El estreno de 'Counterpart' hace unos meses nos permitió echar un primer vistazo a una serie que prometía unir con una sutilidad y un buen gusto no demasiado habitual en un medio tan dado a las metáforas fantastique a machetazos (sí, 'Westworld', te miro a ti) el cine de espías de la Guerra Fría y la ciencia-ficción de realidades paralelas. Finalizada la primera temporada, podemos decir que la misión no solo ha sido sobradamente cumplida, sino que ha lanzado a los espectadores una buena cantidad de alicientes extra.
Por ejemplo, ha sabido construir sin necesidad de técnicas narrativas manidas un mundo consistente y con reglas muy concisas. Es cierto que, tras los primeros compases de la serie, en los que J.K. Simmons llevaba a cabo un monótono y críptico trabajo de oficina, preveíamos una distopía crítica con la cotidianeidad gris de la sociedad actual. Y finalmente la cosa ha ido por otro lado. Pero al hacerlo, ha profundizado en un universo mucho más emocionante: el de una realidad dividida en dos, lo que propicia una metáfora política y otra humana.
Ojo: spoilers a partir de aquí.
La política está muy clara, hasta el punto que el referente real es significativo: la acción se ambienta en un Berlín intemporal, que por la tecnología reconocemos como actual, pero que los creadores de la serie se cuidan de detalles modernos. La metáfora del Muro y la Guerra Fría es obvia: dos realidades divergentes en un mismo espacio físico. Las historias que hemos oído a menudo de familias berlinesas que de la noche a la mañana se vieron seccionadas, quedando divididas a ambos lados del Muro, tienen aquí un claro paralelismo con los dos mundos en los que se divide la realidad.
A lo largo de esta primera temporada hemos recibido datos específicos acerca de esas dos dimensiones que se apuntaban en los primeros capítulos: a finales de los ochenta (¡cómo no!) la realidad se partió en dos. En principio transcurrían paralelas, pero pronto comienzan a divergir: en 1996 una gripe mata al 7% de la población global de uno de los dos mundos, y ellos sospechan que nosotros podemos haber tenido algo que ver con la plaga. La existencia de los dos mundos sigue siendo secreta, aunque el espionaje y el contraespionaje están a la orden del día.
La parte humana está íntimamente relacionada con la política (¡como pasa siempre con las buenas metáforas políticas!), porque 'Counterpart', aparte de evocar una parte de nuestra historia que no está tan ideológicamente enterrada como nos gustaría, habla de la dualidad que anida en cualquier ser humano. Y lo hace a través de su protagonista, por supuesto que sí: apocado oficinista en un mundo, implacable espía en otro. Cuando las circunstancias argumentales les obligan a intercambiar sus lugares, 'Counterpart' plantea una intriga de espionaje acentuada por la personalidad de su(s) héroe(s).
Pero el personaje de JK Simmons es solo uno de los duplicados, que abundan desplegados en los dos mundos, y en muy diversas circunstancias. Por ejemplo, 'Counterpart' se las arregla para hacernos creer que la mujer del protagonista (espía avezada en un mundo, en coma por un accidente en otro) viven un paralelismo similar al suyo, y nada más lejos de la realidad. Una asesina a sueldo (un auténtico caramelo para Sara Serraiocco) tiene que matarse a sí misma, lo que le ocasionará innumerables conflictos.
Y la mejor trama de todas: en uno de los mundos se educa a niños desde pequeños (en organizaciones que también recuerdan a lo peor de la Europa del Este de la Guerra Fría) para que sustituyan a sus contrapartidas en el otro mundo. Así sucederá con uno de los personajes más interesantes de la intriga, interpretada por Nazanin Boniadi, de la que descubriremos que siendo niña tuvo que soportar que le partieran las dos piernas para tener la misma lesión que su reflejo en el otro mundo, a quien le tocaba sustituir.
Es buena, pero... ¿es la mejor?
¿Es posible que la mejor serie de ciencia-ficción del año haya llegado de tapadillo y sin hacer apenas ruido? ¿Es posible que supere la grandilocuencia de 'Westworld', la catarata de colorines de 'Altered Carbon' o el sugestivo cambio de tercio en una franquicia histórica, de 'Star Trek Discovery'? Es complicado hablar en absolutos y comparar series que a menudo no tienen mucho que ver entre si: la ampulosidad propia de la space opera de Star Trek choca con la sobriedad expresiva de esta, y por otra parte... ¿es ciencia-ficción 'Stranger Things'?. Pero lo que está claro es que 'Counterpart' está en los puestos más altos de la lista.
A nivel discursivo, de hecho, no tiene rival. No hay más que compararla con la otra gran serie de ciencia-ficción metafísica del momento, 'Westworld', a la que solo le falta poner en letras mayúsculas de neón su mensaje acerca de "qué es lo que nos hace humanos". 'Counterpart' habla de eso también, pero como la propia trama que la vertebra, no toma el camino más corto, sino el más alambicado: gracias a la división en dos mundos, 'Counterpart' podría plantear simplemente una división de la esencia humana en dos, a lo Jekyll y Hyde, del mismo modo que en 'Westworld' hay seres artificiales y humanos auténticos.
Es decir, podríamos tener un mensaje de "un ser humano consta de dos personalidades opuestas, y esto es lo que pasa cuando se enfrentan", pero 'Counterpart' opta por una solución mucho más inteligente, ya que cada una de esas personalidades... tiene su propia personalidad. La segunda mitad de esta primera temporada explora las complejidades de esa dualidad, cuando vemos que estamos ante algo más complejo que un Howard "bueno" y un Howard "malo". Esto se contagia al resto de los personajes, que entran (junto a sus dobles) en una zona gris muy difícil de acotar.
La comparación con 'Westworld' es pertinente, y pese a que la factura técnica de la serie original de HBO ('Counterpart' es originariamente de Starz) es incomparable con 'Counterpart' (aunque ésta tampoco lo pretende: su registro visual es el de la discreción y la aparición de lo extraordinario entre el asfalto gris de la ciudad), el mensaje de la serie producida por Jonathan Nolan es más de brocha gorda. Códigos binarios, seres artificiales o humanos, el enfrentamiento entre ambos y poco más.
Quizás en estos términos la serie más comparable a 'Counterpart' sea 'The Handmaid's Tale': la complejidad de su propuesta, completamente alejada de planteamientos duales, corre paralela a su cuidada puesta en escena, que también como la serie de Starz hace buen uso de un empleo inteligente de la iluminación y el diseño de producción. Ambas, también, usan un código de la ciencia-ficción sencillo y sin estridencias, alejado de los excesos de fantasía para plantear mundos creíbles y realistas. La ciencia-ficción en ambos casos es un telón de fondo, no un soporte argumental, sutilmente camuflado de dama costumbrista en un caso y de ficción de espionaje político en otro.
En un panorama tan fértil y estimulante como el de la ciencia-ficción televisiva actual, es complicado elegir una serie que poner en cabeza. 'Counterpart' es una de las mejores del momento gracias a su espectacular trabajo interpretativo, sus sutilidades visuales y su dosificación del argumento. También sin duda, y está claro que es lo que la hace especial, la que lo consigue con menos estridencias. No sabemos si será la mejor, pero desde luego sí la más elegante.
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