Me encuentro en una comisaría de policía de Londres de la primera década del siglo 20. Enseguida me pongo a trastear con los objetos de la habitación: paso las diapositivas del proyector que tengo al lado y leo en una nota a mi nombre que un extraño ha dejado un peculiar objeto para mí. Un objeto que al sostenerlo en mis manos hace que me vea envuelto en una trama sobrenatural en la que arcanos poderes egipcios amenazan el mundo de caer en las manos erróneas. No, no me he vuelto loco: he estado jugando a una escape room virtual.
Las escape room al uso nos proponen diversos desafíos que normalmente suelen requerir que le demos al coco para resolver problemas lógicos a través de diferentes pistas visuales y es lo que se ha intentado replicar en todas esas escapes de navegador que tanto hemos visto durante esta cuarentena. Pero a mí me resultan aburridas porque hay un factor clave que para mí hace las escape room divertidas: toquetear y rebuscar por los objetos de una habitación. No me malinterpretéis, muchas de ellas están muy conseguidas y muy bien pensadas para jugar a través de videollamada por ejemplo, pero no son para mí.
Así que, cuando me compré las Oculus Quest, se me encendió la bombilla casi de inmediato: tiene que haber algún juego que sea una escape room en realidad virtual. Fue así cómo descubrí 'The Room VR: The Dark Matter'. Se trata de la última entrega de una saga que tradicionalmente se ha jugado a través de móviles y PC y, más recientemente, en consolas. Son juegos de misterio que nos proponen una serie de puzles que debemos resolver para avanzar... Sí, como una escape room.
Yo buscaba una escape tradicional, es decir, una habitación que poner patas arriba llena de candados, códigos y secretos con los que comerme la cabeza pero 'The Room' te atrapa porque va más allá. Empiezas en una habitación, sí pero poco a poco te vas adentrando en una trama sobrenatural que te llevará a recorrer distintos escenarios; como un museo egipcio, una iglesia o la casa de una bruja. Digamos que cada una de ellas funcionan como una escape room individual y todas están conectadas a través de una historia, que si bien no es ninguna maravilla y es básicamente una excusa para plantearte los puzles, funciona correctamente como hilo conductor y hace que te intereses más por resolver todos los misterios.
Tocando lo intangible
Si hablamos de su gameplay, tenemos una interacción limitada con los objetos del escenario: no puedes coger todo lo que ves, solo lo que está diseñados para ello. Aun así, está todo bastante bien pensado para que tengas que estrujarte los sesos intentando saber qué tienes que hacer con eso que acabas de coger, dónde encaja o si el objeto en sí mismo esconde algún otro secreto. Además, contamos con unas lentes especiales con las que revelar objetos, pintadas o mecanismos ocultos.
Y, ojo, no se trata de algo para hacer más sencillas las cosas sino una mecánica más para resolver puzles que añade una capa más a éstos al mismo tiempo que nos da otra posibilidad de interacción. La única pega de esta mecánica es que cada vez que nos movemos las lentes se quitan, por lo que si ves algo a la lejanía con ellas, cuando vayas a ese sitio tendrás que volver a activarlas. Es una tontería, pero a veces puede resultar algo tedioso.
Y, hablando de movimiento, estamos ante el típico sistema de teletransportación que tanto se ve en los juegos de realidad virtual. En este caso, tendremos zonas prefijadas a las que podremos saltar simplemente apuntándolas con nuestra mano y seleccionándolas con el joystick.
Es un sistema de movimiento ideal si se sufre de motion sickness, un mareo que te puede entrar al moverte dentro de la realidad virtual sin hacerlo en tu espacio físico. Dentro de las zonas prefijadas podremos movernos libremente por nuestro espacio delimitado en la vida real y observar todo lo que hay a nuestro alrededor además de coger los objetos que podamos. Si habéis jugado a 'Super Hot VR' sabréis de lo que hablo. Aunque aquí no vamos a tirarle una botella o un cenicero a nadie.
Inmersión ante todo
Aunque había probado algunas experiencias y juegos de VR en establecimientos, es el primer casco propio que poseo y no había podido disfrutar antes de la verdadera inmersión que puede suponer. En especial, me gusta mucho cómo están distribuidos los botones para que la sensación de agarre sea tan natural.
Esto genera una inmersión muy chula y la ambientación, junto con unos gráficos bastante resultones, hace que si somos un poco… vamos a decir… aprensivos con juegos de suspense o terror, estemos en tensión alguna que otra vez. Lo que sí agradezco es que, aunque en algunos puntos pueda parecer, no hay ningún tipo de susto repentino. ¡Me hubiera matado en mi salón del salto que hubiera pegado de haber alguno!
Hay alternativas más fieles a una escape room al uso como 'Escape room: VR stories' que nos proponen diferentes habitaciones en las que aquí sí podremos interactuar con prácticamente todos los objetos de la habitación además de tener un tiempo límite para resolverlo todo.
Así que, si queremos una experiencia más tradicional ahí está. Pero habiendo probado ambos, me quedo con The Room sobre todo por dar ese pasito extra con una narrativa y una ambientación de diez que me hizo buscar al segundo de terminarlo si el resto de la saga también estaba en VR. Por desgracia no, así que me tocará esperar pacientemente una nueva entrega.
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