En 1980, Apple tomó una decisión por aquel entonces visionaria: declararle la guerra a la máquina de escribir

  • Michael Scott, el primer CEO de Apple, inició una cruzada contra las máquinas de escribir

  • Impulsó con ello el uso interno del rudimentario procesador de textos de Apple de la época

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Mike Scott fue el primer (y polémico) CEO de Apple. Dirigió la compañía desde febrero de 1977 a marzo de 1981, y durante su mandato estuvo a punto de cancelar el proyecto Macintosh y despidió a 40 empleados en el llamado "miércoles negro", una medida que según él haría que la compañía volviese a ser "divertida".

En realidad aquello provocó que poco después fuera despedido, pero durante su mandato se produjo otro movimiento curioso más: inició su particular cruzada contra las máquinas de escribir. En un comunicado interno publicado el 1 de febrero de 1980, Scott advertía de que "será mejor que todos leáis esto" para luego explicar que "con efecto inmediato no se podrán comprar o alquilar más máquinas de escribir".

Memo Apple

En ese mensaje Scott argumentaba que "Apple es una empresa innovadora", y como tal debía apostar por segmentos como los procesadores de textos. Probablemente aquel documento se escribió con un Apple II, y es curioso pero en el documento había un par de errores: "priorty" y los tres espacios entre "and" y "convince".

Scott recomendaba usar el procesador de textos de los Apple II llamado "Apple Writer Systems", que era tremendamente básico —algo así como un antecesor de WordStar— y rudimentario.

De hecho, prometía que aquellos que abandonaran sus máquinas de escribir en favor de esta aplicación serían los primeros en acceder a "nuevos sistemas de alto rendimiento" de Apple, sin especificar cuáles porque era una promesa vaga.

Aquel fue un movimiento singular de Scott que sin duda quiso tratar de que sus propios empleados se adelantaran al futuro. Su visión era la correcta: las máquinas de escribir tradicionales e incluso las eléctricas han acabado convirtiéndose en un producto prácticamente desaparecido en hogares y también en oficinas.

Microsoft y Office, eso sí, acabaron ganando la partida y convirtiéndose en las nuevas herramientas de trabajo en la mayoría de oficinas del mundo —Microsoft Word nacería en octubre de 1983—, pero en Apple movieron ficha antes que nadie. La máquina de escribir tenía los días contados.

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