En 1960 se detectó un sonido extraño bajo las aguas de la Antártida. No solo seguimos sin respuesta: se está multiplicando

El sonido, identificado como "algo muy parecido el graznido de unos patos", sigue siendo un enigma insondable

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Muchos de los misterios de la ciencia suelen tener relación con los sonidos que no podemos identificar. Ahí están todas esas ráfagas de radio en el espacio como uno de los grandes enigmas del cosmos, pero si bajamos a la Tierra, también tenemos historias para subirnos a la nave del misterio, especialmente bajo el mar. Allí, un sonido lleva repitiéndose desde 1960 en el Pacífico, y nadie acierta a descifrarlo.

Patos hablando. Desde su primer registro en las aguas antárticas en 1960 a través de submarinos de clase Oberon, el misterioso sonido conocido como Bio-Duck ha intrigado a los científicos durante décadas. Este ruido, similar al graznido de un pato, pero con un tono mucho más profundo y resonante, se repite de manera característica en diferentes regiones del océano, especialmente en enclaves como Australia, Nueva Zelanda y la Antártida, incluso durante un análisis acústico en la Cuenca de Fiji Sur en 1982.

Aunque en 2014 parecía haberse identificado su vínculo con las ballenas minke antárticas (Balaenoptera bonaerensis), el caso acaba de dar un giro inesperado. Un grupo de investigadores ha dado con sonidos similares registrados en áreas donde no se avistaron estos cetáceos, lanzando una nueva teoría.

La naturaleza biológica del sonido. Ross Chapman, experto en acústica oceánica de la Universidad de Victoria en Canadá, ha estudiado el fenómeno desde 1986. Según el propio Chapman, los datos recopilados a lo largo de décadas indican que el sonido es claramente de origen biológico. Inicialmente, la repetitividad del ruido generó dudas, pero con la evolución de las herramientas acústicas, se identificaron patrones que apuntan a animales marinos como los responsables.

El equipo de Chapman ha revelado que los sonidos parecen ser parte de una interacción organizada. Los análisis muestran que varios emisores generan estos ruidos desde distintas ubicaciones, alternando entre "hablar" y "escuchar", lo que sugiere un comportamiento similar a una conversación. Chapman y su equipo creen que estos patrones de emisión y respuesta son deliberados, pero el propósito de estos "diálogos" sigue siendo un misterio.

Descubrimiento e implicaciones. El sonido se grabó inicialmente en las aguas antárticas y más tarde frente a la costa occidental de Australia en 1982, luego continuó apareciendo en muchos más enclaves. En aquellos inicios los investigadores emplearon una antena acústica equipada con hidrófonos para rastrear el origen del Bio-Duck.

Este sistema permitió afinar la dirección de los sonidos y reveló un tesoro de información sobre diversas emisiones acústicas en el océano, incluidas las de mamíferos marinos. Avances todos que consolidaron la teoría de que múltiples criaturas marinas, quizás ballenas minke antárticas, eran los emisores.

Una “charla” marina. Aunque el Bio-Duck está asociado principalmente con las ballenas minke antárticas, no está claro si otros cetáceos también generan sonidos similares. En teoría, así debería ser después de descubrirse los sonidos en otras áreas donde no se encuentran estas criaturas. Más intrigante aún es la función de estos ruidos. 

Chapman especula que podrían estar relacionados con la comunicación entre individuos, ya sea para coordinar actividades, enseñar a las crías o incluso compartir información sobre su entorno. Sin embargo, otra vez, todas estas hipótesis carecen de confirmación científica.

Leviatan. Lo cierto es que, a pesar de los avances, la pregunta sobre qué “discuten” unas criaturas marinas desde 1982 permanece sin respuesta. Chapman, por su parte, bromea diciendo que podrían estar hablando sobre comida, cuidando a sus crías o simplemente comentando la presencia de un barco científico en los alrededores.

Una cosa sí parece meridianamente clara: el fenómeno subraya lo poco que conocemos todavía sobre la comunicación marina y deja abiertas las puertas para futuras investigaciones que puedan desentrañar este fascinante "diálogo". Mientras tanto, la conversación subacuática de estos “leviatanes” permanece como un enigma insondable.

Imagen | Ross Chapman

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