Entre 2015 y 2016 ardieron casi un millón de hectáreas de la selva del Amazonas. El fuego, visto perfectamente desde el espacio, liberó a la atmósfera unas 30 millones de toneladas de dióxido de carbono, uno de los principales gases de efecto invernadero.
Esta cifra, además, es unas cuatro veces mayor que la suma de todos los incendios a nivel global para las mismas fechas. Esto es un problema mucho mayor de lo que esperaban los investigadores. Según describían en un reciente estudio, es hora de tener en cuenta estos incendios si queremos combatir el calentamiento global de manera efectiva.
El problema ya no solo es la deforestación, sino el fuego
Desde 1970, la superficie de la selva que rodea al Amazonas, el mayor bosque tropical de la Tierra, ha perdido cientos de millones de hectáreas debido a la deforestación. De más de 2.000 millones de toneladas de CO2 que era capaz de absorber hace unos 20 años, ahora mismo se estima que su capacidad está por debajo de los 1.000 millones.
El problema ya no solo se debe a la tala del bosque para la ganadería o el cultivo, sino también a los incendios. En 2015 y 2016 comenzaron varios fuegos que terminaron por unirse en uno de los más devastadores que jamás haya vivido nuestro planeta en tiempos modernos. Este “gran incendio” acabó con el 0,2% de la selva amazónica, casi un millón de hectáreas en un año.
¿Y quién es el culpable del desastre? Su voracidad se debe, principalmente, a El Niño. Este es un fenómeno climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial. Se presenta de forma cíclica, aunque tiene un patrón errático. Es el causante de una temporada cálida y seca, muy distinta a las constantes lluvias típicas de una selva tropical.
La sequedad, la muerte de las plantas, el aumento de temperaturas y la densidad de la selva son los principales factores que promueven los incendios. A partir de 2015 comenzamos a observar un incremento de este tipo de incendios que afectan a la selva amazónica. Y no solo en el Amazonas: en 2017, la pérdida se cuantificaba en unas 15,8 millones de hectáreas en todo el mundo, menor que los 29,7 millones de 2016, pero una cifra igualmente alarmante, según opinan los expertos.
El Amazonas y la aceleración del cambio climático
Siempre se ha dicho que los bosques son el pulmón del mundo. Como mencionábamos antes, en 1990 se estimaba que la capacidad de absorción de CO2 del Amazonas rondaba los 2.000 millones de toneladas. En los últimos años, esta capacidad se ha reducido a menos de la mitad. Esto se traduce en menos capacidad de mitigación de nuestras emisiones. Por tanto, ahora se "recicla" mucho menos de los gases emitidos.
A día de hoy se estima que nuestras emisiones superan los 10.000 millones de toneladas de dióxido de carbono. Entre los principales sumideros, es decir, los mecanismos que atrapan este tipo de gases, están los océanos y los bosques. Estos últimos, además, juegan un papel esencial convirtiendo el dióxido de carbono en compuestos orgánicos útiles.
Los incendios de 2015, de los que hablábamos, supusieron el 6% de las emisiones anuales de todo Brasil de 2014
Sin embargo, estos incendios están consiguiendo revertir el panorama de la peor forma posible: al arder, el bosque amazónico ya no es una herramienta para absorber CO2, sino que se convierte en una fuente de emisión. Kieran Withey, de la Universidad de Lancaster y autora principal del estudio, afirmaba para la prensa que el consumo de la madera, follaje y restos orgánicos densos y secos produce una cantidad de CO2 significativa. "Son una fuente grande, y poco estudiada, de emisiones de CO2". Según su estudio, los incendios de 2015, de los que hablábamos, supusieron el 6% de las emisiones anuales de todo Brasil de 2014.
En total, hablamos de unos 30 millones de toneladas, estima la investigación. El problema, explican, es que este tipo de fuentes de emisión no están consideradas en las políticas propuestas para reducir el impacto de los gases de efecto invernadero a pesar de suponer una cantidad muy grande. Especialmente importante es el caso de los incendios forestales selváticos, donde, muchas veces, las medidas para acabar con ellos no son tan intensas como en zonas habitadas.
Lo que trae la calma tras el incendio
El problema no se limita solo a las emisiones, tal y como discutía Camila V. J. Silva, de la Universidad de Lancaster, autora de un estudio complementario al anterior. Según sus resultados, el daño provocado por los incendios en estos ambientes puede retrasar varias décadas la capacidad del bosque para recuperarse.
"Los incendios en los bosques tropicales pueden reducir significativamente la cantidad de biomasa", explicaba Camila V. J. Silva, de la Universidad de Lancaster, "de manera que aumenta la tasa de mortalidad de los árboles grandes, con alta densidad de madera, y que suponen los elementos más importantes en los bosques viejos".
Su investigación ha comprobado que los incendios forestales ralentizan significativamente o detienen la recuperación posterior al fuego de los bosques amazónicos. Esto se traduce en menor capacidad para mitigar los efectos del cambio climático.
Si no comenzamos a darle suficiente importancia, viviremos incendios cada vez más frecuentes
"Nuestro trabajo conjunto", aclaraba la doctora Erika Berenguer, de la Universidad de Oxford, coautora de los estudios, "sirve para considerar la importancia de los incendios forestales en las políticas brasileñas de conservación de bosques y cambio climático". Esto, explicaba, es esencial para asegurar planes de actuación más eficaces contra estos incendios: "Si no comenzamos a darle suficiente importancia, viviremos incendios cada vez más frecuentes, y los bosques no podrán recuperar sus reservas de carbono", zanjaba.
Ver 18 comentarios