Bendito GPS. Nuestros móviles y servicios como Waze, Google Maps o Apple Maps han conquistado el mundo y han permitido que siempre encontremos nuestro destino (más o menos) a la primera y lo hagamos tanto en el coche como fuera de él.
Resulta difícil imaginar cómo era un mundo sin esos sistemas, pero afortunadamente los mapas de carreteras y los callejeros planteaban una buena alternativa. Aún así hubo intentos de crear una especie de sistema de navegación GPS para coches hace medio siglo, y la forma de lograrlo era realmente asombrosa, sobre todo porque se basaba en el radiocasete del coche.
Un casete por ruta
Como contaban en Jalopnik, aquella idea era de hecho todo un avance para la época, sobre todo teniendo en cuenta que los reproductores de casetes no llegaron hasta 1964 y no sería fácil ver modelos integrados en coches hasta 1968.
En 1971, sin embargo, alguien quiso aplicar la idea de los casetes de una forma mucho más ambiciosa: no para reproducir música, sino para reproducir instrucciones pregrabadas que nos permitían llegar de un punto de origen a uno de destino de forma relativamente sencilla.
El sistema no contaba con la ayuda del sistema GPS —que no se lanzaría en Estados Unidos hasta 1973— y para "localizar" al conductor hacía uso de una idea curiosa y genial.
Las instrucciones verbales, que debían configurarse desde un punto de origen a uno de destino muy concretos y preestablecidos(no se podía usar "sobre la marcha") estaban acompañadas de unos pitidos de longitud variable, y esos pitidos se detectaban por parte de una caja con componentes electrónicos bajo el salpicadero.
Esa caja era la que "traducía" los pitidos a longitudes, y permitía que el sistema supiese cuánta distancia faltaba para llegar a la siguiente intersección o a la siguiente orden verbal.
Sorprendente aun con sus limitaciones
Para controlar la distancia recorrida y que ese dato fuese reconocido por este singular sistema, la caja con la circuitería del sistema estaba conectada al odómetro del coche que iba recolectando ese dato y que de hecho lo hacía con una tabla.
En esa tabla se tenía en cuenta el modelo de coche y el diámetro de las ruedas, y podían introducirse nuevas tablas y datos a partir de una especie de cartuchos que se insertaban en una ranera del sistema electrónico.
El planteamiento, aunque fuera muy rudimentario, perfilaba algunos de los avances que luego se usarían por ejemplo en las primeras consolas de videojuegos con cartuchos, pero también una ingeniosa forma de lograr detectar cuándo se debía reproducir la siguiente instrucción verbal.
Este sistema, por supuesto, tenía muchas limitaciones, y una de ellas era la de no poder adaptarse a cambios en el trayecto. Si había una calle cortada o el conductor se saltaba alguna indicación, no había forma fácil de solucionar el problema.
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