Tras una semana lloviendo sin parar, España se enfrenta a la gran pregunta: qué hacemos con todo esta agua

Parece una cuestión fácil, pero no lo es en absoluto. La historia lo deja claro

Vaciado
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Tras una semana de lluvias casi ininterrumpidas, los embalses españoles están por encima del 60% de su capacidad. Eso es un 9% más que el año pasado y un 4% más que la media de los últimos 10 años. Seguimos por debajo de la media de la década, sí; pero, a falta de que se actualice el Boletín Hidrológico, casi todo son buenas noticias.

La gran pregunta es... ¿y ahora qué?

Radiografía de los pantanos. Aún es pronto para poner cifras al efecto final de este episodio de lluvias generalizadas en los pantanos. Pero ya podemos decir que, aunque Cataluña y las cuencas mediterráneas andaluzas siguen en situación crítica, el resto del país (incluida buena parte de Andalucía) ha aprovechado la regada al máximo.

Los acumulados han sido históricos en muchas zonas. En los próximos días veremos cómo el agua va llenando los embalses y eso significa que, sin contar con la nieve, habrá zonas que alejado el fantasma de la sequía mucho más de lo que hubiéramos esperado a principios de año.

El problema, nos guste o no, es que encaramos un año electoral extraordinariamente convulso y eso hace que nos preguntemos si una subida en las reservas tendrá consecuencias.

Por acción o por omisión. Porque las consecuencias son siempre de dos tipos. Por un lado, la tentación de levantar restricciones de cara al verano se irá haciendo más fuerte "al calor" de las reservas de agua. Por el otro, la falta de un Gobierno en zonas como Cataluña va a dificultar la toma de decisiones y la velocidad con la que estas pueden ser implementadas.

Es verdad que hay voluntad por no levantar el pie del acelerador. La Junta de Andalucía, por ejemplo, ya anunció que, lloviera lo que lloviera, las obras acordadas con el Gobierno central iban a seguir adelante porque la falta de agua es "un problema estructural". Sin embargo, no es la primera vez que pasa.

Lecciones de la historia. La peor sequía desde que tenemos registros no es esta. La que se extendió entre 1991 y 1995 fue peor que la actual (sobre todo, en lo que se refiere a sus consecuencias). Pues buen, en aquella época se implementaron una serie de medidas de emergencia y se realizaron enormes inversiones que, cuando volvieron las lluvias, ayudaron a generar un remanente que se empleó para ampliar el regadío.

Andalucía, sin ir más lejos, tiene ahora el doble de tierras de regadío que en los años 90.

Es decir, durante estas dos décadas, en lugar de aprovechar esos nuevos hábitos de consumo y esas mejoras en infraestructuras para crear una España más resiliente a la sequía; nos dedicamos a "aumentar el problema de sobreexplotación y contaminación de acuíferos y los humedales a los que alimentan". Es razonable preguntarse por si esta vez hemos aprendido la lección.

No, la sequía no se ha terminado.  Pensar que una semana de lluvias puede solucionar el problema ya es indicativo de los problemas que tiene la opinión pública para encarar fenómenos tan dilatados en el tiempo.

Y es que llevamos desde 2014 en una situación de sequía generalizada. Desde hace una década, cada temporada ha llovido menos que la media histórica de referencia (1971-2000). Es decir, cada temporada ha sumado su granito de arena para construir un déficit global, constante y cada vez más extendido: una semana de lluvias es un regalo, pero no una solución.

Como mucho, podríamos suponer que esto ha sido un punto de inflexión. Y, sinceramente, sería mucho suponer.

Imagen | jacinta lluch valero

En Xataka | España tiene un problema enorme con el agua de sus embalses, pero uno aún más grande con sus acuíferos

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