Hace unas semanas, las autoridades daban el visto bueno a una de las compras corporativas más grandes del año y en Leverkusen ya preparan los 66.000 millones de dólares (más de 53.300 millones de euros) que va a costar la compra Monsanto. Cuando se consume la compra, como ya habíamos apuntado hace dos años, Monsanto habrá muerto.
Porque si algo sabe Bayer es que Monsanto es una de las marcas con peor imagen corporativa del mundo. Durante años, entre manifestaciones y protestas, el gigante norteamericano ha sido la bestia negra del ecologismo. Hay muy pocas empresas con una imagen pública tan quemada ante la opinión pública. Por eso no sorprende que Bayer haya decidido prescindir de ella.
El nacimiento de un gigante
Solo se salvarán algunas marcas comerciales que, por su popularidad, mantendrán su nombre. El resto de la empresa desmembrada, vendida o integrada en la matriz alemana desaparecerá como la conocemos. Esto es importante porque no debemos olvidar el escenario en el que se consuma esta compra.
Tras años de bajadas continuadas de los precios agrícolas a nivel mundial, la presión por “ganar escala y reducir ineficiencias” ha llevado a una auténtica carrera por reorganizar el mercado: Syngenta apostó por unirse con ChemChina, Dow por fusionarse con Dupont y BASF busca reorganizarse para sobrevivir al tsunami (una reorganización que, como veremos, conlleva quedarse con parte del conglomerado de Bayer-Monsanto).
Porque, como parte de las exigencias de las autoridades europeas y norteamericanas, con la marca de Monsanto se irán 9.000 millones de dólares, 6.000 de los cuales son de la división de semillas y herbicidas Liberty que comprará la también alemana BASF, otro de los grandes jugadores del mercado agroquímico internacional, para obtener el visto bueno del regulador.
Lo que no se pierde en el acuerdo de Monsanto-Bayer es el negocio de digitalización del campo. Al final, Bayer ha conseguido la autorización para mantener Climate Corporation. La empresa californiana (propiedad de Monsanto) destinada a coordinar los esfuerzos de digitalización de la nueva compañía.
La fusión reforzará al nuevo gigante en un tema clave. Algo fundamental porque todo parece apuntar que la transformación digital del mundo agrícola está a punto de cambiar para siempre los campos de todo el mundo. Un cambio en el que, por primera vez en décadas, no estará Monsanto.
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