Intel y AMD han puesto toda la carne en el asador. Los microprocesadores que nos proponen estas dos compañías para el curso 2022-2023 nos entregan un incremento del rendimiento muy notable frente a sus predecesores, aunque a los usuarios nos interesa no pasar por alto que también disipan más energía en forma de calor. Y, como cabía esperar, esta característica está disgustando a muchos potenciales compradores.
Para rizar el rizo, durante las últimas semanas varios medios, y también algunos usuarios, han identificado anomalías de rendimiento en las que están involucrados los nuevos procesadores Ryzen 7000 de AMD con microarquitectura Zen 4. Estas incidencias describen un rendimiento inferior al esperado en algunos juegos, así como una disparidad de la productividad entre Windows 10 y 11 que en principio no debería producirse.
Esta no es en absoluto la primera vez que una nueva hornada de procesadores arroja anomalías de rendimiento en algunos escenarios de uso. Y, afortunadamente, los usuarios no tenemos motivos de peso para preocuparnos. La implementación de una nueva microarquitectura puede requerir la introducción de algunas modificaciones en determinadas aplicaciones para que los nuevos procesadores puedan entregarnos lo mejor de sí mismos. Y esto es, precisamente, lo que parece estarles sucediendo a los nuevos Ryzen 7000.
AMD ya ha respondido. Y su mensaje es tranquilizador. Y razonable
AMD ha hecho lo que debe hacer: no ignorar el toque de atención que le han dado algunos medios y usuarios. Eso sí, en su mensaje asegura que por el momento sus técnicos no han conseguido reproducir esa variación del rendimiento anómala en algunos juegos que están experimentando algunos usuarios. Aun así, no descarta que este fenómeno realmente se esté produciendo, y lo explica de esta forma:
Son muchos los factores que condicionan el rendimiento de los videojuegos, como son el motor del propio juego, la arquitectura de la CPU o la elección de una determinada GPU o memoria principal. Cuando una nueva microarquitectura llega al mercado a menudo identificamos anomalías del rendimiento que deben ser subsanadas por los fabricantes de componentes, o bien por los desarrolladores de videojuegos. Este fenómeno no es nuevo. Y tampoco es inesperado.
Tiene sentido. Una nueva microarquitectura puede entregarnos un incremento del rendimiento sustancial en algunas aplicaciones, pero también cabe la posibilidad de que en otras su productividad sea inferior a la que nos propone su predecesora. Tanto Intel en sus procesadores Core de 13ª generación como AMD en sus nuevos Ryzen 7000 han implementado una nueva microarquitectura, por lo que es probable que durante los próximos meses los usuarios identifiquemos más anomalías de rendimiento en las que pueden verse involucrados estos chips.
En cualquier caso, como acabamos de ver, no tenemos motivos para preocuparnos. Los fabricantes de hardware pueden resolver algunas de estas anomalías refinando el firmware de sus componentes, y, como asegura AMD en su comunicado, los desarrolladores de software también pueden intervenir introduciendo en su código las modificaciones necesarias para sacar el máximo partido posible a las mejoras implementadas en los nuevos microprocesadores. No tenemos por qué alarmarnos. Con toda probabilidad muchas de estas anomalías serán resueltas a medida que sean identificadas.
Más información: AMD
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