En el centro de Londres, junto a Piccadilly Circus, están los cines de Leicester Square. En él se hacen la mayoría de premieres y en él se fotografían las estrellas de la industria sobre la alfombra roja. Sin embargo, en un callejón a pocos metros, mucho más discreto, está el Prince Charles Cinema, que muchos londinenses y turistas consideran como el mejor cine del mundo.
Su historia comenzó a principios de los sesenta como un teatro, y poco después se transformó en un cine porno. En 1991 comenzó a funcionar como el cine que es hoy. Casi tres décadas después, es el último cine independiente del West End, el área que agrupa a la mayoría de teatros londinenses. Y en él hemos pasado una noche.
Gracias, Quentin Tarantino
Aunque se labró cierta fama durante los noventa y los dos mil, nada catapultó tanto la reputación del Prince Charles Cinema como la declaración de amor de Quentin Tarantino por este cine:
"El Prince Charles Cinema es todo lo que un cine independiente debería ser. Para los amantes del cine de calidad, esto es la Meca".
Un empleado del Prince Charles Cinema que prefiere no identificarse nos cuenta que aunque él entró a trabajar posteriormente, un compañero que sí formaba parte de la plantilla cuando Tarantino dijo aquello le solía explicar que marcó un antes y un después. "Él me decía que esa entrevista provocó que la asistencia aumentase un 50% o un 60% de la noche a la mañana. Y se mantuvo así".
No fue el único piropo del director. En 2011, durante el lanzamiento de 'Kill Bill: Volumen II' en Reino Unido, Quentin volvió a atacar:
"El día en que Kill Bill II se estrene en el Prince Charles Cinema será el día en que realmente llegue a casa".
Bienvenido al Prince Charles Cinema
Son las siete de la tarde, falta hora y media para que empiece la primera sesión. En este cine se mezclan los estrenos con las películas clásicas así como sing-a-longs y maratones tanto de cine como de series. Hoy echan Dazed and Confused (en España, Movida del 76) y su secuela espiritual, Everybody Wants Some (Todos Queremos Algo).
El hall es diminuto y apenas sirve para comprar entradas o palomitas, y hacer cola hacia la sala superior. Escaleras abajo están el bar, los aseos y la sala más grande.
Los aseos de caballeros no son nada del otro mundo, pero en el de mujeres sí hay algo especial (gracias por dejarme pasar, amable empleado portugués). Hay un cubículo dedicado a Kevin Smith.
Este cubículo tiene historia: en 2007, en una sesión de preguntas y respuestas, el director Kevin Smith dijo "No sé, Tarantino nunca ha venido por aquí y le ponen su nombre al bar. Esta es mi segunda visita y ni siquiera le han puesto mi nombre al baño". Al día siguiente, uno de los baños era suyo. Entonces, en el aseo de hombres, que pasó a ser el de mujeres tras una reforma en 2013.
Ese mismo año, el documental Una Verdad Incómoda fue emitido por este cine durante cada semana sin interrupciones. Algo que deja intuir que hay cierto compromiso social, más allá del amor por el cine.
En el mismo hall del sótano hay una pizarra en la pared para que cualquier asistente proponga películas de reparto que el cine pueda proyectar. Aquí he de decir que quien escribe estas líneas se tomó la libertad de pedir El Milagro de P. Tinto.
El camarero portugués que nos ha dejado acceder al baño de mujeres donde está el cubículo de Kevin Smith nos cuenta que la clave del Prince Charles Cinema es la atención al detalle que ponen todos los empleados desde el punto de vista del cinéfilo. Es un cine "hecho por amantes del cine para amantes del cine". Otra empleada de la planta superior nos dice que "no es un cine que destaque por sus instalaciones, sino por la gente cinéfila que viene de forma constante con su tarjeta de socio". Una tarjeta que abarata las entradas (algunas incluso salen gratis) y tiene un coste de diez libras anuales, o cincuenta para obtenerla de forma vitalicia.
En efecto, el cine no destaca por sus instalaciones. Sin embargo, lo que nos encontramos en este cine nos recuerda una lección: es la gestión del reino y no el lujo de su cetro lo que hace al rey.
Ya son casi las 20.30 h, así que hay que hacer cola para acceder a la planta superior donde está la sala. Apenas supera el centenar de asientos, algo que le confiere un aspecto más íntimo. Mientras esperamos hablamos con Mon-Yang, de 28 años. Es cliente habitual. "Vengo mucho porque tienen un buen gusto increíble para elegir las películas, nunca fallan".
Helga, londinense de 46 años, nos cuenta algo similar: "Vengo casi todas las semanas, algunas en dos ocasiones. Empezó a gustarme el cine hace unos años, no es algo que me apasione desde siempre, y nadie me ayuda a descubrir películas tan buenas como este cine. Y su atmósfera es muy buena, la gente que trabaja aquí se porta genial".
Mientras subimos las escaleras seguimos notando los toques de quien ama a esta industria.
Una vez entramos, en el asiento de al lado tenemos a Evans, que ronda la cincuentena y acepta la cerveza que ofrece gratis el cine antes de entrar a la sala. Nada mal para un precio de unas doce libras -algo menos de catorce euros- por dos películas en fin de semana. "Este cine sabe elegir las películas mejor que ningún otro. Elige el arte. Si quieres pium-pium-pium-pium [imita el sonido de disparos simulando tener una pistola en la mano], te puedes ir a cualquier otro cine de la ciudad. Aquí se elige el arte, la calidad".
Empieza Dazed and Confused, que tiene entre su reparto a unos jóvenes Ben Affleck, Rory Cochrane o Matthew McConaughey. En esta ocasión, sin interrupciones. Pero cuando echan maratones o películas de culto, es habitual que se pause la película cuando llega una frase célebre para que todo el cine la pronuncie en voz alta. Como por ejemplo, cuando Han Solo pronuncia...
Que la fuerza te acompañe.
Justo antes, el proyectista detiene la cinta y todo el cine grita al unísono "¡Que la fuerza te acompañe!". Y luego la película sigue. Lo mismo ocurre con frases como el "sayonara, baby" de Schwarzenegger en Terminator 2.
Termina la película y algunos salen a por una bebida o a fumar en lo que empieza la segunda. Zoe, también de 28 años, es de las que se quedan. Y junto a ella, su grupo de amigos. "Nos encanta este cine. Es mucho más íntimo y personal que el resto, más clásico, y nos hace descubrir películas muy buenos de los setenta y los ochenta que no hemos vivido".
Uno de sus amigos, al hablar de Quentin Tarantino, dice que "entiendo que a él le guste mucho este cine, las películas que se suelen poner aquí son del estilo que imagino que más le gustan a él". O directamente suyas. En 2013, este cine organizó un maratón de 15 horas con sus películas. "Muchas de las que ponen podríamos conocerlas por el Twitter del cine y verlas en Netflix en casa, pero es que el ambiente y lo que envuelve a estas salas es tan bueno que preferimos venir".
A finales de 2017 también hizo un maratón durante toda una semana de las siete temporadas de Game of Thrones, con descansos previstos en los que se dio pizza a los asistentes. Pelos de punta, aplauso americano, lágrimas y ovación cerrada.
Los ruidosos son tomados con humor pasivo-agresivo. Antes de las películas aparece un vídeo de Robert de Niro fumando un puro y carcajeándose en una sala de cine, seguido de la leyenda "no seas como él". Hace unos años se contrató a empleados que se vestían de ninjas para camuflarse en la sala y amedrentar a quienes reían demasiado alto, hablaban, usaban el teléfono o apoyaban sus pies donde no debían.
No es broma.
La marquesina de la entrada no solo sirve para publicitar las películas en cartelera, también para poner mensajes que intenten captar la atención del viandante y sacarle una sonrisilla. En nuestra visita, en un extrañamente soleadísimo dia en Londres, decía algo como "Que le den al Sol, ven y siéntate en la oscuridad". Y eso hicimos.
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