Nada más poner un pie dentro del Museo del Videojuego Arcade Vintage, dos fueron los sonidos que me envolvieron. Uno provenía del interior, sordo en forma de suspiro propio muy profundo y altamente nostálgico. De regreso a los 80, a monedas casi suplicadas a mis abuelos y a risas entre amigos en tardes de agosto al fresco.
El otro sonido surgió de manera más súbita, con forma de grito alegre y potente, desbordado completamente. Sin tapujos ni recuerdos ni mucho menos reflexión. Salió de la boca de mi hijo de 8 años que tanto disfrutó (y preguntó) con ¡Rompe Ralph! Los vídeos de DSimphony, sus megaconstrucciones de Minecraft o el reino de Hyrule en su querida Switch quedaron completamente borrados temporalmente de su mente ante la realidad que le había contado que iba a experimentar durante horas en aquel pueblo del interior de Alicante al que habíamos tardado casi dos horas en llegar.
De un salón recreativo a todo un museo
El pasado sábado 14 de junio, tras meses de duro trabajo, abría sus puertas en Ibi el Museo del Videojuego Arcade Vintage, el único de España y de los pocos en el mundo dedicado en exclusiva al mundo del videojuego. El día de la inauguración fueron más de 1000 los asistentes. El pasado fin de semana, el primer día los asistentes se contaron por cientos.
Hoy, sobre las 12 de la mañana, Eduardo, uno de los comisarios del museo, me cuenta que hay algo menos de 100 personas dentro del museo, una cifra que ellos consideran ideal ya que permite que no haya colas y todos los asistentes tengan en algún momento un puesto libre para jugar.
Junto con patrocinadores y colaboradores, el grueso del proyecto recae en una asociación cultural. Es la que ha obrado este milagro nostálgico guardado como un tesoro entre altas paredes de piedra.
La asociación Arcade Vintage tiene apenas seis años. Nació en Petrer, también en Alicante, con el objetivo de conservar y dar a conocer la cultura del Arcade, la cual se desarrolló en salones recreativos en aquellos maravillosos años 80 y 90 en España. Allí tienen una sede en la que se recrea un salón recreativo ambientado en los 80, con 85 máquinas totalmente funcionales. También cuentan con un nave donde almacenan el grueso de su colección.
El siguiente y soñado paso era crear todo un museo para poder desarrollar y dar a conocer todo lo relacionado con la cultura del juego Arcade. Tras mantener conversaciones con el ayuntamiento de Murcia o de Elche, finalmente se decidió ubicarlo en Ibi, a menos de 40 kilómetros de Petrer.
Allí hay una amplia cultura alrededor de los museos y la asociación recibió consejos que valoraron muy positivamente para llevarlo a cabo, amén de un emplazamiento en cesión tan significativo como la antigua Fábrica de Juguetes Rico, segunda fábrica de la ciudad creada en 1910.
Además existía la posibilidad de integrar en la ciudad del interior de Alicante dos propuestas que se complementan. Allí ya existe el Museo Valenciano del Juguete, con más de 22.000 visitantes al año, un público potencial muy interesante.
Tal y como hemos podido comprobar con nuestra visita, el Museo del Videojuego Arcade Vintage está pensado para todos los públicos. Abre solo los sábados, de 10 a 14 y de 16 a 20 horas, y la entrada general cuesta 10 euros para sesiones de mañana o tarde. Para todo el día el precio es de 15 euros. Los niños de entre 5 y 12 años, si van acompañados de un adulto, pagan solo 5 euros. Muy poco para lo que uno presencia dentro.
Más de 300 máquinas para jugar y exposiciones temporales
El grueso y punto fuerte del Museo Arcade Vintage está en sus juegos y máquinas pese al encanto e historia del edificio. La entrada a la antigua fábrica Rico, donde uno adquiere las entradas o una camiseta del museo, ya esconde algunos de los valiosos tesoros de la asociación.
En vitrinas a los lados del gran hall distinguimos el considerado primer portátil (Osborne 1), el IMSAI 808 de la película Juegos de Guerra y la “santísima trinidad” de la informática de la década de los 80. También tropezamos con un Pacman para abrir boca y, ya en el lateral, una pequeña sala a modo de teatro para charlas y proyecciones.
Para entrar en la sala principal del museo han habilitado una especie de túnel “para crear ambiente” tras el cual accedemos directamente al museo. Consta de una sola planta prácticamente abierta y sin mucha ambientación extra más allá de las vidrieras que recrean videojuegos donde encontramos la exposición permanente, que ocupa 900 m2.
Abruma por la cantidad de piezas, alineadas en filas regulares. En la sala principal encontramos muchas de las joyas de las salas recreativas de nuestro país. Son en total más de 150 máquinas arcade originales, desde los 70 al año 2000, totalmente restauradas tanto físicamente como en jugabilidad.
Pudimos comprobar en primera persona que todas ellas se encontraban en perfecto estado y jugables al 100%. Un regreso al pasado completo al que solo le faltaba la posibilidad de echar nosotros mismos las monedas. Lo más parecido que podemos vivir es cuando los responsables del museo cargan con créditos algunas de las máquinas que lo necesitan cada cierto tiempo.
Las hileras de máquinas no están organizadas al azar. Tenemos pasillos con modelos antiguos y restaurados, otros con modelos de reciente creación como los de LocoMalito, cuyo Arcade del juego Maldita Castilla está firmado y dedicado a la asociación. De ellos también existe ya en el museo la primera arcade y con la que se presentó en sociedad su más reciente título, de 2019: Darkula. 100% recomendable.
Al final del museo encontramos una sección con máquinas arcade “asequibles” para quien quiere tener una en casa con múltiples juegos, aunque personalizarla a nivel estético es lo que suele aparejar el mayor coste.
En la exposición no están todas las máquinas que conforman el fondo de la asociación. Irán rotando entre ellas. Allí encontramos desde la arcade de Space Invaders o Asteroids de finales de la década de los 70, dos de las más antiguas de la colección, hasta clásicos como Pac-Man, Donkey Kong, Tron o Street Fighter 2.
La rotación a menudo se debe a averías. Alberto nos cuenta que suelen “caer” del orden de 4-5 cada jornada. En algunos casos es solo un pequeño fallo de software, pero si hay algo más, no hay problema. En la asociación cuentan con socios y colaboradores que, fuera de su profesión principal, se han especializado en máquinas arcade. Hay desde carpinteros a mecánicos, electrónicos o desarrolladores de software expertos en “homebrew”, como el propio Alberto.
En los pasillos del museo podemos toparnos y jugar con modelos provenientes de Japón (todas las SEGA), EEUU, Europa y por supuesto nacionales. Adquirirlas, como nos cuenta con pasión Eduardo, no es sencillo. Ni barato. Traer una máquina Arcade de Japón puede costar más de 600 euros solo el transporte. Precisamente por eso están planificando compras conjuntas para poder gestionar contenedores marítimos completos.
Si has visto el programa de TV “Cazadores de Tesoros”, Alberto y algunos otros socios de Arcade Vintage podrían protagonizar perfectamente la versión española y dedicada a los videojuegos arcade. Como forma de abaratar costes y poder gestionar mejor las compras, realizan viajes principalmente por Europa a la caza y captura de máquinas. Con este procedimiento pueden valorar el estado, aconsejar a sus propietarios y ayudarles en el embalaje, algo clave para el transporte.
El museo tiene planes para adquirir nuevas piezas así como hacerse con las novedades relacionadas con el género arcade, donde la realidad virtual tiene ahora mucho que decir. También la parte divulgativa y bibliográfica del museo se reforzará con compras, donaciones y restauraciones provenientes principalmente de acuerdos.
Aunque no tenga tanta presencia como las propias máquinas, la labor de documentación ha sido una de las más complejas para la asociación, especialmente en la sección de microordenadores.
Y es que el espacio de la antigua fábrica Rico no solo incluye las máquinas arcade y pinballs (15 modelos de diferentes épocas también funcionales) que conforman lo más mediático del museo.
También hay lugar para aquellos microordenadores que marcaron la infancia de quienes ahora ya hemos entrado en los cuarenta y por supuesto para las consolas, tanto de sobremesa como portátiles, con joyas de Atari, Sega, Nintendo o Sony, así como muchas desconocidas y que hasta para la propia asociación han sido todo un descubrimiento.
Aunque algunos modelos están en vitrinas y con información relacionada, todas funcionan. Las que sí que podemos disfrutar in situ son algunos clásicos como el Commodore 64, varios Amstrad, Ataris de 8 bits o la Oddissey de Magnabox.
De esta zona de la exposición, la menos concurrida pero no por ello menos interesante, destacamos dos apuntes: la consola Vectrex con su pantalla de gráficos vectoriales y los videojuegos caseros que van cargados en estos microordenadores y que son ejercicios y proyectos de estudiantes de universidad y que corren con máxima fluidez en estos equipos.
Exposiciones temporales de alto nivel
Ahora mismo, quien visite el museo Arcade tiene dos exposiciones temporales de gran nivel. No están diferenciadas como tales y por ahora son solo unas vitrinas algo separadas de las de microordenadores y consolas.
La de caducidad más cercana, de aquí a un año, es sobre el ilustrador Alfonso Azpiri. En la sala podemos encontrar la colección completa de juegos cuyas portadas fueron diseñadas por Alfonso, además de láminas, libros y revistas.
En total, 170 piezas que ya son historia del sector y una colección única de un socio de Arcade Vintage que incluye otros museos y exposiciones le requieren habitualmente.
Le seguirán más adelante otras exposiciones temporales siempre relacionadas con la historia del videojuego, cómo es la preservación de los clásicos, la cultura asociada en forma de música, literatura o arte, pero también con aspectos más prácticos como el desarrollo de videojuegos o precisamente la restauración de máquinas arcade.
Justo del lado más práctico versa la otra exposición temporal que pudimos ver en el museo. Está dedicada al mundo del Pinball, más concretamente al creador murciado Antonio Ortuño, responsable de Quetzal Pinball.
En 2012 creó Captain Nemo Dives Again y actualmente es el único fabricante europeo de pinballs. Antonio diseña desde la placas a la programación del pinball e incluso da las líneas maestras del arte asociado a la máquina.
Hace poco presentó su segunda creación, Tokyo Perfect Drift, y actualmente vive de ello. De hecho es muy complicado conseguir una de sus máquinas ya que toda la producción la tiene vendida al instante a EEUU. La buena noticia es que si te pasas por el museo puedes alucinar con su Captain Nemo Dives Again, un pinball diferente a todos las demás en jugabilidad y apariencia.
Divulgación y apoyo a creadores de videojuegos retro
Aunque el museo está solamente abierto al público los sábados, la idea de la asociación es que poco a poco vaya ganando visibilidad también entre semana. Para esos días se reservarán actividades más esporádicas como visitas guiadas a colegios, institutos y universidades, o talleres y charlas alrededor del mundo Arcade y del videojuego clásico, pero también con un enfoque más actual, tanto en asesoramiento sobre salidas profesionales del sector del videojuego como el uso responsable de los mismos.
Esos talleres surgen a veces de manera espontánea. Alberto nos cuenta que el sábado anterior asistió al museo un grupo de jóvenes de Murcia poseedores muchos de ellos de equipos Amstrad. Ante la pregunta sobre cómo devolverlos a la vida, sasi al instante se formó de manera espontánea un taller in situ con Alberto sobre cómo resucitar un equipo, con todo tipo de detalles que incluían hasta la limpieza o recuperación de las teclas.
Otro pilar del museo será una continuación de la labor que la Asociación Arcade Vintage ya realiza actualmente: apoyo a desarrolladores de títulos arcade, a los que construyen máquinas específicas para sus títulos. También hay ambiciosos planes para conformar una incubadora de desarrollo de nuevos videojuegos españoles y por supuesto seguir organizando el congreso nacional ArcadeCon y torneos nacionales de juegos clásicos y pinball.
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