"Me acaban de informar de que la aprobación del lanzamiento debería ocurrir a tiempo para el lanzamiento del viernes", publicó Elon Musk en la madrugada del martes. No es una confirmación oficial, y tal vez solo sea una maniobra para presionar a la Administración Federal de Aviación (FAA), que está pendiente de autorizar el vuelo, pero es lo más cercano que tenemos por ahora a una fecha oficial de lanzamiento de la Starship: viernes 17 de noviembre.
Habrá pasado una semana desde que, el viernes de la semana pasada, SpaceX dejase el cohete listo con la instalación del sistema de terminación de vuelo. La Starship había superado la revisión de seguridad de la FAA, pero aún tenía pendiente el visto bueno ambiental. Hasta donde sabemos, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos sigue inspeccionando junto a la FAA los posibles impactos ambientales del despegue, un último obstáculo regulatorio para SpaceX.
La inspección se centra estos días en un elemento que no estaba presente en la primera prueba y que, precisamente, servirá para evitar los desastrosos efectos en tierra de la primera Starship: un "sistema de diluvio" bajo la plataforma de lanzamiento que lanza agua como un bidé para absorber la potencia de los 33 motores Raptor 2 del propulsor principal. Entre otras cosas, los inspectores comprueban que el uso que hace del agua no represente un riesgo biológico.
La primera Starship infligió demasiado daño en la plataforma de lanzamiento e hizo que volaran trozos de hormigón en todas las direcciones. Sin foso ni deflector de llamas, la plataforma no estaba preparada para la potencia inusitada del cohete, pero además la Starship tardó mucho en elevarse, lo que causó aún más daños. Para solucionarlo, SpaceX cambió la secuencia de arranque del cohete de manera que comience a elevarse dos segundos y medio después del encendido.
Que el plan funcione dependerá sobre todo de la fiabilidad de los motores Raptor. Hasta ocho fallaron en el primer vuelo y un incendió causó la pérdida del control del vector de empuje del cohete. Los revestimientos de las líneas de combustible y otros elementos del vehículo fueron mejorados para evitar que ocurra de nuevo.
Una mejora que SpaceX preferiría no tener que probar en vuelo es el mecanismo de autodestrucción del cohete (o sistema de terminación de vuelo). Durante la primera prueba, el cohete tardó 40 segundos en responder a la orden de autodestrucción, lo que podría haber acabado en desastre. La compañía ha perfeccionado este sistema para garantizar una respuesta más rápida.
Por último, en la primera prueba también falló la separación de etapas (la nave Starship no se separó del propulsor Super Heavy), a lo que SpaceX ha respondido con la implementación de un sistema de separación de etapas en caliente, que implica encender la etapa superior antes de su separación de la etapa inferior. El sistema asegura una transición más suave durante el ascenso, pero no está exento de riesgos.
Con una altura de 122 metros, la Starship es el cohete más alto y potente jamás construido. Crucial para SpaceX en sus planes de llenar la órbita terrestre de satélites Starlink y crucial para Elon Musk en su ambición de conquistar Marte, esta segunda prueba será seguida también muy de cerca por la NASA. La agencia espacial depende de la Starship para transportar astronautas de la órbita lunar a la superficie de la Luna en la misión Artemis III. Sin Starship, no habrá regreso a la Luna para Estados Unidos y sus socios, al menos hasta que haya otras alternativas. Y para entonces, quizá China se adelante a la NASA.
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