7 de febrero de 2012. Seguramente la fecha no te diga nada, pero es el día en el que se empieza a hablar de que Google estaba trabajando en unas gafas de realidad aumentada. Meses más tarde, el 4 de abril, Google las hizo oficiales a través de un vídeo conceptual en su canal de YouTube y una galería de fotos publicadas en Google+ (que en paz descanse), aunque no será hasta mayo de 2013, en pleno Google I/O, que en Xataka tendríamos la ocasión de probarlas por primera vez.
El dispositivo, o más bien, el prototipo del dispositivo se vendía por 1.500 dólares, un precio demasiado elevado (que la Policía de Dubai pagó gustosa, por cierto) y que acabaría matando al proyecto enfocado a consumidor. No fue el único motivo, en absoluto. Las dudas con respecto a la privacidad también generaron debate porque después de todo cualquier persona con las gafas puestas podría estar grabando a otras sin que estas lo supieran. Tanto, que varios sitios públicos restringieron el acceso a personas que portaran este accesorio.
Seis años han pasado desde entonces y las gafas inteligentes han pasado a un segundo plano tecnológico. Siguen ahí, intentando llegar a diferentes nichos de mercado, pero todavía están muy lejos de sustituir a lo que podemos llamar "gafas 1.0", es decir, las gafas que servidor y 25 millones de españoles usamos a diario para... ver.
Lo físico que se resiste al mundo digital
Seguramente tengas algún amigo que no deja de insistir en que te compres un libro electrónico "porque es el futuro", "porque la gente ya no compra libros en físico"... Lo cierto es que realmente no es así. El primer libro impreso con tipos móviles data de 1449 ('Misal de Mastanza', por Johannes Gutenberg), 1472 si hablamos de España ('Sinodal de Aguilafuente', de Juan Páriz de Heidelberg). Mucho ha llovido desde entonces y los libros en papel han pasado a ser parte de nuestro día a día, y todavía siguen teniendo tracción.
A pesar de los avances tecnológicos en el sector de los libros, como las pantallas de tinta electrónica, las apps dedicadas a la lectura (Apple Books o Kindle) o los propios formatos (PDF, EPUB, etc.), el viejo papel sigue siendo el soporte favorito por los lectores. Ciñéndonos al caso español, en 2018 se vendieron 160 millones de libros en papel y se editaron 76.202 títulos, de los cuales solo 19.326 estaban en formato digital. La facturación de los libros digitales cayó un 0,1% con respecto a 2017, siendo de 118,98 millones de euros, que viene a ser un 5% de la facturación del sector. Es exactamente la misma tendencia que se observa en otros países.
El libro resiste, el papel resiste y los avances tecnológicos como los eReaders, si bien avanzan sin prisa pero sin pausa, no apuntan a sustituir al clásico papel hecho a base de pulpa de celulosa en un futuro próximo. Con las gafas sucede algo parecido. Datan del año 1312 y su invención se atribuye al monje franciscano Alejandro della Spina. Desde entonces ha habido infinidad de avances, como las gafas polarizadas o las gafas graduadas, nuevos diseños y nuevos materiales (porque no todas las gafas son de cristal, las hay con lentes policarbonato, por ejemplo), pero siguen siendo eso, gafas 1.0, con su montura y sus dos lentes.
Evidentemente, ciñéndonos a la historia reciente, cabe esperar que las gafas se hagan inteligentes en algún momento (o no) como lo han hecho los hornos, los frigoríficos y los altavoces, pero parece que ese avance se resiste. Las Google Glass fueron un intento peculiar, interesante, pero un intento al fin y al cabo que acabó quedando reducido a versiones para empresas como las Google Glass Enterprise Edition y las recientes Enterprise Edition 2, que ahora tienen inteligencia artificial y que, según Google, podrán "satisfacer las demandas del creciente mercado de wearables dentro de las zonas de trabajo". ¿Resulta familiar? Puede ser, porque es la misma premisa que las HoloLens 2 de Microsoft.
Las Google Glass fracasaron estrepitosamente, y motivos hay varios. El primero y quizá mas importante es obvio: el precio, y es que 1.500 dólares por un producto que nos pone en el ojo el tiempo o la ruta que debemos seguir es caro si lo comparamos con otros gadgets que hacen algo parecido y son más baratos, como los relojes inteligentes. Por 1.500 euros tienes un accesorio para las gafas, pero es que por entre 100 y 500 dólares tienes un reloj que puede hacer más cosas, que es bastante más asequible y se integra mejor con nuestro cuerpo (porque lo llevas en la muñeca como un reloj al uso).
Otro aspecto importante es que las Google Glass originales, las primeras, las que estaban pensadas para consumidor, estaban a medio cocer. Algunos usuarios que pudieron probarlas argumentan que la conexión con el móvil era poco estable, que la interfaz era poco intuitiva y que la batería era de entre dos y tres horas. Tim Barajin, editor en Recode, no dudó en afirmar que fueron "los 1.500 dólares peor gastados en mi vida".
¿Por qué? Porque no resuelve ninguna necesidad. Ian Altman publicó en Forbes que había preguntado a unos 3.000 CEOs y ejecutivos que "identificasen las principales preguntas que deben responder para aprobar o rechazar una solicitud de gastar dinero en algo" y la respuesta principal fue "Qué problema resuelve o por qué lo necesitaría". Hablando de consumidor, ¿qué problema resolvían las Google Glass que no fuese resuelto por un Apple Watch? Ninguno, lo que explica que el Apple Watch haya triunfado en el sector de los relojes inteligentes.
De hecho, han sido los relojes los que se han convertido en la alternativa "manos libres". Siguiendo con el Apple Watch, un usuario que tenga un reloj de Apple y un iPhone puede hacer casi todo sin sacar el teléfono del bolsillo, como mandar un mensaje, recibir indicaciones para llegar a una ubicación, responder o hacer llamadas... No son necesarias unas gafas de realidad aumentada para ello, basta con un sencillo reloj con pantalla y Bluetooth.
El poco interés que despertaron las Google Glass pudo verse en noviembre de 2014. Reuters contactó con 16 empresas que estaban trabajando en proyectos relacionados con Google Glass y nueve de ellas afirmaron haber abandonado sus esfuerzos ante la falta de clientes y las limitaciones del dispositivo. Estamos hablando de dos años después de su presentación. Actualmente es posible encontrar las Google Glass Explorer (las primeras que se lanzaron) en eBay a precios ridículos como esta que se vende por 198,50 dólares o esta otra que está a 309 dólares.
En resumidas cuentas, las Google Glass fueron un producto que al consumidor no le aportaba demasiado o, si lo preferimos, no aportaba nada que no ofreciesen dispositivos más baratos y discretos. Sin embargo, son una tecnología interesante para la industria, ya que puede ofrecer información contextual durante una operación quirúrgica, mostrar instrucciones para reemplazar una pieza compleja o teleasistencia. Las Google Glass son, simplemente, un ejemplo más de que "tecnología" no es siempre sinónimo de "tecnología de consumo".
Los intentos por revivir el concepto de gafas 2.0
A pesar de la caída de las Google Glass, en los últimos años hemos visto algunos intentos de llevar el concepto de gafas 2.0 al usuario de a pie. Uno de los más recientes es Focals, de Thalmic Labs, que recoge la idea de Google Glass y la reformula para crear unas gafas aparentemente normales, pero con funciones inteligentes (y nada de cámaras).
Son unas gafas con aspecto de gafas, por lo que no llaman la atención como sucedía con las Google Glass, que cuentan con Alexa y que proyectan la información sobre las lentes. Eso permite que el proyector se pueda esconder en las patillas. Sin embargo, y a pesar de ser más discretas, no son baratas. La versión inicial salió a un precio de 999 dólares, mucho más caras que unas gafas convencionales, y actualmente la empresa está trabajando en la versión 2.0.
En la línea de Focals están las Huawei X GENTMONSTER EYEWEAR (sí, en mayúsculas). Son unas gafas de sol con un diseño estándar y discreto, aunque se diferencian de las gafas 1.0 en que podemos interactuar con ellas con un doble toque en las patillas usando la voz. Tienen altavoces estéreo y doble micrófono con cancelación de ruido, pero no hay información en pantalla, así que la interacción está basada en audio. 399 euros valen en España.
Snapchat también ha hecho su incursión en el mundo de las gafas con las Spectacles, que vienen a ser un complemento para usuarios de Snapchat. Las primeras vieron la luz en 2016 y para 2017 se habían vendido 150.000 accesorios, 50.000 más que las previsiones de la compañía. La empresa las ha ido renovando hasta alcanzar una tercera versión que es capaz de sacar fotos en tres dimensiones. Son un producto de nicho para creadores de contenido que apuesten por Snapchat y actualmente se pueden comprar por 370 euros.
Finalmente, no podemos olvidarnos de las gafas de realidad aumentada de Apple, que dice Ming-Chi Kuo que llegarán durante el segundo trimestre de 2020. Poco, o más bien nada, se sabe de ellas, más allá de que, según el analista, su funcionamiento estará muy ligado al iPhone. La pregunta que toca hacerse es: de ser reales, ¿funcionarán?
Volvemos a la premisa anterior: ¿qué problema solucionan o qué necesidad satisfacen las gafas 2.0? Steve Jobs decía que "muchas veces, la gente no sabe lo que quiere hasta que se lo enseñas", pero en el caso de las gafas 2.0 la gente ya ha conocido el producto, y a la vista está que no les ha terminado de convencer. Quizá tengamos que entender las gafas 2.0 como un producto de nicho, como algo pensado para la industria, y en ese sentido Google ha sabido redirigir su división de gafas.
Por el momento, y a efectos de consumidor, lo que mejor ha cuajado en los usuarios son las gafas de realidad virtual como las HTC Vive (las más populares en Steam) o las Oculus Rift, aunque más que gafas son, realmente, cascos poco discretos que ofrecen una experiencia estrechamente vinculada a los videojuegos.
Quizá dentro de cinco años toque rehacer este artículo para hablar de cómo un producto que al principio no funcionó ahora es un must en nuestro día a día. Quizá entonces las gafas 2.0 hayan encontrado su puerta de entrada a las vidas del consumidor, pero por el momento las gafas 1.0, al igual que los libros de papel, con sus páginas, tapas y letras impresas en tinta, apuntan a tener mucha, mucha vida por delante.
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