Nota: A la hora de publicar esta crítica, Ubisoft no había activado el juego online del juego, por tanto este análisis habla únicamente del modo historia para un jugador.
Las anteriores entregas de 'Watch Dogs' tenían el mismo problema que tantos y tantos sandboxes cuya historia va más allá de "primero haz el cabra y luego, si acaso, haz estas misiones": la disociación total de argumento y mecánicas. Es difícil tomarse en serio juegos que intentan contar una historia de venganza o con múltiples personajes secundarios muy trabajados, pero luego permiten que el jugador se suba a un coche para ir del punto A al punto B y en el trayecto le pase por encima a una docena de ancianas inocentes que estaban cruzando la calle.
En 'Mad Max' se justifica porque es el apocalipsis, en 'Assassin's Creed' a veces la ambientación transcurre en tiempos en los que una vida humana tenía muy poco valor, en 'Just Cause' o los últimos 'Saint's Row' estamos ante una caricatura... pero en los primeros 'Watch Dogs', pese a sus obvios toques de comedia (o no: en estos tiempos, hacerse un selfie delante de los efectos de un atentado terrorista no está muy claro si es parodia o hiperrealismo), existía esta disociación. Formas parte de un grupo ilegal que quiere arreglar el mundo, pero si en una misión secundaria de encontrar un objeto en una fábrica abandonada tienes que causar setenta bajas, todo bien.
Como decimos, es una característica consustancial al juego, y hay que tonarlo así: son perfectamente compatibles una historia más o menos creíble y unas mecánicas que no acompañan (y francamente, más grave y discordante nos parece el genocidio que montan un par de personas en 'The Last of Us 2'). Pero 'Watch Dogs: Legion' hace el esfuerzo, además, no de justificarlo, pero al menos sí de proporcionar unas mecánicas que acompañan a esa difusión de la responsabilidad. En 'Legion' cualquiera puede formar parte de DedSec, así que es comprensible que haya unos cuantos dementes a bordo.
Esta mecánica, sin duda el bastión sobre el que se sostiene el nuevo juego de UbiSoft, por una parte extirpa todo rastro de realismo de las mecánicas: no tiene sentido que el jugador pueda comentar los pormenores de una operación ultrasecreta (en una ciudad hipervigilada) a literalmente cualquier viandante. Y que si se le hace un favor, este recién llegado entre a formar parte del núcleo central de la organización. Pero precisamente esa falta de verosimilitud justifica todo lo demás: estamos ante un disparate cercano a los momentos más "todo vale" de 'Far Cry', más que al primer 'Watch Dogs', que se tomaba demasiado en serio una propuesta que exigía más mambo.
Pero es que además, gracias a esa mecánica, 'Watch Dogs: Legion' transmite con mucha efectividad su mensaje, que ya viene a cuestas en el título. Como decía (más o menos) el demonio bíblico, "Mi nombre es Legión porque somos un montón", y eso le sienta como un guante al concepto de este sosías de Anonymous como un ente descabezado, múltiple y, por ello, esquizofrénico, donde tienen cabida una obrera de la construcción de mediana edad y un cómico de internet, un agente secreto y una atleta retirada. Ese es el mensaje del juego, y uno que, dejando la chorrada del enfoque a un lado, es muy serio: si la fortaleza del sistema se basa en su descentralización, haz lo mismo para acabar con él.
Elige tu propio hacker
Más allá de una cuestión estética o argumental, lo que refuerzan estos cambios de personalidad en el protagonista es la invitación a afrontar las misiones como desees. Esto hace, quizás, que la primera parte del juego sea excesivamente sencilla (siempre te puedes abrir paso por cualquier sitio a tiros con un miembro de DedSec con buena potencia de fuego), pero pronto obliga al jugador a devanarse los sesos. Y a acostumbrarse, por ejemplo, a hacer reconocimientos de edificios con la ayuda de los drones hackeables para elaborar una estrategia.
Es más interesante y divertido irrumpir en los edificios haciendo uso del sigilo, y llega un momento en el que la potencia de fuego de Albion o el clan Kelley es superior a la tuya (son los dos villanos principales del juego, a ambos lados de la ley antes de la aparición de la cuarta fuerza en discordia, los terroristas que desencadenan el argumento del juego). El sigilo se convertirá en tu mejor aliado, y las mecánicas están orientadas a eso: habilidades y herramientas que lo mejoran (uno de los primeros gadgets proporciona invisibilidad momentánea) y, desde el principio, la capacidad de distraer o incapacitar a distancia a los enemigos.
Las misiones secundarias, abundantes y perfectas para deambular por esta Londres de un futuro cercano y reconocible, abundan en el sigilo, ya que a menudo requieren infiltración en busca de datos o para hackear anuncios, pero también exigen el estudio y el análisis de los edificios, enormes y espléndidamente diseñados. La Londres de 'Watch Dogs: Legion' da en buena medida la sensación de estar viva no solo porque, insisto, cualquier viandante sea reclutable, sino porque sus construcciones van más allá de meras fachadas de cartón. Las abundantes misiones secundarias (que también incluyen peleas ilegales a puñetazos, misiones de reparto o desactivación de iconos de los enemigos) ayudan, y mucho.
Por tanto, y en nuestro encuentro con los responsables del juego quedó bastante claro, el esfuerzo que se ha hecho por recrear una Londres viva y brillante arroja interesantes resultados en términos de ambientación. En torno a ella se despliegan todas las posibilidades del juego, heredadas o mejoradas de entregas anteriores (hackearlo todo, básicamente) y el resultado es un título que aunque solo sube levemente las apuestas desde la entrega anterior, da la sensación de ir mucho más allá.
Curiosamente, eso también se aplica a los problemas. Por una parte, acabarás usando solo una pequeña parte de las posibilidades que te brinda: por ejemplo, apenas me he visto con la necesidad de controlar coches ajenos a distancia (de forma improvisada, se entiende). Por otra, la IA de los enemigos sigue siendo el gran debe de la saga: su tendencia a olvidar lo que están haciendo o su facilidad para perder rastros es un poco pasmosa a estas alturas. Y finalmente, a veces los puzles de hackear cerraduras no han evolucionado desde la anterior entrega, y a veces son un poco plomizos.
Detalles menores para un videojuego que entona mejor sus intenciones que las anteriores entregas: diálogos y situaciones siguen siendo algo banales y faltos de sustancia, pero a nivel de atmósfera y de cómo vertebra las misisones principales y secundarias (casi siempre vinculadas al reclutamiento de nuevos miembros, es decir, que todo acaba impactando en el juego principal) tiene hallazgos narrativos muy interesantes. Una entrega muy conseguida para una saga que aún puede seguir evolucionando.
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