Los mundos oceánicos de nuestro sistema solar atraen enorme atención de los astrobiólogos, pero puede que no sean una excepción en su clase. A 218 años luz de distancia, el sistema Kepler-138 podría albergar dos de estos planetas, nuevos miembros de cada vez mayor familia de los planetas fuera de nuestro sistema solar.
Kepler 138. En el núcleo del sistema Kepler-138, a 2018 años luz de nuestro propio sistema, puede hallarse una estrella, enana roja, orbitada (al menos) por tres planetas que han podido ser observados en sus tránsitos frente a la estrella y un cuarto planeta del que aún sabemos muy poco.
Ahora, un equipo de investigadores liderado por Caroline Piaulet, de la Universidad de Montreal, ha conseguido descubrir nuevos detalles sobre este sistema, como la estructura geológica de dos de los planetas observados. Se trata de dos mundos de agua, pero hay un elemento que los hace especiales: su cercanía a su estrella.
El misterio del agua. Esto hace que Kepler-138 c y Kepler-138 d se diferencien notablemente de los mundos oceánicos de nuestro sistema solar (como Europa, Titán o Encélado). Dada su cercanía a la estrella, el calor convierte a estos planetas oceánicos en algo cercano a una anomalía. A esa distancia las temperaturas harían que el agua se evaporara, por lo que la presencia de agua en otro estado que no sea vapor solo podría explicarse por grandes presiones.
Estos planetas serían, como explica Piaulet en una nota de prensa, algo así como “versiones más grandes de Europa o Encélado”, si bien contarían con una capa externa, una suerte de atmósfera, compuesta de vapor de agua en lugar de la capa de hielo característica de las lunas heladas de nuestro sistema solar.
Bajo esta capa de vapor sí podría encontrarse agua en estado o en estado de fluido supercrítico, un estado de la materia que puede darse en situaciones en las que tanto la temperatura como la presión superan cierto umbral, añadía la investigadora.
Cuestión de masa. La presencia del agua no ha podido detectarse directamente aún. El análisis se basa sin embargo en los datos que tenemos sobre los planetas, especialmente sobre sus volúmenes y masas. Estos planetas tendrían el doble de masa que el muestro pero serían la mitad de densos. Al introducir estos datos en los modelos planetarios, el equipo de astrónomos dedujo que se trataba de planetas con un núcleo rocoso que correspondería a aproximadamente la mitad del volumen de estos.
Pero la otra mitad correspondería a una sustancia que sería menos densa que la roca pero menos densa que el helio y el hidrógeno, los gases que componen las atmósferas de los gigantes gaseosos como Júpiter. De entre todos los candidatos posibles en agua sería el más abundante y por tanto el más probable. De confirmarse abriría toda una nueva categoría de exoplanetas.
“Antes pensábamos que los planetas que eran un poco más grandes que la Tierra eran grandes bolas de metal y roca, como versiones a escala de la Tierra, y por eso los llamamos súper-Tierras”, explica Björn Benneke, jefe del equipo de investigación encargado del hallazgo. “Sin embargo, ahora hemos demostrado que estos dos planetas, Kepler-138 c y d, son de naturaleza muy diferente y que una gran fracción de su volumen total probablemente esté compuesta de agua. Hasta ahora, es la mejor evidencia de mundos de agua, un tipo de planetas cuya existencia fue postulada en teoría por los astrónomos durante mucho tiempo”.
Cuatro planetas en un sistema. Telescopios como el Hubble y el Spitzer han sido claves para recopilar datos precisos sobre los planetas de este sistema, pero también lo fue el telescopio Kepler, gracias al cual se descubrió este sistema en 2014. El también jubilado telescopio espacial fue el encargado de descubrir tres planetas en el sistema Kepler-138. Desde entonces hemos descubierto que son en realidad cuatro.
El cuarto planeta, Kepler-138 e también cuenta con un factor reseñable: se encuentra dentro de la zona habitable del sistema. Sin embargo no sabemos mucho de este planeta porque no parece transitar frente a su estrella (pese a completar rotaciones cada 38 días).
A diferencia de sus compañeros, Kepler-138 e no ha sido observado “directamente” sino que ha sido detectado gracias al método de variación del tiempo de tránsito. A diferencia del análisis de los tránsitos que se basa en el análisis de los planetas cuando pasan entre su estrella y nosotros obstaculizando la luz, este método se basa en comprobar pequeñas variaciones en los tránsitos de otros planetas para deducir la presencia de aquellos que, como Kepler-138 e, no transitan entre su estrella y nosotros.
Imagen | NASA, ESA, y Leah Hustak (STScI)
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