"¡Hola! Lamentamos informarte que actualmente estamos experimentando una falta de abastecimiento de harina". En los últimos días, el CM de Nestlé España no ha dejado de copiar y pegar este mensaje en redes sociales. ¿El motivo? Las decenas de quejas ante la falta de obleas de empanadillas en los supermercados españoles.
Y no es una oblea de empanadilla cualquiera. Al contrario. Aunque mucha gente no lo sepa, Nestlé es el dueño de las obleas de empanadillas más consumidas del país: las de La Cocinera. El producto tiene tal salud, que cuando el gigante alimentario suizo vendió La Cocinera a Findus en 2015, se quedó con las empanadillas.
Ahora las comercializa bajo marca Buitoni, pero mantiene el mismo diseño que antes: frente a los rojos, verdes y blancos de la marca italiana, las empanadillas siguen siendo teniendo su característica silueta blanca sobre fondo azul.
Por esa razón, la desaparición de las empanadillas de los lineales españoles está siendo todo un rompecabezas y solo hace falta ir a cualquier red social y buscar decenas de personas quejándose de que no son capaces de encontrarlas.
Una desaparición que va para largo... "Por esta razón, hemos tenido que suspender temporalmente la fabricación y venta de nuestras obleas durante tres meses y Minipizzas BUITONI durante un mes", continúan desde la empresa terminando de explicar el entuerto.
Sin embargo, la respuesta de Nestlé ha suscitado muchas preguntas. La más evidente es... ¿cómo es posible que un gigante alimentario de este tamaño esté sufriendo desabastecimiento? ¿Hay problemas para encontrar harina de calidad? Más aún, ¿estamos hablando de algo que va más allá de las empanadillas y minipizzas? Es decir, si estamos ante una verdadera crisis de la harina.
La guerra, ¿de nuevo? Porque cuando hablamos de harina es inevitable hablar de Ucrania. Durante años, el país eslavo fue uno de los grandes graneros del mundo. En 2021, Kiev era el mayor exportador de aceite de girasol (50% de las exportaciones mundiales), el tercero más grande de cebada (18%), el cuarto de maíz (16%) y el quinto más grande de trigo (12%). Es decir, 11.500 millones de euros.
Por eso, la invasión rusa cortocircuitó el mercado global de aceites y harinas. En abril de 2022, las exportaciones básicamente desaparecieron. Sin embargo, poco a poco se fueron recuperando las exportaciones. Primero por tierra hacia la Unión Europea y, después, gracias a la Black Sea Grain Initiative, vía mar. El problema es que, en julio del 23, la iniciativa volvió suprimirse.
Y subió el precio. Precisamente en verano de 2023 los precios de los productos derivados de la harina se dispararon tanto que las protestas (y los boicots) en Italia estuvieron a la orden del día. En esencia, la industria molinera italiana se encontraba ante el mismo problema que el olivo español: los precios de las materias primas se disparaban hasta tal punto que no se podían trasladar esas subidas al consumidor sin destrozar el mercado.
En los últimos meses, la industria italiana ha tenido que adaptarse a toda prisa y con un éxito desigual. Esto seguramente afectó a la harina con alto nivel de gluten (triple cero), la necesaria para muchos productos italianos y, también, para las empanadillas. Pero, a priori, la situación no ha dejado de mejorar.
Es verdad que, si hacemos caso a los datos del Internacional Grains Council, en los últimos meses el trigo ha sufrido un pequeño repunte, pero nada de esto parece sugerir una "crisis de la harina" a nivel internacional. Sobre todo, teniendo en cuenta que durante los peores momentos de la crisis ucraniana sí que estaban estos productos en los supermercados.
En resumen: no parece que haya un gran problema de fondo. De hecho, en El País han preguntando a varios fabricantes de empanadillas y todos han mostrado su sorpresa por el movimiento de Nestlé. Les falta información, claro. Nos falta a todos porque, según parece por ahora, es un problema interno. Puede deberse a una rotura de stock, a problemas de rentabilidad, a los futuros o a algún tipo de problema derivado de los últimos años que ha desembocado en esto.
No obstante, a corto plazo no parece que vayamos a tener una verdadera crisis de la harina. Y menos mal. Suficiente tenemos con tener que hacer las empanadillas con masa de gyoza.
Imagen | Monica Grabkowska
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