Cuando hablamos de "pata negra", hablamos de una concatenación de elementos realmente única: no solo son cerdos de raza pura ibérica, sino que son alimentados en las dehesas a base de bellotas y pastos. Es decir, no solo es biología, es ecología. No se pueden recrear porque nuestra tecnología climática no llega a tanto. De momento.
Y digo "de momento" porque si bien es cierto para animales terrestres, cuando hablamos de peces la cosa cambia. En los últimos años, nuestra tecnología para recrear ecosistemas acuáticos está tan avanzada que es posible que dentro de poco dejemos de hablar del esturión del Mar Caspio, las gambas rojas de Garrucha o las quisquillas de Motril: todo el pescado que queramos se podrá criar en piscinas con ecosistemas controlados a la perfección. Y no, no es el argumento de una serie de ciencia ficción.
Un caladero en mitad de la meseta. En Medina del Campo, en mitad de un seco páramo a más de 300 kilómetros del mar más cercano, Noray lleva años cultivando langostinos españoles de primera calidad y con un sistema 100% sostenible. ¿Cómo es posible?
Una tecnología propia. Aunque durante años hemos oído hablar de Sistemas de Recirculación Acuícola; es decir, de tecnologías que permiten cultivar peces en tanques en lugar de en estanques abiertos al aire libre mediante el uso de sistemas de recirculación y filtrado que limpian el agua y la reciclan. Estos sistema son ya parte del pasado. Son sistemas muy populares porque favorecen la cría de peces en altas densidades, sí; pero como demuestran los desarrollos de Noray aún había mucho por hacer.
¿De dónde salen los langostinos? Aunque las instalaciones son caras y la tecnología secreta, la parte más sensible a la hora de empezar el trabajo es encontrar proveedores de larvas autorizados. La legislación europea es muy estricta y, aunque al principio, las de Medina del Campo venían de larvas compradas en Isla Morada (en Florida, EEUU), ahora han conseguido cerrar el círculo, resolver el círculo y convertirse en sus propios proveedores.
Un mercado voraz. España consume 170.000 toneladas de langostino cada año. El 95% es congelado y viene de países como China, Vietnam, Marruecos, Colombia, Ecuador o Tailandia a precios que oscilan entre los 8 y 10 euros el kilo de precio de venta al público. Encontrar langostino fresco es una tarea mucho más complicada y, por ello, su precio por kilo puede alcanzar los 45 euros.
Sin embargo, esto no parece un obstáculo para un mercado europeo hambriento. La empresa, ahora mismo, está destinando el 70 por ciento de su producción a Austria y Alemania; y ya planean duplicar el tamaño de sus instalaciones. Es un buen ejemplo, todo parece apuntar que las granjas de este tipo van a marcar el futuro de la acuicultura.
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Imagen | Etienne Girardet
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