Al norte de Dublin, a medio camino de la frontera con Irlanda del Norte y entre los meandros del río Boyne, se alza una de las estructuras más impresionantes de la Edad de Piedra europea: Newgrange.
Newgrange es uno de los elementos del complejo arqueológico Brú na Bóinne. Este complejo está reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, por ser el “ejemplo más importante de conjunto prehistórico megalítico de Europa”.
La estructura en sí es aproximadamente circular (podría decirse también con forma de corazón o de riñón). Su diámetro mide unos 90 metros y se eleva más de 12 metros. Se trata de un enorme montículo levantado con piedras y cubierto de turba, recubierto por hierba.
La mayor parte de las piedras con las que se levantó procedían de las inmediaciones, aunque los arqueólogos descubrieron unas pocas que habrían tenido una procedencia más lejana. Para levantarlo se utilizó la friolera de 200 .000 toneladas de piedra. Alrededor de la estructura puede encontrarse un anillo de 37 enormes rocas, que se cree son más modernas que la estructura aunque también tendrían su origen en la prehistoria.
La estructura cuenta con una entrada que conduce, a través de un pasillo de unos 20 metros, a una cámara central. A cada uno de los tres lados restantes de la estancia puede apreciarse una abertura, una suerte de nicho, semejante a una capilla o ábside, donde quienes exploraron el monumento encontraron restos humanos incinerados.
Su función sigue siendo un misterio. Se cree que los restos humanos pertenecían a aristócratas o gobernantes prehistóricos, pero en realidad no se sabe a ciencia cierta qué es exactamente el por qué de la construcción. Pero hay algunos datos con los que sí contamos.
Uno de ellos es su edad. La estructura se erigió aproximadamente en el año 3200 antes de nuestra era. Esto es, más de medio siglo antes que las pirámides de Giza y unos 700 años antes de la construcción de Stonehenge.
Una cosa más que sabemos de la estructura supone una probable pista sobre su cometido. Durante años se consideró que era una simple estructura funeraria, hasta que los arqueólogos se percataron de un fenómeno curioso. Al amanecer del solsticio de invierno, un haz de luz se alinea con el pasadizo de la estructura de forma que la luz solar ilumina el interior de la estructura durante unos 17 minutos.
Fuera quien fuera quien levantó la estructura, la primera civilización conocida en su entorno es la de los celtas. Éstos llegaron a Irlanda hace unos 2500 años, más de dos milenios después de la construcción del monumento. Éstos dejaron su impronta en la estructura a través de decoraciones propias.
Newgrange pasó a formar parte de la cultura celta. La leyenda local cuenta que en el interior de este túmulo se encuentran los reyes legendarios de Tara. La colina de Tara, situada no muy lejos de Newgrange, era el lugar de coronación tradicional de los reyes de Irlanda.
Recuperación de un tesoro arqueológico. Tras el paso de los celtas el sitio fue abandonado. Fue en el año 1622 cuando la estructura fue redescubierta por un grupo de trabajadores de la región. No sería hasta ya bien entrado el siglo XX que arqueólogos profesionales comenzaron la exploración científica del lugar.
En 1962, un grupo de investigadores de la Universidad de Cork liderado por Michael J. O’Kelly comenzó una labor arqueológica que llevaría más de una década. Gracias a ella conocemos este monumento, pese a que por ahora sean más las dudas que las certezas que tengamos de la que bien podría ser considerada la obra maestra del neolítico europeo.
Imagen | Tjp finn. CC BY-SA 4.0.
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