La cabina telefónica está en peligro de extinción. En realidad, la agonía se ha prolongado más de una década, desde que el teléfono móvil comenzara a colonizar nuestras vidas y a solucionar nuestros problemas de comunicación. Antes, si necesitabas hacer una llamada, buscabas monedas en tu bolsillo o, si te sobraba arrojo, pedías una en caso de necesidad; ahora, rezas para tener batería porque quién no tiene smartphone.
En los más de cien años que ha convivido con nosotros, ha marcado nuestro imaginario popular, hasta el punto de que muchos productos culturales son imposibles de concebir sin las cabinas. Desde Xataka queremos hacer un homenaje que nos llevará a los tebeos, el cine, la televisión, los videojuegos y hasta el mundo de la música.
La cabina de acero
Nuestra primera parada tiene que ser, por supuesto, el mundo del cómic. Nos tendrá que disculpar cierto alienígena asentado en Inglaterra, algo a lo que llegaremos más adelante, pero si hoy día se recuerda la cabina telefónica es por Superman: una tormenta perfecta en la que se juntan un mobiliario urbano que revolucionó durante décadas la comunicación y un símbolo de la cultura popular del siglo XX, quizás el más importante.
Y, sin embargo, su relación no es tan cercana como crees.
No es un efecto Mandela, no puedo decirte que Clark Kent nunca se metió en una cabina telefónica para convertirse en Superman, pero sí que esa icónica imagen ni sucedió por primera vez en un cómic, ni se ha mostrado tantas veces en los paneles de uno.
Al parecer, Superman se metió por primera vez en un episodio del serial de dibujos animados de los Estudios Fleischer, los de Popeye o Betty Boop, llamado Los monstruos mecánicos. Data de 1941. La idílica relación entre ambos se asentaría en seriales radiofónicos y en alguna aparición ocasional en los tebeos de la época, aunque en general ha sido la percepción del público la que hizo que cabina y personaje quedaran indisolublemente asociados.
¿Y por qué una cabina? Dado que Clark Kent es periodista, no resultaba tan extraño que buscara un teléfono desde el que pudiera llamar a su editor. A eso se suma la peculiaridad de los habitáculos de la época, que le darían cierta privacidad al tener todos los cristales opacados menos la puerta.
Superman se fue volando pero la cabina se quedó
Seguimos con supertipos y con DC Comics, porque en la colección Dial H, de 2012, una cabina telefónica es la que dispara el argumento: cuando Nelson Jent se mete en una para llamar a la policía, sale convertido en un superhéroe extraño. Resulta que el teléfóno de ruleta de la cabina es un dispositivo que al marcar H-E-R-O (los números 4376) le transforma cada vez en un ser superpoderoso distinto.
Dial H es una reimaginación de la serie Dial H for Hero, iniciada en 1966. En la versión original, un chaval llamado Robby Reed encontraba algo parecido a un cenicero de diseño, de esos que esconden la ceniza en su interior, que al marcar las letras H, E, R y O… ya te imaginas de qué va. Es posible que la premisa te suene porque sirvió de inspiración a Ben 10.
En general, en el mundo del cómic y el cine, las cabinas han tenido algún destello ocasional en historias policiacas. Como se trata de poner el foco en lo extraordinario e interesante, nuestro último ejemplo dista mucho de pertenecer al género de polis y cacos; no se publicó siquiera en papel: Fleep, de Jason Shiga, es un webcomic sobre un hombre que se despierta en una cabina.
No sabe dónde está ni por qué, pues el habitáculo se encuentra rodeado de cemento, y sólo con tres monedas, dos bolis, hilo dental y una guía telefónica en ruso responderá a todas sus preguntas. Este cruce entre Kafka y MacGyver merece tu atención y, si sabes inglés, no dejes pasar su lectura.
¡Esta cabina me suena de la gran pantalla!
En el cine, ya me imagino lo que querrás decirme. Ya que hemos hablado de Superman, ¡cómo no hablar de las películas! Pues bien, tendrías que esperar para contemplar en celuloide la transformación, porque en la primera, la de Richard Donner, Clark se encuentra para su desesperación… con un puesto telefónico, no una cabina. Fue la nefasta Superman IV de 1987 la que plasmó la escena.
El mundo del celuloide no ha tomado tan alegremente la cabina telefónica, si dejamos aparte el mundo del periodismo. Cuando empezó a formarse la idea de este artículo en mi cabeza, me vino inmediatamente la escena que impulsa la trama de la película 70 minutos para morir (Steve De Jarnatt, 1988).
En ella, el protagonista coge la llamada entrante de una cabina telefónica y descubre que unos misiles nucleares se dirigen a su ciudad. Dato curioso: parece ser que al principio sí era posible llamar a una cabina en España, pero dicha posibilidad se esfumó hace más de treinta años salvo en casos puntuales.
Aún más desesperado estuvo Colin Farrell en Última llamada (Joel Schumacher, 2002), algo así como la Capilla Sixtina de las películas de cabinas telefónicas, más por incomparecencia que por méritos artísticos. El guión, escrito por el rey del high concept Larry Cohen, estuvo tanto tiempo dando vueltas por Hollywood que, cuando se llevó a la pantalla, hubo que buscarse una excusa convincente por el que el personaje de Farrell, que es un agente de artistas, tuviera que usar una cabina telefónica en lugar del teléfono móvil.
Terminamos el repaso cinematográfico con una alegría. O mejor expresado, con algo… ¡excelente! Las alucinantes aventuras de Bill y Ted (Stephen Herek, 1989) nos cuenta la historia de dos chavales, interpretados por Keanu Reeves y Alex Winter, cuya influencia será muy positiva para la humanidad… si consiguen superar un examen de historia.
Con la ayuda de Rufus (el comediante George Carlin) y una cabina telefónica capaz de viajar en el tiempo, harán el examen más alucinante al raptar a personajes significativos de todas las épocas, desde Platón hasta Abraham Lincoln, y llevarlos a la California de finales de los años 80.
En Estados Unidos, esta película y su secuela, El alucinante viaje de Bill y Ted (1991), adquirieron un carácter de culto. Desde entonces, Bill y Ted protagonizaron dos series de televisión, videojuegos y hasta un espectáculo en el parque de atracciones de la Universal en Orlando; su famosa coletilla, “Excellent!”, fue nominada como una de las 100 frases del cine por la American Film Institute. Aquí en España, sin embargo, fue más carne de videoclub y su recuerdo desapareció con ellos.
Te preguntarás por qué no menciono ya la inspiración evidente para Bill y Ted, cierto personaje televisivo inglés de ciencia ficción, pero es que tenemos que llegar a este punto. En serio. Entre un largometraje y un corto, entre un ejercicio cinematográfico y un producto televisivo, entre el sueño y la pesadilla habita...
Nuestra cabina más internacional
En España, la cabina telefónica tiene un significado muy especial al ilustrar una época casi mágica de nuestra cinematografía. Con la Dictadura moribunda, el mundo de la cultura vivió una edad dorada donde primaron el arrojo y el desafío a una autoridad crepuscular y a los espectadores.
Es la época de Víctor Erice, de Eloy de la Iglesia… y de este mediometraje televisivo de 1972, titulado La cabina, dirigido por Antonio Mercero, escrito a cuatro manos con José Luis Garci a partir de un cuento de Juan José Plans y protagonizado por José Luis López Vázquez.
En la web de RTVE podéis ver esta obra maestra de poco más de media hora en la que un hombre queda encerrado en una cabina. Los que no intentan sacarle, en vano, se ríen de su angustiosa situación… hasta su desenlace, desasosegante, sólo inesperado al principio, que no tiene sentido que os cuente. Si la habéis visto, sabéis de qué hablo y si no… tenéis que hacerlo. Ahora.
Emitida en todo el mundo, La cabina fue una cosechadora de premios que empapó el imaginario popular español. Telefónica pidió a José Luis López Vázquez que rodara unos anuncios para demostrar que se podía salir, pues más de uno se lo pensaba varias veces antes de volver a encerrarse en una.
Y cuando dicha compañía dejó de ser un monopolio, uno de sus competidores emitió un anuncio en el que el mismo actor, que parecía haber estado encerrado durante años, salía por fin a un mundo de precios competitivos y agresivas ofertas telefónicas.
La cabina telefónica en la pequeña pantalla
Seguimos con la televisión porque este ejemplo es mucho más relevante de lo que podías llegar a imaginar. El mítico autor estadounidense Mel Brooks y el actor y guionista Buck Henry crearon en 1965 la serie Superagente 86, en la cual el agente Maxwell Smart (Don Adams) y su compañera, la agente 99 (Barbara Feldon), resolvían casos de espionaje a las órdenes de la organización CONTROL.
El serial empezaba con Smart atravesando numerosas puertas hasta llegar a una cabina que le succionaba hasta los cuarteles de la agencia.
¿Y por qué es tan relevante? Porque esta serie inspirará a Francisco Ibáñez a disolver la agencia de detectives de Mortadelo y Filemón y regalarles un contrato indefinido con Técnicos de Investigación Aeroterráquea, la TIA de toda la vida, vaya. Con permiso de Vázquez y su Anacleto, los mejores agentes secretos que ha dado nuestra cultura y sin duda los más populares.
Pero ya está bien, no tiene sentido seguir aplazando esto: Doctor Who. La mítica serie británica inició su andadura en 1963 y su seña de identidad ya se mostraba entonces: la nave del Doctor, la TARDIS, se disfrazaba de cabina de policía y, primero por tradición, luego por nostalgia, se quedó así mediante excusas argumentales.
Un momento, ¿cabina de policía? ¿No estamos hablando de cabinas telefónicas? Parece ser que aquí se necesita una explicación y es que las cabinas de policía inglesas contaban con un teléfono, de línea directa con la comisaría, y un espacio reducido en el que poder hacer trabajo de oficina, rellenando partes, o incluso encerrar a alguien a la espera de refuerzos para trasladarlo a la trena. ¿Cuenta como cabina? Claro, pero sus particularidades hacen que entre de refilón.
¿Quieres trabajo? Coge la llamada
De la televisión saltamos al medio más actual, el de los videojuegos. Y no con uno cualquiera, sino con una de esas franquicias que hacen subir las acciones de una compañía cuando se anuncia una nueva entrega.
Desde hace ya dieciséis años, la saga Grand Theft Auto vive en entornos tridimensionales, cada vez más detallados, en los que presentar una versión del mundo distorsionada, terrorífica si te pones a pensar en ella. El lema de cada nuevo juego es: ven por la historia, quédate por la inesperada diversión de ocasionar disturbios hasta que la policía te cace como un perro.
En sus dos primeras entregas y sus correspondientes ampliaciones, la cabina telefónica lo era TODO. Y cuando digo todo, es que el desarrollo de la trama, que se podía escribir en la esquina de una servilleta, dependía de ellas. Al descolgar el teléfono, se te asignaba la siguiente misión de exterminio y entretenimiento moralmente cuestionable.
Con el salto al sandbox, GTA prescindió de las cabinas excepto para misiones puntuales. El uso del teléfono móvil se extendió incluso a GTA: Vice City, la entrega ambientada en los 80, y las cabinas se quedaron como otro objeto susceptible de ser atropellado.
Despedida musical
Para acabar este artículo en lo más alto, ¿qué mejor que meterte el gusanillo en el cuerpo? Estoy seguro de que alguien con conocimientos musicales extensos podría crearte una lista en Spotify sólo dedicada al tema (es posible que ya exista, de hecho), pero como esto roza peligrosamente el tipo de tocho por el que Internet exige disculpas, me conformo con dos ejemplos destacados.
La primera muestra es internacional y no podía ser otra que Payphone de Maroon 5, un éxito de 2012 cuyo videoclip habrás visto un millón de veces, aunque espero que no: si de verdad lo has visto un millón de veces, has gastado nueve años de tu vida en ello.
En la letra de esta pegadiza canción en la que también interviene Wiz Khalifa, la cabina simboliza que el cantante se ha perdido en la tristeza de haber perdido su relación. O que su coche se ha averiado en el desierto y nunca es tarde para pedir ayuda, ¿quién sabe? ¡Es pop, la letra ni siquiera tiene que tener sentido!
Y me despido con La cabina de Pabellón psiquiátrico, como no podía ser de otra manera. Si eres menor, eso sí, mejor no escuches esta encomiable lección de civismo: en casi dos minutos, el grupo andaluz hace un listado de todos los lugares donde uno no debería hacer sus necesidades y la cabina es sólo el principio.
¿Echarás de menos las cabinas o eres de los que sólo se dan cuenta de que había una cuando te la quitan de en medio? ¿Alguna vez un millenial ha hecho uso de ellas? ¿Crees que puedes aportar algo a esta recopilación? No dudes en dejarnos un comentario aquí abajo o en el buzón de voz, ese engendro que, al contrario que las cabinas telefónicas, nos sobrevivirá a todos.
Foto | aussiegall
En Xataka Móvil | La cabina de teléfono no morirá nunca
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