Que si el campo necesita lluvia, que si demasiada lluvia colapsa las ciudades, que el calor cada vez llega antes y se va después... Estamos tan acostumbrados a pensar sobre la meteorología de una forma pragmática que, a menudo, se nos olvida una de las cosas más curiosas que puede producir: la belleza.
Una calle de vórtices en mitad del océano. Uno de los últimos ejemplos de esto ocurrió hace pocos días cerca de las islas Canarias. El 16 de junio, el programa Copernicus captó una serie de "remolinos de nubes retorcidas [que] recuerdan a 'La noche estrellada' de Vincent van Gogh". Es una imagen fascinante: la de las calles de vórtices de von Kármán.
Fascinante, sí; pero no es nada especialmente extraño. De hecho, las islas Canarias es uno de los sitios del mundo donde es más sencillo ver cómo la atmósfera se organiza en forma de estas largas cadenas de vórtices que tienen el nombre del físico húngaro que logró explicarlos, Theodore von Kármán.
En esencia, estos patrones se forman en situaciones en las que un flujo de fluido (en este caso, el aire de la atmósfera en movimiento) se ve perturbado por un objeto aislado. "Mientras se desvían los vientos alrededor de estas áreas altas, la perturbación en el flujo corriente abajo se propaga en forma de vórtices que alternan su dirección de rotación", explicaba el meteorólogo Martín León.
Canarias, paraíso meteorológico. Por que... ¿qué son, a nivel geológico, las islas Canarias sino una serie de picos aislados en mitad de una de las corrientes de aire más persistentes del océano? Eso ha hecho que, durante años, los satélites hayan ido captando este tipo de formaciones. En realidad, esta imagen de Copernicus ni siquiera es la más espectacular.
Personalmente, una de mis favoritas es esta que el satélite Terra de la NASA captó el 20 de mayo de 2015: varios vórtices de nubes se arremolinan a sotavento de las islas Canarias y Madeira.
O, si nos alejamos de Canarias, esta calle de vórtices de Kármán alrededor de las islas Juan Fernández en Chile me parece realmente increíble. Primero porque es casi perfecta y segundo porque es preciosa.
Volver a la belleza. Como decía al principio, a menudo estamos tan centrados en las consecuencias prácticas de los rarísimos fenómenos que estos años nos están trayendo, que se nos olvida mirar al cielo como una fuente de imágenes fascinantes.
Y es una pena, sobre todo, porque las tenemos muy a mano: somos nosotros mismos.
Imagen | Copernicus
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