Cuentan que tras la muerte de cada rey, los antiguos persas 'celebraban' cinco días de anarquía. La idea era que los tumultos, el desorden y las desgracias calmaran su rebeldía y los hicieran más fieles al sucesor. No estoy convencido de que fuera una costumbre real, pero sí de que es una preocupación constante en casi todos los ámbitos de la vida. Sobre todo, en aquellos sitios donde la muerte de un estándar se vive como algo profundamente traumático.
Hoy por hoy, si hay un rey indiscutible de la sociedad moderna, ése es el plástico. Pero se trata de un rey con poca salud y contra el que numerosos expertos, activistas, empresarios y políticos se han levantado en armas. En este siglo, hemos visto cómo el plástico crecía, triunfaba y se volvía un enorme problema de contaminación.
Y ahora que queremos quitárnoslo de encima, nos damos cuenta de que no podemos vivir sin él. Por eso, la guerra contra el plástico parecía meternos de cabeza en esos cinco días de anarquía de los antiguos persas: un sálvase quien pueda. Pero no: a día de hoy, hay muchas alternativas que sueñan con llegar al Trono de Plástico.
La carrera por sustituir el plástico
En realidad, todo nace de una reflexión muy razonable. Si no podemos deshacernos de todo el plástico que usamos, pero nos está haciendo mal, quizás sí podamos reemplazarlo por materiales con características parecidas, pero sin esos problemas sanitarios, ecológicos o industriales.
Y en ello estamos. A contra reloj, además. Porque las empresas e institutos de investigación tienen bastante claro que el momento cero de las alternativas al plástico es ahora: la sociedad es sensible al problema y la política está más que abierta a buscar soluciones. En este contexto, el que llegue primero puede llevarse buena parte del pastel. Y, ojo, no faltan participantes en la carrera, tantos que en esta entrega solo repasamos algunos: los más curiosos o los que más potencial parecen capaces de desplegar.
Bioplásticos
La primera opción que nos viene a la mente es el plástico basado en plantas. Estos bioplásticos están construidos con distintas biomoléculas complejas como el almidón de patata, el almidón de maíz, la lignina o la celulosa. Son totalmente biodegradables y, durante su vida útil, tienen cualidades muy parecidas al plástico habitual.
Hay muchos centros, empresas o asociaciones como Full Cycle Bioplastics, Biome Bioplastics, Asobiocom, Elk Packaging, Biocane, NU Green y VTT Technical Research Center de Finlandia que están trabajando en biopolímeros capaces de sustituir al plástico. Y aunque no hemos conseguido un sustituto universal (todavía) sí tenemos biosoluciones para cualquier problema y sigue habiendo proyectos esperanzadores en este sentido, como el de un bioplástico basado en madera que se biodegrada en tres meses.
Lactoplásticos
En 1897, mientras investigaban con distintos materiales para desarrollar u material impermeable, Spitteler y Krische descubrieron que la caseína (una proteína de la leche) se volvía dura e insoluble al tratarla con formaldehído. Nacían así los plásticos de caseína y se hicieron muy populares: rápidamente se utilizaron para fabricar pequeños objetos decorativos (botones, hebillas, mangos de paraguas, joyas, etc...) y así sustituir el marfil y el carey. Pero pronto descubrieron que se quebraba con mucha facilidad.
En los últimos tiempos hay investigadores empeñados en revitalizar la idea de convertir la caseína en un material biodegradable capaz de competir con la rigidez y la compresibilidad del poliestireno. Las aplicaciones son muchas, pero aún queda mucho trabajo para conseguir un material óptimo. Eso sí, si lo consiguen, sería la leche.
Otros plásticos de origen animal
Los lactoplásticos no son el único material que trata de usar biomoléculas de origen animal para generar sustitutos del plástico. Una línea de trabajo especialmente interesante son las plumas. Sobre todo, porque las plumas de pollo son un problema en sí mismas. Solo en Estados Unidos se generan más de 1.300 millones de kilos de plumas de pollo y no sabemos qué hacer con ellas. Durante un tiempo se usaron como comida para animales, pero hace años que dejó de hacerse para prevenir problemas sanitarios.
No obstante, las plumas tienen una cosa muy interesante: queratina. La queratina está en el pelo, las uñas, los cuernos o las pezuñas animales. La idea parece evidente: si conseguimos encontrar métodos industriales para extraer y procesar toda esa queratina podríamos generar materiales muy interesantes. Hay varios centros de investigación intentándolo, pero aún no se ha logrado un sustituto candidato.
Cultivar envases
Los hongos son realmente útiles para muchas cosas. Hemos hablado su potencial de alimentar a los astronautas en el espacio exterior, pero también podrían servir para hallar un sustituto del plástico. Ecovative lleva ya una década centrada en usar el micelio (red de hifas que forman la parte vegetativa de los hongos) para convertir los residuos de la cosecha en materiales que con propiedades similares a la espuma de poliestireno en tan solo unos días. Aunque llevamos unos años sin noticias esperanzadoras y además los hongos sacan pecho en resultar útiles de otro modo: comiéndose los plásticos.
Plásticos biodegradables
Otra vía muy interesante (y la última que vamos a comentar) sigue justo el camino contrario: no tratan de hacer los biopolímeros más resistentes, tratan de hacer los plásticos biodegradables (o, si queremos ser más precisos, bioerosionables). Por un lado, se han ido desarrollando algunos tipos de plásticos con estas características como los PHA (polihidroxialcanoatos) o la PCL (policaprolactona). Es cierto que, por ejemplo, la PCL no está hecha de recursos renovables, pero se degrada tras seis semanas de compostaje. No está mal.
Por el otro lado, se está desarrollando una línea de investigación importante para desarrollar "aditivos prodegradantes" que se incorporen a los plásticos normales y permitan degradarlos en tiempos récord. Hay tecnologías comerciales como el TDPA o los MasterBatch Pellets que demuestran que es un campo muy fértil.
Eso sí, no es plástico todo lo que reluce. Sí, son exactamente iguales que los plásticos que usamos y precisamente por eso son plásticos difíciles de controlar. Cuando no se reciclan bien, el riesgo de que los aditivos prodegradantes acaben filtrándose en el sistema de aguas y erosionen tuberías, bombas y otros dispositivos plásticos es alto.
Imagen | Jumpstory, Freepik
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