Hay ramas entras de la física contemporánea que se leen como si fueran novelas de ciencia ficción dura. En pocas ramas de la ciencia podemos encontrar tal cantidad de ideas extravagantes por metro cuadrado. Y sí, la mayoría de las veces son teorías alocadas, greguerías pertrechadas de ecuaciones que, a la hora de la verdad, se estrellan con eso que llamamos evidencia experimental.
Pero ese es parte de su encanto.
Esta semana, por ejemplo, me he encontrado con un preprint muy curioso que sostiene que los agujeros negros podrían ser estrellas superdensas, pero de un tipo muy concreto. Al menos, algunos de ellos. El modelo es interesante porque, de paso, da pie a elaborar toda una hipótesis sobre la composición de materia oscura.
¿Estrellas oscuras?
En esencia, este trabajo intenta resolver uno de los problemas esenciales de los agujeros negros: las singularidades. Al fin y al cabo, la singularidad no es más que "una región del espacio-tiempo alojada en su interior en la que no podemos definir el valor que tienen magnitudes físicas como la curvatura u otros conceptos geométricos". Eso no es solo difícil de imaginar, sino complejo de explicar.
"¿Cómo podría la materia colapsar hasta ese punto?", se preguntaron durante años los detractores de la existencia de este tipo de objetivos. Finalmente, Einstein y las consecuencias de sus teorías se llevaron el gato al agua; no obstante, sigue habiendo físicos tratando de crear modelos de agujeros negros que no conlleven la idea de singularidad. Este es un buen ejemplo.
Las "estrellas oscuras" de Igor Nikitin parecen agujeros negros desde fuera, pero en su interior no lo son; contienen "un núcleo de materia extremadamente (pero no infinitamente) denso comprimido a la escala más pequeña posible", es decir tiene un núcleo del tamaño de la "longitud de Planck", la medida más pequeña que tiene sentido dentro de la física actual. Eso elimina la necesidad de singularidad, sí; aunque no está muy claro a dónde nos llevaría.
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