50 megatones son muchísimos megatones. Son los que tenía la llamada Tsar Bomba ("Bomba del Zar"), pero es difícil hacerse a la idea hasta que uno no pone referencias. La bomba atómica que Estados Unidos lanzó en Hiroshima ("Little Boy"), por ejemplo, no pasaba de los 20 kilotones: era aproximadamente 3.000 veces menos potente.
La historia y sus detalles son de sobra conocidos, pero es bueno recordarlos, sobre todo porque hace poco se publicó un documental ruso de 40 minutos nunca antes visto en el que se narra el desarrollo de esta bomba y en el que sobre todo se puede ver su detonación.
Una bomba monstruosa de principio a fin
El proyecto inicial de los rusos era aún más ambicioso, y se suponía que la bomba Tsar iba a llegar a contar con una capacidad de destrucción de 100 megatones. Su enorme tamaño hacía que la "Bomba del Zar" no tuviera aplicación práctica real, y la idea era desarrollarla tanto a modo de investigación científica como para fortalecer la máquina de propaganda rusa en plena Guerra Fría.
Finalmente el modelo desarrollado, conocido como RDS-220, era una bomba de hidrógeno que se lanzó el 30 de octubre de 1961 y que explosionó no en la superficie, sino a 4 km de altitud sobre Nueva Zembla, un archipiélago ruso.
Aunque el dato oficial de la detonación es según Rusia de una explosión de 50 megatones, los bhangómetros situados para medir esa potencia registraron una potencia de 58 megatones. Para alcanzar esa potencia los ingenieros rusos añadieron una tercera etapa en la ojiva termonuclear, algo singular teniendo en cuenta que hasta entonces las bombas de hidrógeno convencionales constaban de ddos etapas.
Un documental propagandístico
El pasado 20 de agosto de 2020 el canal de YouTube de la Rosatom State Atomic Energy Corporation publicó un desconocido documental de 40 minutos en los que los rusos, en tono propagandístico (basta ver los primeros segundos y la música que acompaña a las imágenes para entenderlo) narraban la construcción y detonación de la "Bomba del Zar".
En ese documental se pueden observar todos los preparativos: desde su transporte por tren hasta la base aérea de Olenya cerca de Olenegorsk en la Península Kola hasta su carga en un avión Tu-95 modificado (con una pintura que protegía del calor y la radiación térmica generados por la explosión), que atravesó el mar de Barents para acabar soltandola en el Estrecho de Mátochkin en Nueva Zembla.
La bomba cayó lentamente en paracaídas, lo que permitió dar tiempo al avión a alejarse de la detonación, y en ese vídeo se puede ver cómo incluso a la enorme distancia a la que se encontraba, la tripulación de ese avión pudo grabar el gigantesco hongo que apareció por encima de las nubes como consecuencia de la explosión, que se produjo a 4 km de altura.
Había además un segundo avión que voló al lado del primero. En esta aeronave se encontraban todos los equipos de medición, además de los que permitieron la filmación y la monitorización de las muestras de la radiación.
La destrucción de la bomba incluso en ese área inhóspita de Rusia fue terrible. El anillo en el que el efecto fue absolutamente devastador medía 35 km de radio, y tras 40 segundos desde la detonación el domo de fuego se convirtió en una nube en forma de hongo que logró ascender a una altura de cerca de 65 kilómetros y que tenía un diámetro de 90 km. Según el documental, la luz del fogonazo que se creó tras la explosión se pudo ver a una distancia de 1.000 km.
Severny, la ciudad militar rusa construida para evaluar las pruebas nucleares, la mayoría de los edificios quedaron totalmente destruidos, y ese dato resulta curioso cuando dicha ciudad estaba a 55 km del punto cero de la explosión. La explosión fue de tal calibre que generó un terremoto de 5.0 grados en la escala Richter. En el documental se puede ver esa detonación y la formación de ese gigantesco hongo tanto desde la tierra como desde el aire.
La condena internacional por dicha prueba nuclear fue unánime, pero aún así Estados Unidos también se embarcaría en pruebas de grandes bombas atómicas. Afortunadamente ambas potencias se dieron cuenta de esa terrible carrera nuclear y firmaron un veto parcial para pruebas nucleares en 1963, que solo permitían pruebas subterráneas. Ese veto acabaría siendo total en 1990 gracias al acuerdo impulsado por las Naciones Unidas.
Imagen: Commons
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