En el triángulo que conforman Albarracín, Molina de Aragón y Cuenca solo hay un puñado de almas, ríos color turquesa, pinares infinitos y picos que arañan el cielo a 2.000 metros de altura. Eso y silencio.
Un silencio tan denso, tan extraño, tan luminoso que acaba de ser reconocido como uno de los lugares más silenciosos del planeta.
La “Laponia española”. Lo de "un puñado de almas" no es una licencia poética: en el entorno de los montes Universales, hay una extensión de terreno que dobla el tamaño de Bélgica que tiene la densidad de población de Laponia o las Highlands escocesas. Un lugar en el que, "si llegas a un pueblo que parece tener unos 100 habitantes, cabe la posibilidad de que tarde o temprano puedas pasar 100 kilómetros sin ver a nadie".
Esto, en un continente en el que "al menos uno de cada cinco europeos está expuesto a niveles de ruido que se consideran perjudiciales para la salud", es casi un milagro.
O, más que un milagro, un recurso. De eso se dió cuenta en 2022 Ernesto Pastor, un ingeniero de telecomunicaciones turolense que, unos años antes, había puesto en marcha Montañas Vacías, una ruta ciclista por el corazón de los montes Universales.
Pastor se dio cuenta de que, una y otra vez, en las conversaciones con los viajeros que acababan la ruta salía la misma palabra: “el silencio”. Es más, muchos le decían que ese pedalear en silencio había sido “una de las experiencias más enriquecedoras de sus vidas”.
Pensar en ese silencio como un recurso suponía “hacer de la necesidad, virtud”. Pero ponía muchas preguntas (y retos) encima de la mesa.
Quiets Parks. Justo por aquel entonces, Pastor descubrió a Gordon Hempton, un tipo que recorría EEUU con una furgoneta y una grabadora para encontrar lugares en los que hubiera silencios de más de 15 minutos sin interrupciones de ruido de origen humano.
Tras años investigando, Hempton llegó a la conclusión de que ese tipo de “silencios de más de 15 minutos eran extremadamente poco habituales en EEUU, y prácticamente imposibles en Europa, excepto algunas regiones al norte de Finlandia y Noruega”.
Pastor sabía que eso no era así (en Montañas Vacías aquello era “el pan nuestro de cada día”). Pero, más allá de eso, la investigación de Hempton le hizo darse cuenta de que “ese recurso que empezaba a explorar era mucho más valioso de lo que imaginaba. Tal vez este lugar escondía un tesoro que apenas estábamos valorando o conservando. Había que hacer algo”.
¿Cómo proteger el silencio? Acto seguido, Pastor compró una grabadora y se puso a registrar esos paisajes sonoros. Con los años la conservación del patrimonio sonoro se ha convertido en una de sus obsesiones.
Sobre todo, porque “la protección del silencio en los últimos entornos en los que aún podemos encontrarlo tiene efectos que van más allá del aspecto acústico. Es una de las herramientas más potentes para el cuidado de nuestros entornos naturales, pero también para el cuidado de nosotros mismos”, decía Pastor hace unas semanas.
Usar el turismo a nuestro favor. Se trataba, al final, de implementar un modelo turístico a contracorriente en “pueblos que no han visto un turista en la vida” y “zonas que tienen menos de un habitante por kilómetro cuadrado”: uno que permitiera conservar esos paisajes sin condenar a las regiones que los albergan al olvido, la marginación y el éxodo. La gran cuadratura del círculo: un intento por controlar a ese Leviatán que es el turismo y ponerlo a jugar a nuestro favor.
El trabajo ha dado sus frutos. El 1 de mayo de este año, Quite Parks otorga a Montañas Vacías el status de ‘quite trail’. Es el segundo lugar reconocido por la asociación después del Parc del Montnegre i el Corredor en 2021.
Es decir, la España Vacía ha sido reconocida como uno de los lugares más silenciosos del mundo occidental. Y eso, tras décadas de fracaso para combatir la despoblación, quizás es una de las pocas cosas que podemos estar seguros de que va a continuar así.
Imagen | Mike Kotsch
En Xataka | Esta es la habitación más silenciosa del mundo. Nadie es capaz de aguantar una hora en ella
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