Ha llovido. Ha llovido mucho. En algunas zonas se puede decir que ha llovido incluso demasiado. Tanto es así que el sureste de la Península, el punto más árido del continente, se ha convertido durante un breve espacio de tiempo en el más lluvioso.
Y, sin embargo, sus efectos han sido escasos. Pese a que las DANAs llevan campando a sus anchas en la península desde la semana pasada, el estado de los pantanos sigue empeorando.
Como agua de mayo. Con los datos actuales en la mano, solo un puñado de cuencas han mejorado los porcentajes de agua embalsada. Habrá que esperar un poco más para que las métricas recojan los últimos coletazos de las tormentas de los últimos días, pero a nivel global la situación ni siquiera se contiene.
Nadie esperaba que estas lluvias, por muy intensas que fueran, solucionaran una sequía estructural que lleva agotando las reservas hídricas del país desde hace casi 10 años. No solo porque muchas de estas lluvias iban a concentrarse en las zonas medias y bajas de las cuencas (lejos de los grandes embalses), sino porque llegaban tarde para muchos cultivos.
No para todos, claro. Toda vez que se ha confirmado que la cuenca del Almanzora ha podido 'burlar' los principales daños, la almendra almeriense parece que se va a beneficiar de las lluvias. No obstante, esto es (y nunca mejor dicho) una gota de agua en una tormenta. Las reservas del país han pasado del 39.9% al 39.3%.
Las cifras. Es cierto que las cifras han mejorado en la cuenca del Cantábrico Occidental, en la interna del País Vasco y el Cantábrico Oriental y, muy tímidamente, la del Tinto, el Odiel y el río Piedras. En esta última se ha pasado del 33.0% al 33.2%.
Por el otro lado, las cuencas del Guadalquivir, el Ebro, el Duero, el Tajo, el Guadiana y el Guadalete-Barbate pierden agua embalsada. Es cierto que, sobre todo por la bajada de temperaturas, las pérdidas de agua se han ralentizado. De cara al verano es una buena noticia, aunque está lejos de ser la que estábamos esperando.
Esperando a la tormenta. Como decíamos hace unos días, los modelos hablan de una verdadera oleada de DANAs entrando en el país. Algunas serán pequeñas, como la que cruzará España el viernes, pero esperamos que su efecto agregado empiece a cambiar la tendencia a la baja de los embalses.
Es virtualmente imposible que estas lluvias resuelvan la sequía, pero toda ayuda será buena. Sobre todo, porque a pocos días de que se produzcan las elecciones municipales, aún hay muchos planes de contención hídrica que aún no se han puesto en marcha (aunque los datos lo hubieran aconsejado). El verano se espera duro y necesitaremos cada gota que pueda caer.
Y esperemos que sea mucha. Porque a la situación actual, hay que sumar el efecto de El Niño. Es cierto que, entre los pocos efectos que tiene sobre la península el fin de La Niña, debería exponernos más a las lluvias del Atlántico, peor no hay nada seguro.
Al fin y al cabo, Niña y Niño parecen que están cambiando. No sólo es que se hagan más intensos y frecuentes; sino que, en un mundo más cálido, sus efectos finales son aún una incógnita. Y con la suerte que estamos teniendo, cuantas menos incógnitas mejor.
En Xataka | Los largos periodos de sequía van a ser cada vez más y más normales. Es hora de acostumbrarnos a ellos
Imagen | Xataka con MidJourney
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