El cine de animación pasa por una etapa especialmente productiva, algo a lo que también ayuda que el público responda de forma tan positiva a la mayoría de títulos que llegan a las salas. Eso también ayuda a que cada vez proliferen más las secuelas o títulos que en el fondo no dejan de ser pequeñas variaciones de lo que ya hemos visto en infinidad de ocasiones. Sale más rentable no arriesgar, pero el estudio Laika se resiste a caer en esa tentación.
La compañía detrás de ‘Los mundos de Coraline’, ‘El alucinante mundo de Norman’ y ‘Los Boxtrolls’ se ha basado hasta ahora por no tener miedo a probar cosas diferentes con las que seducir al público. Eso sí, ninguna de ellas ha alcanzado el nivel que exhibe ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’, una joya que recientemente ha comenzado su paso por los cines de medio mundo y que lo tiene prácticamente todo para ser una película ideal para cualquier amante del cine de animación.
Una propuesta ambiciosa
Uno de los aspectos que más llaman la atención a priori de ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ es una compañía asentada en Estados Unidos aborde una mitología claramente oriental, algo poco habitual en el cine animado occidental. El origen primigenio de esa inusual apuesta lo tenemos en Travis Knight, director de la misma, pero también presidente y CEO de Laika, ya que visitó Japón cuando apenas contaba con ocho años de edad y siempre quiso reflejar en pantalla la fascinación que sintió entonces.
Sin embargo, el germen inicial concreto de ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ surge de Shannon Tindle, un diseñador de personajes de Laika que propuso la idea cuando el estudio estaba centrado en la creación de ‘El alucinante mundo de Norman’. La propuesta de Tindle, centrada en contar la épica historia de un samurái a través de stop-motion, cautivó a Knight de una forma tan personal que decidió que era el material idóneo para su debut como director.
Además, la debilidad personal de Knight por la cultura japonesa le llevó a no escatimar en gastos para contratar a todo tipo de expertos -aunque no sólo para este punto, como veremos más adelante-. También realizaron un trabajo de campo extenso, algo que el ojo atento descubrirá durante los agradecimientos de los títulos de crédito finales con la mención a lugares como el Japanese Museum.
Además, procedieron a estudiar la obra de varios artistas japoneses, destacando la influencia en ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ de Kiyoshi Saitō. Todo ese trabajo previo no ya a la propia animación, sino al mero diseño de los personajes y los escenarios, llevó a Laika prácticamente tres años. ¿El motivo? Querían que todo se sintiera real, pero también parte de un universo propio que lograse conectar con el público y para ello se descartó cualquier tipo de atajo.
Un paso de gigante en términos de animación
Parece claro que la animación por stop-motion tiene una serie de limitaciones que le impide poder luchar de tú a tú en el apartado de realismo con otros títulos que están alcanzando tal grado de perfección que poco les queda para poder confundirse con una película en imagen real. Sin embargo, lo realmente importante no es ser real, sino establecer una serie de reglas y respetarlas para que el espectador se crea sin dudar lo que sucede en pantalla.
Ese es un aspecto cuidado al máximo en ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’, pero tampoco es óbice para que sus responsables se hayan propuesto ir todo lo allá posible con el stop-motion, parándose en ningún momento a pensar que había algo que era imposible de hacer. Para ello se optó, siempre que fuera posible, por construir ellos mismos tanto los personajes, a través de marionetas, como los propios escenarios.
La principal meta era ofrecer una visión estilizada del universo planteado y que al mismo tiempo fuera completamente verosímil. Por ejemplo, para las escenas acuáticas se contrató a David Horsley, que ya había demostrado su control de dicho elemento a través del uso del CGI en ‘La vida de Pi’, donde también tenía ese realismo casi mágico que Laika también buscaba aquí con esas secuencias.
En lo referente a los personajes, se crearon las maquetas tanto manualmente como mediante la utilización de impresoras 3D con una tecnología que aún se encontraba en fase experimental. De esta forma, ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ cuenta con la primera maqueta realizada de forma íntegra de esa forma, pero también se realizó un gran trabajo de orfebrería para hacer otras mediante papel origami. Hay espacio tanto para los últimos avances como para la pura artesanía.
Tampoco dudaron en utilizar otros materiales, como el plástico o la silicona, para que ciertos personajes tuvieran la cercanía y expresividad buscadas, aunque quizá aún más asombroso sea que incluso quisieron recrear manualmente ciertos elementos, como las propias escenas acuáticas supervisadas por Horsley, que luego fueron cambiados a través del uso del CGI. Así se consiguió que en todo momento se tuviera una idea clara de lo que se buscaba en cada escena y también para que luego se consiguiera una fusión perfecta de ambas técnicas.
Quizá el logro más llamativo de todos sea la enorme marioneta de un esqueleto, la más grande creada por ellos hasta ahora, que crearon siguiendo lo que habían aprendido en ‘Los Boxtrolls’ e inspirándose de forma reconocida en el trabajo realizado por Ray Harryhausen en ‘Jasón y los argonautas’. Medía la friolera de cinco metros y se utilizó una técnica de control de movimiento parecida a la de los simuladores de vuelo prestando especial atención a que su notable peso no hiciera que se viniera abajo.
¿Cómo solucionaron tan difícil empresa? Pues combinando la alta tecnología utilizada para mover el torso de la criatura con soluciones bastante artesanales: una serie de cables atados a las muñecas del esqueleto y al techo del set hacían de contrapeso, asegurándose de ello mediante la utilización de unos grandes cubos repletos de sacos de arena. Increíble pero cierto y el resultado luce de maravilla en pantalla.
Una aventura emocionante
Sin embargo, la proeza visual que es ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ no lo sería tanto de no contar con una historia que conectase con el público. Para ello se optó por el ya tradicional relato de un joven dando el paso hacia la madurez, algo que ya hemos visto en multitud de ocasiones y que, pese a todo, aquí cumple de maravilla su propósito al ser la última pieza de este fascinante puzzle e incluso se siente como algo nuevo, con voz propia.
Como es lógico, en el cine animado los actores pierden la faceta más física de su interpretación, tarea que queda encomendada a los animadores. Sin embargo, Laika fichó a un reparto de auténtico lujo para la versión original de la película, incluyendo a Charlize Theron, Matthew McConaughey -la primera producción animada en la que participa- o Rooney Mara con la finalidad de que la voz de los personajes también poseyera esa fuera dramática deseada.
Además, todos los personajes tienen unos rasgos muy particulares que reflejan tanto su estado de ánimo general como aquel por el que pasan en determinadas escenas. Quizá la mayor salvedad sean las siniestras hermanas que cuentan con la voz de Mara, ya que ahí lo que se buscó es que sus máscaras recordasen al teatro Noh, donde existe un tipo de ser que baja desde los cielos adoptando forma humana, siendo su cuerpo y lenguaje no verbal lo que ha transmitir emociones, y aquí lo logran.
En lo puramente narrativo, el guion de Marc Haimes y Chris Butler sobresale por su respetuoso e impecable acercamiento al folclore japonés para crear un universo propio y hacerlo de una forma mucho más accesible al público occidental que otras producciones animadas realizadas en dicho país. Una apuesta que podría haber desequilibrado la película, pero en su triunfo está lo que termina de llevar ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ a otro nivel’.
Imprescindible en todos los aspectos
Un repaso por todas las virtudes de ‘Kubo y las dos cuerdas mágicas’ nos deja que tiene una historia sencilla pero efectiva y muy cuidada por parte de sus responsables. Además, está situada en un fascinante universo repleto de imaginación plasmado de forma brillante por un trabajo de animación que no duda en utilizar diversas técnicas tomando como la base el singular encanto del stop-motion.
Todo ello aliñado además con personajes que se sienten reales y situaciones con un núcleo emocional con el que resulta casi imposible no encontrar detalles en los que uno pueda verse reflejado. A eso le añadimos el increíble cariño con el que ha sido realizada y el hecho de que no se haya hecho ninguna concesión de cara a obtener el mayor rédito comercial -algo que en el futuro podría suponer un problema para la continuidad de Laika- para así explorar al máximo toda su esencia.
Teniendo todo eso en cuenta, luego claro que existe la posibilidad de que haya gente a la que no le guste, porque es imposible encontrar película alguna que cumpla ese requisito, pero sobre el papel tiene los ingredientes para fascinar a cualquiera. Tanto niños como mayores y también a los que prefieran el cine animado occidental o los que tengan preferencia por el asiático con Ghibli a la cabeza encontrán motivos para disfrutar en este maravilloso cruce entre tantas cosas que hay que comprobarlo por uno mismo.
Imágenes | Collider, Screenrant
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