Es un secreto a voces: el Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967 está muerto. Y si no está enterrado oficialmente, es porque nadie se atreve a abrir la "caja de Pandora" que sería una nueva negociación internacional en un momento en el que el espacio ya no es solo el patio de recreo de dos o tres superpotencias: es dinero, dinero y dinero.
El problema es que mantener al Tratado con soporte vital limita muchísimo el margen de acción de programas espaciales ambiciosos. El mejor ejemplo, por supuesto, es Artemis.
¿Mejor ejemplo? ¿Por qué? Y digo que es el mejor ejemplo porque lo primero que hizo Estados Unidos cuando se puso en serio a trabajar sobre el programa (que nos llevaría de vuelta a la Luna, sentaría las bases de la economía cislunar y nos llevaría a las puertas de Marte) es crear un tratado que, basándose en el del 67, lo actualizara: los Acuerdos de Artemisa.
Pues bien, España los acaba de firmar. Se convierte así en el país número 25 en firmarlos y, de esta forma, el país se une al programa de forma oficial. Lo cierto es que la colaboración entre EEUU y España en materia espacial se remonta a décadas atrás. Las primeras imágenes de la llegada de Armstrong y compañía a la Luna se recibieron en la sierra de Madrid antes de difundirse por el mundo entero.
No ha dejado de ser así. Sin embargo, la firma de los Acuerdos se enmarca en el impulso que el gobierno de Pedro Sánchez ha querido darle al espacio en España. La creación de la Agencia Espacial Española es el punto más llamativo, pero la estrategia ha incluido una ampliación presupuestaria, un reposicionamiento internacional y, por supuesto, la nueva hornada de astronautas españoles.
Pero, ¿para qué sirve todo esto? A nivel práctico, bajo todos esos discursos de"cooperación internacional" y "garantizar que la rápida expansión de la humanidad hacia el espacio se realice de manera pacífica, segura y transparente", la entrada de España en el programa no tiene muchas consecuencias directas (y menos si tenemos en cuenta que, hoy por hoy, la política del Gobierno está en el aire).
No obstante, no es algo gratuito ni inútil. El espacial es uno de los sectores de desarrollo industrial, económico y tecnológico más interesantes. La firma de los Acuerdos, además de una cuestión puramente diplomática, es un movimiento que nos trata de posicionar mejor ante las novedades que se están cociendo allá arriba.
Falta visión a largo plazo. He mencionado antes que el adelanto electoral deja la estrategia espacial sin asentar y, por eso, es muy difícil decir qué pasará en los próximos años. En el fondo, nos enfrentamos a un problema endémico de nuestro país: la falta de políticas de Estado que no den bandazos de gobierno a gobierno. España no tiene (o tiene muy pocas) grandes estrategias de país que superen los rifirrafes partidistas.
En las reacciones a la noticia en redes sociales, alguien bromeaba con que estaba preocupado por si España tenía "grandes planes imperialistas" en el Sistema Solar y que, con la firma de los Acuerdos, se quedaba más tranquilo. Los 'espacioaficionados' españoles también, pero por otro motivo: son conscientes de que necesitamos querer ir al espacio y este es un excelente paso en este sentido.
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Imagen | NASA/Jackie McGuinness
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