'Star Trek: Picard' no tiene ningún miedo en adentrarse en la nostalgia no solo con la obvia presencia de su protagonista, quizás el personaje más querido de la franquicia en claro empate técnico con los míticos Kirk y Spock de la serie original. Además, el tono de la aventura, los temas que trata e incluso la estética otoñal y apagada que propone van en esa línea de recuerdos de tiempos mejores (o más mitificados) para la marca.
'Picard', ya desde su mismo planteamiento (y su título), se centra en un personaje de la saga por vez primera, no en una tripulación, y no podría haber sido escogido uno más relevante. Kirk y Spock (dejando de lado las obvias imposibilidades para poner a protagonizar a cualquiera de los dos una nueva serie) están, quizás empañados de cierto halo nostálgico, pero también de una visión camp, ingenua y anticuada del universo Trek. Es decir, aquello que sigue haciendo tan adorable a la serie original. Pero Picard simboliza todo lo que tienen de vigentes las ideas de la serie que encabezó, 'Star Trek: La Nueva Generación'.
En esta ocasión se parte de un Picard retirado (en un guiño a la season finale de la última temporada de 'La Nueva Generación', donde veíamos a un -algo más naïf- Picard anciano que vive los últimos años de su vida en su campiña francesa...) tras una serie de terribles acontecimientos que le han hecho distanciarse de la Flota Estelar. Acude a él una chica que pide su ayuda, y aunque no es capaz de prestársela del todo, arranca con ello una trama en la que andan implicados romulanos, borgs y seres sintéticos, prohibidos desde una rebelión que nos explican por encima en el episodio.
De hecho, quizás eso sea lo peor del arranque de la serie: para acoger en su seno a no-trekkies, pero al mismo tiempo intentar complacer a los fans de toda la vida con guiños a su inmenso lore, 'Picard' cae en la sobreexplicación del punto en el que nos encontramos de la historia de 'Star Trek'. Y para ello echa mano de un recurso perezosísimo: los periodistas sobre-explicativos que confrontan a Picard con su pasado. Un recurso más bien poco elegante, pero que al menos cumple con su función de ubicar al espectador en un cosmos complejo, con razas enfrentadas a muerte y un protagonista que reniega parcialmente de su pasado.
Hay un trasfondo de cierta complejidad en la aparición de la chica, y sin duda es lo que da un tono especial, crepuscular, a la serie: la destrucción del sistema Romulano (y las reticencias a salvar a sus eternos enemigos por parte de la Federación, lo que lleva a Picard a enfrentarse a su antigua facción) y la rebelión de los sintéticos que conduce a la prohibición de los androides. Y con ello, Picard pierde a otro de los personajes icónicos de la franquicia, Data, que aquí aparece en ensoñaciones y pseudo-flashbacks, y que desde el primer episodio se nos deja claro que, aún muerto -y prohibido- tendrá un papel importante en esta última aventura del ex-capitán.
Estamos ante un tono post-apocalíptico, algo desencantado, que recuerda más a las películas de J.J. Abrams que a las series
Es decir, estamos ante un tono post-apocalíptico, algo desencantado, que recuerda más a las películas de J.J. Abrams que a las series y las películas clásicas, incluida 'La Nueva Generación'. No tiene nada de raro, porque con lo que trajina 'Picard' es con la línea temporal alternativa que inauguraron los largometrajes de Abrams, ambientados en el pasado remoto de Picard (con un Capitán Kirk dando sus primeros pasos en la academia), pero lanzando eventos al espectador que afectan, por primera vez, a hechos posteriores a 'Nemesis', la infravalorada película de 'La Nueva Generación'. Aún así, su línea temporal es la clásica, pero tiene en cuenta los sucesos de Abrams que la dividieron en dos.
Habrá que ir más allá de los primeros episodios de 'Picard' (hemos visto tres) para juzgarla con justicia, sobre todo teniendo en cuenta el viraje temático que dio la sorprendente 'Star Trek: Discovery'. De momento tenemos golosinas para fans, algún momento que quizás despiste a los profanos (como el sinsentido del cubo Borg ocupado por Tomulanos) y ese tono tranquilo, algo amargo, que acompaña al retiro del propio Jean-Luc Picard.
Picard: el humanismo futuro
Parte arqueólogo, filósofo, con tintes de político y, cómo no, capitán de la Enterprise, Picard es puro 'Star Trek'. Rebosa esa solemne seriedad de tantos personajes de la serie, pero a la vez, el tremendo humanismo y cercanía que define a las mejores tramas clásicas de la franquicia. Pese a su extraordinaria inteligencia, cree en el valor del equipo (de la tripulación en este caso) y es habitual verle solucionando los problemas que atenazan el futuro de la nave -y la humanidad- en comandita con sus compañeros. Está perfectamente definido por ese saberlo todo y, aún así, contar con quienes le rodean.
De entre todos los enemigos a los que ha hecho frente, si nos tenemos que quedar con alguno es con Q (habitualmente interpretado por John de Lancie), un ser omnipotente que apareció en 'La Nueva Generación' en 1987, en su episodio piloto, juzgando a la Humanidad en su totalidad y decidiendo si valía la pena que ésta siguiera plagando el espacio. Desde ahí aparecería en otras series como 'Espacio Profundo: Nueve' y 'Voyager', pero sus enfrentamientos con Picard son los más recordados.
Para Picard la Flota Estelar es el núcleo de su vida, y aplica con rigidez el código de conducta de la misma, combinado con su rígido sentido de la diplomacia e incluso del honor en la batalla. Que sobre el papel un personaje aparentemente tan estirado se haya convertido en uno de los más memorables de la serie se debe a la humanidad y cercanía -sin que nada de eso devaluara sus imponentes valores- que le inyectó la interpretación de Patrick Stewart.
Se puede decir que estos detalles de su personalidad permanecen en la nueva serie de Amazon Prime Video, aunque matizados y relativizados: la fidelidad a los valores de la Flota Estelar, que no a la Federación como organización; la responsabilidad, la humanidad, la amplísima cultura, conocimientos de historia y la aplicación de todo ello en su día a día; y por encima de todo, la interpretación de Stewart inyectándole una cercanía y empatía que pone al espectador de su lado ya en los compases iniciales del primer capítulo. Los matices vienen cuando sabemos que Picard ya no pertenece a la Flota, pero los motivos por los que se retiró son muy afines al personaje.
Si la serie será digna sucesora de 'La Nueva Generación' está por ver, aunque su tono es más bien de modesta coda. Stewart conoce sus limitaciones físicas, y parece cómodo en una serie donde hará más de la voz de la experiencia que de firme capitán al mando de una tripulación. 'Picard' es consciente de que no puede igualar las clásicas aventuras de la Enterprise en 'La Nueva Generación' y en saber hacer suyos los matices que da el paso del tiempo es donde podremos calibrar si ha triunfado.
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