabajo. Volvamos el tiempo atrás para conocer un poco más la fascinante historia de esta icónica compañía que muchos, pese a los desafíos que esto conlleva, se esfuerzan por preservar.
De vender calculadoras a desarrollar uno de los ordenadores más populares del mundo
En la década de 1950, un sobreviviente del Holocausto llamado Jack Tramiel se encontraba trabajando para una tienda de reparación de máquinas de escribir por 50 dólares a la semana (unos 650 dólares en la actualidad) cuando dejó de recibir su mensualidad. Ace Typewriter Repair Company no tenía suficiente dinero para pagarle a sus empleados. Entonces, Tramiel tuvo una idea. Anteriormente había reparado máquinas de escribir para el Ejército de Estados Unidos, por lo que consideró hablar con sus antiguos superiores para conseguir un contrato de externalización de reparaciones, algo que los militares habían estado buscando.
Los planes salieron de acuerdo a lo esperado y la empresa para la que trabajaba recibió miles de máquinas de escribir para reparar. Sin embargo, Tramiel no recibió una mejora en su salario. En aquel entonces, el hombre estaba casado, tenía y un hijo y debía trabajar durante las noches conduciendo un taxi para ganar más dinero. Renunció y junto a Manfred Kapp, alguien con quien había trabajado para su antiguo empleador, se asoció para montar su propio negocio en el barrio neoyorkino del Bronx para reparar y revender máquinas de escribir. Después de esto, los emprendedores querían dar el siguiente paso: convertirse en distribuidores de un fabricante europeo.
El problema era que esto no era posible en Estados Unidos, al menos como se deseaba. La única solución era abrir un negocio en Canadá, donde el mercado de las máquinas de escribir también era muy prometedor. Así, en 1958 nació Commodore Portable Typewriter, Ltd. Merece la pena detenernos un momento en este punto para indagar en el origen del nombre. Tramiel había nacido en Polonia y llegó a Estados Unidos tras ser liberado de un campo de concentración en Hannover, Alemania. Como una forma de retribuir al país el beneficio que había recibido, decidió unirse al ejército estadounidense, donde aprendió a reparar máquinas de escribir.
A la hora de elegir un nombre para su nueva empresa pensó en tintes militares como “General”, pero contó en una entrevista que ya había demasiadas compañías con ese nombre, como General Electric y General Motors. También lo intentó con “Admiral”, pero este nombre tampoco estaba disponible. “Así que terminé en Berlín y estábamos en un taxi y el taxi hizo una breve parada y frente a él había un Opel Commodore. Y eso fue todo”, detalló en 2007. “Commodore” o “comodoro” en español utilizado como rango para miembros de la armada en muchos países, por lo que podríamos decir que el cofundador de la compañía cumplió su misión con el nombre.
Commodore Portable Typewriter, Ltd. comenzó vendiendo máquinas de escribir, pero con el paso del tiempo el catálogo se expandió a otros elementos de oficina, como máquinas de sumar mecánicas, calculadoras de mano y calculadoras programables. Pese al crecimiento que estaban experimentando, los problemas financieros no tardaron en presentarse. Tramiel y Kapp tomaron acción y vendieron una parte de Commodore a una empresa financiera canadiense, la Atlantic Acceptance Corporation. Producto de esta operación, el presidente de esta última firma se convirtió en el presidente de Commodore y en 1962 empezaron a cotizar en la Bolsa de Montreal.
Los siguiente movimientos fueron establecer una fábrica en Alemania Occidental para la fabricación de máquinas de escribir y comprar la firma de suministros de oficina canadiense Wilson Stationers. Todo parecía ir viendo en popa cuando Atlantic Acceptance Corporation colapsó en medio de un fraude que incluía la falsificación de documentos contables. Esto fue un terremoto para Commodore, principalmente porque su acreedor solicitó el pago inmediato del préstamo, sin importar el plazo previamente acordado. Para mantenerse a flote, Tramiel gestionó un préstamo con una tasa mucho más alta que la del mercado.
Un financista llamado Irving Gould ayudó a Commodore a vender Wilson Stationers a una compañía estadounidense en 1956. Gould también recibió el 17,9% de Commodore y se convirtió en el nuevo presidente de la compañía. El catálogo de productos ahora incluía calculadoras electrónicas, pero Texas Instruments, un importante proveedor de componentes electrónicos, entró en el mercado de las calculadoras electrónicas y prácticamente aniquiló a la competencia. Las pérdidas económicas volvían a hacerse presente en Commodore. A finales de la década de 1970, Commodore compró el fabricante de chips MOS Technology, Inc.
Chuck Peddle, un ingeniero de MOS que había desarrollado un exitoso chip de 25 dólares denominado 6502, convenció a Tremiel de que los ordenadores eran el futuro, por lo que el ejecutivo decidió darle una oportunidad. Tendía seis meses para fabricar un ordenador que pudieran mostrar en el CES. El concepto encantó a los asistentes al evento, por lo que Commodore acabó convirtiéndolo en un producto comercial: el Personal Electronic Transactor, conocido como Commodore PET. Fue lanzado en 1977, el mismo año en el que Steve Jobs, Steve Wozniak y Ronald Wayne fundaron Apple en un garaje en Palo Alto.
Peddle había creado una maravilla. Un hermoso ordenador con teclado numérico, pantalla de 9 pulgadas, procesador MOS 6502 de 1 Mhz, 4 K de memoria, fuente de corriente y varios puertos de expansión. Todo estaba contenido en una estupenda caja blanca. No solo parecía muy avanzado, sino que se vendía a unos 495 dólares (unos 2.700 dólares en la actualidad), un precio bastante atractivo para la época. Cuando los pedidos empezaron a llegar en masa, el precio subió a 595 dólares. Se trataba de un ordenador de 8 bits que funcionaba con PET BASIC, un sistema operativo que estaba basado el 6502 Microsoft BASIC.
En 1979, Commodore presentó una versión mejorada del PET, denominada 2001-N. Este nuevo modelo venía equipado con un monitor estándar de fósforo verde. Commodore, además, acordó con Microsoft actualizar BASIC, lo que dio como resultado BASIC 2.0, que eliminaba la limitación de la matriz de 256 elementos y tenía una página cero reorganizada. En esta etapa, la compañía fue más allá de los ordenadores, y también comenzó a vender impresoras. En 1981, Commodore presenta el Commodore VIC-20, un ordenador de 299,95 dólares con pantalla a color, 5 K de memoria RAM (expandible a 32 K) y un puerto para joystick de videojuegos.
Para ofrecer una propuesta más avanzada, Commodore anuncia en 1982 el Commodore 64. Este ordenador llega con el microprocesador de 8 bits 6510 de MOS, 64 KB de RAM, 20 KB de ROM, Microsoft Basic y compatibilidad con monitor color. ¿El precio? 595 dólares, que acabarían bajando a 200 dólares un año más tarde. En Estados Unidos, este producto competía con el IBM PC compatible, el Apple II y Atari. En Reino Unido, la competencia se presentaba por el lado del BBC Micro (pieza clave de Acorn Computers y ARM), ZX Spectrum y Amstrad CPC 464. En Japón se enfrentaba a propuestas desarrollada por Sony, Sharp, Fujitsu y NEC.
Pese a este implacable éxito, una interna se estaba gestando. Tramiel tuvo varios desencuentros con Gould sobre cómo manejar la compañía en tiempos de bonanza. No se pusieron de acuerdo y el cofundador abandonó la compañía en 1984. Poco después fundó Tramel Technology, Ltd. con el objetivo de poner en el mercado un ordenador de próxima generación. Acabaría comprando la División de Consumo de Atari Inc. a Warner Communications y empezó a producir la línea de ordenadores Atari ST de 16 bits basada en la CPU MC68000 de Motorola. En paralelo, otra compañía estaba desarrollando un proyecto conocido como “Lorraine”.
Lorraine estaba destinado a convertirse en Amiga. Aquí también pasó algo muy curioso: Atari estuvo a punto de hacerse con el mítico ordenador de Commodore. Resulta que la firma detrás de Amiga necesitaba una inyección de dinero para continuar con el proyecto. En aquel entonces, la Atari de Tramiel hizo una pequeña inversión inicial y comenzó un proceso de adquisición de acciones. Aparentemente, Atari no quería pagar un precio justo por la firma. Las negociaciones estaban dilatándose demasiado cuando Commodore apareció en escena con una oferta de último momento de 24 millones de dólares para tomar el control absoluto.
El Commodore Amiga 1000 finalmente fue presentado en 1985 en un evento con celebridades en Nueva York. Después de todo, la compañía había hecho un muy buen trabajo, pues se trataba de un ordenador equipado con una CPU Motorola 68000, con 256 KB de RAM, y una unidad de disco de 3,5 pulgadas de 880 KB. Tenía, además, multitarea apropiativa, un aspecto que probablemente envidiaban competidores como Microsoft y Apple. ¿El precio? 1.300 dólares. La Commodore de Marshall F. Smith, un ejecutivo que había sido reclutado por Gould un año atrás, se enfrentaba nuevamente a problemas para seguir creciendo.
Gran parte de los ingresos obtenidos iban a parar a los bancos para saldar deudas. A finales de 1985, Thomas Rattigan se hizo cargo de la compañía y tomó decisiones drásticas para reducir el gasto, mantuvo en venta el Commodore 64 y una versión más potente denominada Commodore 128. Asimismo, impulsó los nuevos Amiga 500 y Amiga 2000. Sorpresivamente, Gould toma el control en 1987 y lanza otros productos como el Amiga 3000UX y el Amiga 600. También la consola CD32 para intentar tomar parte del mercado de los videojuegos. Pese a que Amiga gozaba de gran popularidad en muchos países, Commodore estaba en problemas.
La compañía no estaba consiguiendo renegociar sus préstamos pendientes, por lo que se hizo insostenible seguir operando. En 1994 se declara en bancarrota y sus activos fueron comprados por una compañía alemana llamada Escom, que siguió comercializando el ordenador Amiga hasta que también pereció en 1996. La marca registrada Amiga cambió de propietarios varias veces, manteniéndose en manos de Amiga Corp. Hyperion Entertainment, una firma de Bélgica, ha continuado con el desarrollo de Amiga OS, un sistema operativo de culto que impulsa los ordenadores AmigaOne comercializados por A-Eon Technology y Acube Systems.
Imágenes | Wikimedia Commons
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