Cuando Estados Unidos jubiló al Transbordador Espacial en 2011 se volvió completamente dependiente de Rusia para llevar astronautas al espacio. Se trata de un escenario por lo menos curioso en el que la principal fuerza económica, militar y tecnológica del mundo se había desprendido de la capacidad estratégica de realizar vuelos tripulados a la órbita haciendo uso de sus propios vehículos.
Aquella situación de desventaja en la que se encontraba el país sería momentánea. La NASA había empezado a trabajar en el Programa de Tripulación Comercial (CCDev), un modelo público-privado que buscaba ofrecer un servicio de transporte regular entre la órbita y la Estación Espacial Internacional (ISS) mucho más económico, versátil y seguro que los complejos y caros transbordadores.
SpaceX y Boeing, dos compañías claves para la independencia espacial de EEUU
Después de varias etapas, la NASA seleccionó a dos compañías en 2014 para “poner fin a la dependencia exclusiva de la nación de Rusia en 2017”. SpaceX, una firma fundada por Elon Musk en 2022, y Boeing, un gigante aeroespacial con más de ochenta años de trayectoria, firmaron contratos para completar al menos un vuelo de prueba tripulada a la ISS con sus propias cápsulas.
Si bien ambos contratistas, en teoría, han tenido el mismo punto de partida, no han llegado al mismo tiempo a la línea de Meta. De hecho, tenemos uno de ellos que todavía no ha conseguido completar el más importante requisito de esta carrera: llevar un astronauta de la NASA a la ISS, y estamos hablando de Boeing y su cápsula Starliner, un proyecto que se ha convertido en una máquina de quemar dinero.
Mientras que SpaceX, con un presupuesto de aproximado de 3.000 millones de dólares, ha conseguido superar todas las pruebas necesarias para certificar su cápsula Dragon, y ya realiza vuelos regulares al espacio, Boeing ha recibido unos 5.000 millones de dólares del programa y, de momento, todavía está luchando para que su cápsula Starliner consiga completar su primer vuelo de prueba tripulado.
No es ningún secreto que los programas espaciales suelen caracterizarse por las demoras y los sobrecostes, pero la diferencia entre SpaceX y Boeing en estos momentos es notable. No solo a nivel de resultados, sino también de presupuesto. Esta última ha recibido mucho más de dinero que su competidora y, por si eso fuera poco, ha tenido que asumir 1.400 millones de dólares de sobrecostes.
En una entrevista con The Washington Post, el recientemente nombrado jefe de Boeing Exploration Systems, John Shannon, ha asegurado que la firma sigue comprometida con el programa. El ejecutivo, sin embargo, ha señalado que los más de 1.000 millones de dólares que han tenido que salir de las arcas de la compañía para sostener el desarrollo de la Starliner son un tema preocupante.
Preguntado sobre si el programa Starliner continuaría a largo plazo, presumiblemente creado variantes de la cápsula para satisfacer las necesidades futura de la NASA, Shannon ha dicho que “desearía tener una respuesta en este momento”. Como podemos ver, Boeing parece completamente enfocada en hacer que la cápsula pueda completar su primer vuelo tripulado, al menos, para cumplir el contrato.
En diciembre de 2019, Boeing fracasó en su misión de completar el primer vuelo de prueba no tripulado de la Starliner. La cápsula alcanzó la órbita, pero no pudo acoplarse a la ISS. Tras abordar un problema con las válvulas del sistema de propulsión del modo de servicio, la cápsula despegó en mayo de 2022 y pudo completar con éxito su primer vuelo de prueba sin tripulación.
Después de aquel importantísimo logro, todo parecía indicar que la Starliner haría su primer vuelo de prueba en abril de 2023, fecha que fue modificada a julio del mismo año. Ahora, después de varias dificultades técnicas y administrativas, la fecha ha sido postergada una vez más, y el lanzamiento apunta primer trimestre de 2024. Con el tiempo sabremos si el proyecto logrará despegar.
Imágenes: Boeing | NASA
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