Año nuevo, Samsung nuevo. Los Galaxy S23 y S23+, además del modelo S23 Ultra, ya son oficiales. Además de haberles podido echar el guante para unas primeras impresiones, también conocemos sus precios: 959, 1.209 y 1.409 euros respectivamente para las versiones básicas de cada modelo.
Y en Xataka, quizás por la nostalgia de una vida mejor, acostumbramos a mirar el pasado. Concretamente, el financiero. Mirar los precios de ayer y de hoy, ajustarlos por inflación y sacar conclusiones. Año nuevo, conclusiones nuevas.
Distancias mucho más grandes
Estos son los precios de cada modelo de Galaxy S anunciado desde que el primero debutara en 2010. A partir de 2015 empezaron a desdoblarse en más de un modelo, en la época de los primeros Edge. Y a partir de 2020 vimos llegar tres variantes cada año como parte de la tendencia de los súper-móviles que hoy ya hemos normalizado: terminales que sobresalen en especificaciones y precio. Casi todos los fabricantes tienen sus propuestas, y Samsung no es menos.
Esta gráfica no es muy diferente de la de los precios de la gama alta de cualquier fabricante (insistimos, está ajustada por inflación):
- Precios al alza
- Gama súper alta desbocada
- Y cada vez mayor distancia entre los puntos
Hace unos años, pasar de un modelo "básico" de Galaxy S a la versión superior (fuera Edge o Plus) suponía un incremento de un 10% o un 12%. Hoy hemos pasado a un 25% para el modelo intermedio (Plus) y casi un 50% para el modelo tope de gama (Ultra). Desde 2020, las distancias entre los extremos de la gama se han hecho mucho mayores.
La subida paulatina de precios está más o menos justificada en función de cómo haya ido cambiando el coste de fabricación de cada modelo para Samsung. Solo atendiendo al coste de los materiales (a los que habría que sumar el coste de desarrollo de cada terminal, por ejemplo), vemos que no hay grandes diferencias desde hace unos años hasta ahora. Sí la hay en los modelos Ultra (de algunas generaciones solo se tiene información de su coste de materiales en los Ultra, no en las versiones estándar), que dejan más margen, pero nuevamente, es un margen únicamente en cuanto al coste del hardware. Y no es mucho más elevado que el que tenía un S8 o un S9+ (2017 y 2018).
Las subidas de algunas de las piezas son considerables. Por ejemplo, en los primeros Galaxy S, el coste del módulo de cámara era de unos pocos dólares. Las lentes mucho mejores y mayores en número de los últimos años han encarecido la factura final. En el caso del S20 Ultra, de 2020, solo las cámaras ya costaban 108 dólares, una quinta parte de lo que costaban todos los materiales del dispositivo. Eso fue el doble de lo que costaban las cámaras solo una generación antes, 56 dólares en el S10 Ultra. El procesador y la pantalla son los habituales segundo y tercero en cuanto a coste del material.
Otra lectura es que en términos reales, comprar el modelo superior de la gama en 2015 (1.014 euros) costaba prácticamente lo mismo que comprar el inferior actual (959 euros). La inflación de los móviles, como la de los coches, está por encima de la que marca el coste de la vida. Si bien, también como en el sector del automóvil, tiene buenas razones para estos incrementos.
No es un movimiento exclusivo de Samsung. Lo que hace unos años era anecdótico, y casi un terreno reservado a Apple además de la surcoreana, hoy es costumbre. Xiaomi, que conquistó España no solo con terminales baratos sino con una propuesta de valor muy ajustada en relación a su precio, también se subió a ese carro.
Tampoco es un movimiento que pueda explicar la avaricia de un fabricante. Los móviles se han encarecido, especialmente los de la gama súper alta, porque sus componentes también lo han hecho. Eso también explica que en términos reales, contando con la inflación, un S23 cueste lo mismo que lo que costaba un S6 en 2015. Son las piezas de gama superior las que no solo se han añadido extras, sino que también se han encarecido.
Y sobre todo, que con un teléfono de gama súper alta actual, como el S23 Ultra, hacemos muchísimo más y mejor, proporcionalmente, que su incremento de precio desde 2010, cuando se presentó un primer modelo mucho más comedido. O al menos, podemos hacerlo. El melón de si aprovechamos o no el potencial de los teléfonos que compramos lo abriremos otro día.
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