El mercado de los videojuegos chino es el más grande del planeta. La consultora Statista prevé que cerrará 2022 con unos ingresos de más de 43.000 millones de dólares. Pero esto no es lo más sorprendente. Lo más impactante, también según este informe, es que su potencial de crecimiento coquetea con un 10% anual, por lo que previsiblemente cerrará el año 2027 con unos ingresos superiores a los 68.000 millones de dólares.
Para las empresas que se dedican al desarrollo y la publicación de videojuegos estar presentes en un mercado como este es un auténtico chollo. Y es que las cifras que acabamos de manejar son el resultado de una realidad inapelable: en China hay aproximadamente 685 millones de jugadores. Casi la mitad de la población practica con más o menos asiduidad esta forma de ocio, aunque, al parecer, los videojuegos más existosos son los que están diseñados para teléfonos móviles.
En cualquier caso, la colosal envergadura de este mercado tiene una consecuencia muy beneficiosa para las empresas involucradas en la industria de los videojuegos: incluso un éxito moderado en China puede acarrear unos ingresos muy jugosos para cualquier compañía. Obviamente, el Gobierno de este país conoce muy bien el potencial de este mercado, y no está dudando en utilizarlo como un eficaz medio de presión con el que puede atizar a cualquier país que atente contra sus intereses.
EEUU y sus aliados están en el punto de mira
Durante los últimos cinco años la organización NPPA (National Press and Publication Administration), que es la entidad de la Administración china que se responsabiliza de aprobar la publicación de los videojuegos en este país, tan solo ha permitido la venta dentro de sus fronteras de dos videojuegos surcoreanos. Y, curiosamente, este veto no tiene nada que ver con los videojuegos; tiene un origen estrictamente político y geoestratégico.
Esta estrategia del Gobierno chino no es muy diferente a la que practican otras potencias, incluidas las occidentales
En 2017 se desecandenó un conflicto diplomático entre China y Corea del Sur debido a la instalación en este último país de una base de misiles de origen estadounidense. Presumiblemente su rol es eminentemente defensivo, pero, aun así, al Gobierno chino esta decisión de su homólogo surcoreano no le gustó lo más mínimo, por lo que no dudó en aprobar un paquete de medidas coercitivas que, entre otras cosas, desencadenaron la prohibición de la venta de esencialmente todos los videojuegos procedentes de Corea del Sur.
Esta estrategia del Gobierno chino no es muy diferente a la que practican otras potencias, incluidas las occidentales, lo que nos recuerda que en el mundo globalizado actual los Estados no dudan en recurrir a todas las herramientas de presión que tienen a su alcance en defensa de sus intereses. Aun así, los embargos no son eternos, vayan en la dirección en la que vayan y sean más o menos disimulados o absolutamente evidentes. De hecho, su auténtico propósito es ejercer como una espada de Damocles. Como una amenaza inminente y coercitiva.
NPPA acaba de aprobar la publicación en China de 44 videojuegos extranjeros, y siete de ellos son, precisamente, surcoreanos. Puede parecer algo anecdótico, pero no lo es. Esta decisión relaja perceptiblemente la tensión que existe actualmente entre estos dos países asiáticos, pero lo más importante es que pone fin a más de un año de prohibición efectiva de la publicación de juegos de otros países.
No obstante, China también tiene mucho que ganar debido a que esta medida representa una bocanada de oxígeno para Tencent y NetEase, que son las principales distribuidoras de videojuegos extranjeros dentro de las fronteras de este país de dimensiones continentales. Al fin y al cabo ni siquiera una Administración tan autoritaria como la china es inmune a las presiones internas.
Imagen de portada: Luis Negron
Vía: Reuters
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