En una escena famosa de los Simpson, los habitantes de Sprinfield tienen que trasladar la ciudad a ocho kilómetros porque la desastrosa gestión de Homer Simpson como comisionado de basuras ha convertido el emplazamiento original en un basurero. Pues lo mismo, pero con enormes torres de pisos, chiringuitos y tiendas de souvenirs subiendo por la A2 y la A7 camino de la cornisa cantábrica. Y no por la basura, no: por el calor.
Así serían los Simpson si Springfield estuviera en la costa del Mediterráneo. Así será el futuro que nos va a tocar ver.
De hecho, así parece que está siendo el presente. Al menos eso es lo que afirmaba el año pasado Daily Mail: que las agencias de viajes británicas han advertido "una disminución en las reservas a España e Italia con el fin de evitar el calor abrasador". Sus fuentes hablan de una bajada del 10% de junio a noviembre de 2022. No es el único indicio del problema. En un informe del año pasado, CaixaBank Research también encontró que "el interés por viajar a España bajó fuertemente en el Reino Unido en el mes de junio" de 2023.
De hecho, se situó un 12,5% por debajo de lo esperado.
Pero, ¿es por el clima? Aunque las conclusiones de una encuesta de la European Travel Commission (ETC) dejaba ver que el 76% delos viajeros europeos están adaptando sus hábitos por la crisis climática, los informes más centrados en España no terminan de "mojarse".
El de CaixaBank Research, por ejemplo, no habla de problema climático. En el análisis se explica que, por un lado, tenemos los problemas macroeconómicos del Reino Unido, la fuerte subida de tipos y los apuros de la libra esterlina; por el otro, tenemos la presión de los competidores. Turquía, Grecia y Portugal "están siendo más competitivos a la hora de captar la demanda británica".
¿Entonces? No obstante, sí hay indicios que indican que la preocupación por el calor no está tan desencaminada. Para empezar la encuesta de ETC dice que el 33,7% de los europeos afirma evitar lugares en los que pueden producirse fenómenos meteorológicos extremos y el 17,3% descarta las regiones que resultan demasiado cálidas. Y eso, curiosamente, está empezando a notarse.
Al norte. A nivel internacional, Tom Marchant, cofundador de Black Tomato, decía en la CNBC que los "destinos escandinavos como Finlandia, Noruega, Suecia e Islandia están experimentando un aumento pronunciado". En concreto, se ha registrado un aumento del 37% con respecto al año pasado.
A nivel nacional, Ricardo Fernández, director general de Destinia, explicaba en 20 minutos que, pese a que las reservas de los turistas domésticos han crecido un 7% en Galicia y el Cantábrico, en el resto del país ha caído un 4%. Usando los datos de Expedia Group, El Economista publicaba que "las búsquedas de casas de vacaciones en lugares populares como la Costa Blanca, la Costa Brava y Mallorca se mantuvieron estables de junio a julio, pero el interés por el alquiler de casas aumentó en el norte de España".
Las consecuencias están a la vista. De hecho, si hacemos caso a las reacciones en redes sociales, se está notando mucho. Sin llegar a los problemas del Mediterráneo o Canarias, las críticas sobre la masificación en el norte están a la orden del día y, aunque (como veremos) las cifras no están plenamente desarrolladas, Asturias, sin ir más lejos, parece que va a cerrar el año en récord y en los últimos años ha vivido un proceso muy intenso en el desarrollo de las infraestructuras turísticas (con más de 13 rutas aéreas internacionales de creación reciente).
No obstante, los datos no son redondos para los empresarios. El Principado no llega a ocupaciones del 50% (algo que sí consiguen Cantabria y el País Vasco, aunque por la mínima) y la patronal de Hostelería y Turismo en Asturias (Otea) ha reconocido que las cifras son peores de las esperadas. En el último año, los datos han mejorado.
Releasing Leviathan. Es decir, lo que queda claro es que, mientras el interés turístico crece y las infraestructuras turísticas se desarrollan lentamente, al sector le queda muchísimo camino por recorrer. La pregunta que podemos hacernos ahora y que no pudimos hacernos en los 60 es... ¿cuál es exactamente ese camino?
El turismo no puede crecer sin infraestructuras turísticas porque la "sobreturistificación" se convierte rápidamente en un problema que genera problemas a nivel local. Pero hacer esas infraestructuras turísticas no es una decisión neutral, ni inocua. Al fin y al cabo, para un país con el atractivo como el de España, es una fuente de ingresos relativamente fácil de desarrollar. Pero conlleva apostar por una industria de bajo valor agregado: una que, además, se ha mostrado muy difícil de contener.
Una 'reconversión' que lleva décadas pendiente. Desde las reconversiones industriales de los 80, el norte de España ha estado en una situación muy compleja. Son regiones que pasaron de tener estructuras socioeconómicas muy sólidas, ricas y productivas a estar virtualmente en el aire. Eso ha tenido consecuencias. Hay quien habla ya de "la tercera gran despoblación".
Apostar por el turismo tiene sentido, pero (como digo) no es una vuelta a los buenos tiempos. Por muchas razones, sí. Pero, sobre todo, porque "los salarios medios de los diferentes sectores industriales en España, se mueven entre 28.000 euros/empleado de media en sectores manufactureros hasta los 54.000 euros/empleado al año en los energéticos. Si vamos a los servicios, si exceptuamos los financieros, se mueven entre los 15.000 euros y los 28.000 euros. Prácticamente la mitad". Serán otros tiempos: igual los mejores que podemos conseguir, pero serán otros.
En Xataka | ¿Por qué iba a querer nadie en su sano juicio limitar el turismo? Por Venecia
Imagen | manuel m. v.
*Una versión anterior de este artículo se publicó en agosto de 2023