Han pasado más de 50 años desde que el astronauta estadounidense Eugene Cernan dejó sus huellas en la Luna como parte de la misión Apolo 17. Desde ese entonces no hemos vuelto a pisar nuestro satélite natural, pero el interés por revivir e incluso superar aquellas hazañas espaciales está más vivo que nunca.
El programa Artemis de la NASA y sus socios internacionales, pese a sus reiterados retrasos y sobrecostes, sigue su curso con paso firme. Estados Unidos, sin embargo, no es el único que encabeza los actuales esfuerzos de exploración lunar. Países como India, Japón, Emiratos Árabes Unidos y Rusia también están en carrera.
Más allá de la órbita terrestre
Para los apasionados del espacio, cualquier tipo de misión que involucre explorar cuerpos celestes puede ser de gran interés. Y todo parece indicar que en los próximos años veremos logros tan importantes como el de alcanzar presencia a largo plazo en la Luna. Lo que muchas veces se nos olvida es que esto no es una idea nueva.
En los albores de la carrera espacial, tanto los estadounidenses como los soviéticos pusieron en marcha una variedad de iniciativas que giraban en torno a la colonización de nuestro vecino rocoso. Como era habitual en un escenario de audaz competencia entre países, los detalles de algunos de estos permanecieron en secreto por mucho tiempo.
La drástica apertura del estado más grande del mundo impulsada por Mijaíl Gorbachov, conocida como glasnost, jugó un papel muy importante a la hora de desclasificar antiguos proyectos relacionados a la conquista del espacio. Entre ellos se encontraba la base lunar permanente Zvezda, cuyo nombre en ruso “звезда” significa estrella.
No es ningún secreto que el lanzamiento del Sputnik en 1957 fue un “misil en línea de flotación” contra Estados Unidos. Los soviéticos se anotaron un logro importantísimo y dieron comienzo a la conocida carrera espacial. En 1961, por si eso fuera poco, Yuri Gagarin se convirtió en el primer humano en alcanzar el espacio y regresar sano y salvo a la Tierra.
Ese mismo año, Washington movió ficha y como muchos de vosotros sabréis, John F. Kennedy se dirigió al Congreso y estableció el objetivo de la llegada del ser humano a la Luna como la principal prioridad espacial de su país (y un importante avance “para la humanidad”). La carrera espacial estaba tomando dimensiones descomunales.
La Unión Soviética, ciertamente, no quería quedarse atrás. Después de todo habían sido pioneros en este campo tan hostil. Una de las claves para conseguirlo era el programa N1-L3. De manera similar a como se plantearon las cosas en el programa Apolo, establecía el envío de cosmonautas para desarrollar tareas científicas en la Luna
El programa iba incluso más allá. Uno de sus componentes más importantes era el de conseguir presencia soviética a largo plazo en el satélite natural. Sergei Korolev, el jefe del programa espacial de la URSS, delegó a la oficina de diseño Barmin, encabezada por el ingeniero y diseñador Vladimir Barmin, el proyecto Zvezda.
Tras el estudio de viabilidad, el equipo de ingenieros estableció una serie de objetivos para el desarrollo de la base lunar soviética. Estos incluían el inicio de operaciones iniciales, la construcción de una segunda etapa, el inicio de las operaciones sostenidas, la construcción de la tercera etapa y, por fin, las operaciones permanentes.
Zvezda estaría compuesta de nueve módulos desplegables y móviles (tendrían ruedas). En primer lugar, llegarían a la superficie de la Luna en un tamaño compacto de unos 4,5 metros de longitud (para ahorrar espacio) y después se desplegarían hasta alcanzar los 8,6 metros, brindando un espacio habitable de unos 22 metros cuadrados.
La idea era que cada uno de los módulos estuviera destinado a cuestiones específicas. Por un lado, estarían las habitaciones, lugar en los que los cosmonautas descansarían y tendrían su espacio personal. Por otro lado, el módulo de comando, el laboratorio, la cocina, y también un gimnasio que serviría de espacio médico para la tripulación.
Puede que os preguntéis cómo llegarían todos estos elementos hasta la Luna. Barmin lo tenía contemplado. Los soviéticos estaban trabajando en un poderoso sistema de lanzamiento denominado N-1, que se consideraba ideal para el transporte de los módulos. También se consideraban, no obstante, los sistemas de lanzamiento UR-500 y RLA-130A.
Zvezda tenía también otros aspectos muy interesantes. Se contemplaba que algunos de los módulos se situarían bajo el regolito lunar, una manera efectiva de hacer frente a algunas de las amenazas del satélite, como los micrometeoritos y la radiación. Para ello, también se enviaría un sistema de perforación para completar las tareas de construcción.
Como el asentamiento no se ubicaría en la misma zona de aterrizaje, los cosmonautas y todo el equipamiento debería recorrer una distancia no especificada entre un lugar y otro. Para ello, y para favorecer las tareas de exploración lunar, se desarrolló un vehículo articulado, como una especie de tren que se movería con ruedas en lugar de rieles.
Una de las partes más interesantes de este proyecto es cómo se había planteado solventar las necesidades energéticas y alimenticias de la colonia humana. Se montaría una planta solar y una planta nuclear. En el caso de esta última, se contemplaba extraer helio-3 in situ para hacerla funcionar. Y también habría un invernadero para cultivar alimentos.
Y el proyecto iba en serio. Al igual que ahora la NASA está trabajando en hábitat de simulación para una misión humana a Marte, los soviéticos llevaron a cabo varios experimentos de simulación. En el Departamento de Biofísica en el Instituto de Física Kirensky, en Krasnoyarsk, se construyó un ecosistema aislado llamado BIOS-3 para tal fin.
Allí se llevaron a cabo varias simulaciones con una tripulación de entre dos y tres personas durante períodos de hasta seis meses. BIOS-3 tenía tres espacios individuales además de los dormitorios: una cocina, una sala de control y un área de higiene. También había un área destinada al cultivo de alimentos.
Zvezda, como podemos ver, fue un proyecto realmente ambicioso con el que la URSS quería ganarle una vez más la partida a Estados Unidos. Sin embargo, el proyecto sufrió varios contratiempos. La continuidad del cohete N-1 se vio afectada después de que sus cuatro primeros lanzamientos entre 1969 y 1972 fracasaran.
Además, la materialización de la misión Apolo 11 fue un duro golpe que se cree que desvaneció los esfuerzos soviéticos por continuar dedicando recursos a la carrera espacial. Los estudios de viabilidad de aquel entonces se habrían mostrado a favor del proyecto soviético para colonizar la Luna. ¿Esto habría sido posible realmente? Es una pregunta que queda por responder.
Imágenes: Cyclowiki | Malcolm Reynolds | Barmin Design Bureau of General Engineering
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