Nota: Esta crítica del primer episodio de la segunda temporada de 'The Mandalorian' no tiene grandes spoilers, pero comenta por encima el argumento y la aparición de algún personaje. Si no quieres saber absolutamente nada sobre el episodio, vuelve después de verlo.
El regreso de 'The Mandalorian' parece espetar al espectador nada más arrancar "sabemos lo que has venido buscando". En cierto modo, esta temporada apunta a ser un auténtico carrusel de elementos que funcionaron en la primera entrega, desde cuestiones estéticas a personajes, pasando por elementos más orgánicos, como la estructura del episodio. Es un regreso poco arriesgado, sin grandes sorpresas pero que en esta primera entrega funciona a la perfección a la hora de calentar motores para una segunda temporada.
En esta ocasión, Mando busca a otros mandalorianos para que le ayuden a encontrar a la familia del Niño, al que en lo sucesivo llamaremos, por ejemplo, Baby Yoda. En su búsqueda regresa a Tatooine, un planeta icónico de la franquicia donde se desarrollaba buena parte de la primera temporada. En concreto, a la ciudad casi fantasma de Mos Pelgo, que tiene un problemilla con una gigantesca criatura de las arenas. Allí encontrará, manteniendo el orden, a otro mandaloriano. ¿O quizás no lo es?
El argumento, con solo este vistazo superficial, ya arroja unos cuantos elementos claramente heredados de la primera temporada. Baby Yoda, por supuesto. El planeta Tatooine. Y la presentación casi sin dar trasfondo del personaje, como un héroe de leyenda o, más bien, un antihéroe de western, que se mueve por territorios inhóspitos a bordo de su caballo / speedster, solucionando entuertos a cambio de una cama caliente y un plato de judías. O no exactamente, pero ya nos entendemos.
De hecho, la conexión con la mitología del western es más intensa en este episodio que en toda la anterior temporada: el cowboy solitario que ayuda a un pueblo desesperado es la punta del iceberg, pero la banda sonora que parece salida de un spaghetti-western lo refuerza, como lo hace el título del episodio ('The Marshal'), la presencia de una tribu de salvajes que acaban siendo aliados, el escenario del saloon, el duelo absolutamente canónico... demonios, si hasta hay un momento en el que suenan las espuelas de Mando cuando llega al pueblo (que, por supuesto, tiene la estructura clásica de dos hileras de casas y un pasillo central).
'The Mandalorian': fan-service de calidad
A veces esta intención de entregar al fan ni más ni menos que lo que sabe que puede esperar puede resultar un poco antinatural. La presencia de Baby Yoda como un convidado de piedra a una aventura de la que perfectamente podría estar ausente es la mejor prueba: cada acción en la trama tiene su correspondiente plano de reacción del adorable personaje, escondiéndose en un jarrón o simplemente parpadeando estupefacto. Y sobre todo, preparado para la avalancha de gifs. Por supuesto que es encantador, y sigue siendo un hallazgo, pero Disney+ ya no oculta sus intenciones.
Queda claro que la primera temporada de 'The Mandalorian' encontró sus virtudes un poco por casualidad, pero eso fue lo que les permitía revelarse de forma más orgánica y natural. Aquí los ingredientes aparecen de forma más robótica, aunque es cierto que el resultado es ridículamente efectivo: el episodio autoconclusivo, las frases lapidarias a lo "Wherever I go, he goes", un ring de combate inicial que funciona como réplica de la siempre favorita de los fans taberna de Mos Eisley...
Esta falta de naturalidad funciona como funciona Baby Yoda: es tan adorable, que a estas alturas poco importa que sea un número en una ecuación. De ese mismo modo, los hallazgos en este episodio escrito y dirigido por Jon Favreau brotan de forma espontánea: el dragón al que se enfrentan los héroes, de aspecto más similar a una ballena que a los en principio más obvios gusanos de arena de 'Dune', las costumbres y personalidad de los Moradores de las Arenas, el personaje del Marshal -excelente encarnación de Timothy Olyphant- y su enrevesada historia de cómo consiguió una armadura mandaloriana...
Y sobre todo, el punto fuerte del episodio, simbolizado en el momento en el que los habitantes de la infame aldea vitorean al equivalente holográfico de un gif de la segunda Estrella de la Muerte estallando. Al tender ese puente hacia la historiografía oficial de la saga, hacia "lo importante", 'The Mandalorian' deja claro que lo que le interesa es fijarse en los que no son los héroes principales de la historia galáctica. Las razas perdidas en las esquinas de los planetas, con sus rutinas, sus costumbres y sus a menudo miserables vidas, y con existencias que no consisten en derrocar un imperio.
La primera temporada de 'The Mandalorian' nos enseñó las miserias de los stormtroopers haciendo guardias, o puso a ras de suelo a los aventureros, perdidos en planetas menos espectaculares que los de las películas, y este episodio apunta en una dirección similar para la segunda temporada. Es una buena idea y una estupenda forma de diferenciarse. Solo queda desear que lo consiga distanciándose del apabullante éxito que le precede y sus inevitables deudas con los fans.
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