El Ártico está cambiando. El calentamiento global y el deshielo del permafrost alteran su terreno y también —como acaban de concluir investigadores de EEUU— las capas de hielo submarinos. La mayoría de las derivadas de esa transformación son negativas y tienen un impacto grave en el planeta; pero también cambian las reglas de juego en ámbitos y de maneras insospechadas.
En las telecomunicaciones a nivel internacional, por ejemplo.
A medida que la cobertura de hielo en las aguas del Ártico se vuelve más débil y abre nuevas posibilidades, los países del entorno se lanzan a la carrera por tender cables submarinos.
Abriendo horizontes. Como revela The Wall Street Journal, la pérdida de capa de hielo en las aguas del Ártico está abriendo nuevas oportunidades en la región y colándose de lleno en el tablero geopolítico del entorno. Empresas de Alaska, Finlandia y Japón, además de los dirigentes rusos, han puesto ya sus ojos en las posibilidades que ofrecen unas mejores infraestructuras digitales ahora que la creación de una nueva ruta es más factible como consecuencia del calentamiento y deshielo.
La zona es atractiva, desde luego. La distancia geográfica entre continentes es menor en el Ártico y eso puede suponer una ventaja decisiva a la hora de tender un cable y optar a comunicaciones más rápidas. Como señala TWSJ, una ruta por el Ártico permitiría a un banco londinense transmitir datos entre un 30 y 40% más rápido a Tokio que recurriendo al canal actual que cruza Egipto. Ese plus sería interesante en el campo de la defensa, el sector energético o también la investigación.
La importancia de los cables submarinos. Los cables submarinos juegan un papel crucial en las comunidades. Se calcula que canalizan más o menos el 95% de todo el tráfico intercontinental de voz y datos. A día de hoy hay más de medio millar ya activos o proyectados, entre los que se incluyen el SeaMeWe-3, de 39.000 kilómetros, o el FLAG/FEA, el más largo de los que toman tierra en nuestro país. En cartera hay otros nuevos con un rol relevante a nivel de comunicaciones y geoestratégico, como la nueva conexión internacional que se prevé que enlace Filipinas y California.
Los cables submarinos no son importantes solo por su contundente impacto en la economía o la investigación científica. Presentan también una clara deriva en clave geopolítica. El control sobre la canalización de los datos internacionales es, al fin y al cabo, una forma importante de poder.
Las disputadas aguas del Ártico. Las posibilidades que abre la reducción de la capa de hielo a la hora de crear una nueva ruta no han tardado en captar el interés de los países del norte. La empresa Alaska Far North Digital LLC plantea construir un cable por el Noroeste para unir el Atlántico con el Pacífico en colaboración con Cinia Ltd, de Finlandia, y la japonesa Arteria Networks Corp.
Su objetivo pasa por arrancar los trabajos en un año y que la infraestructura, Far North Fiber, esté ya operativa antes de que acabe 2026 con un sistema de fibra óptica submarina de 14.000 kilómetros que discurriría entre Japón y Europa. Su inversión: 1.000 millones de euros.
La compañía de Alaska y sus socios no son los únicos que han puesto sus ojos en el atractivo escenario del norte. La firma estatal rusa Morsvyazsputnik quiere trazar también un cable de 12.650 km alrededor de su costa norte y este. La zona tiene un valor estratégico clave que parece haber aumentado a medida que los cambios en el Ártico le abren nuevos horizontes. “Con la probable admisión de Finlandia en la OTAN, así como la de Suecia, se habilitarán comunidades que de otro modo no tendríamos”, explica a TWSJ el cofundador de Far North Digital, Ethan Berkowitz.
Una demanda en aumento. “La demanda de capacidad de transmisión internacional de datos segura, rápida y expansiva sigue creciendo. El tráfico IP global anual alcanzará los 4,8 zettabytes (ZB) por año para 2022. En 2017, la tasa de ejecución anual para el tráfico IP global fue de 1,5 ZB por año”, explica Far North Digital, que recuerda que muchos sistemas transoceánicos de fibra óptica están llegando ya al final de su vida útil tras unas dos décadas y media prestando servicio.
“Ahora, los pasajes estacionalmente libres de hielo a través de los mares árticos hacen que las rutas de fibra óptica más cortas, de menor latencia y robustas, estén disponibles para vincular de manera diversa los centros de telecomunicaciones e infraestructura de cable del norte”, zanja la firma.
La complicada tarea de tender cables en el Ártico. Si bien la pérdida de hielo pueda facilitar las cosas, tender cables submarinos en el Ártico sigue siendo una tarea ardua. La temperatura del agua y las capas heladas condicionan por ejemplo cuántos meses al año puede trabajarse y el movimiento de las placas puede comprometer también la propia fibra, lo que ya ha llevado a las compañías interesadas a buscar fórmulas que mantenjan protegido el tendido submarino.
Imágenes | Tomas Robertson (Unsplash)
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