En la década de los años 30, el paleontólogo G. H. R. von Koenigswald sacó un rato para examinar unos supuestos dientes de dragón que acaba de encontrar en un bazar de Hong Kong. Eran realmente enormes (2,5 de ancho por 13 de largo), pero no eran de dragón. Eran de primate.
Desde entonces el Gigantophitecus, un género extinto de primates hominoideos que se extinguió durante el Pleistoceno, ha alimentado las fantasías de expertos y aficionados. Hablamos de un gran simio de tres metros de altura y 500 kilogramos de peso. Sin embargo, no había mucho más que pudiéramos saber.
Nuestra tecnología, sencillamente, no estaba a la altura. A día de hoy, el ADN más antiguo que hemos conseguido recuperar es el de un homínido que vivió hace unos 400.000 años, la mayor parte de restos del Gigantophitecus datan de hace entre uno y dos millones de años. En esos huesos ya no hay ADN.
Ahí es donde la tecnología se acerca a aquella alocada idea de 'Jurassic Park' de rescatar información genética de muestras tan antiguas que es sencillamente imposible encontrar ADN en ellas.
Bienvenidos a la paleoproteómica
El grupo de investigadores españoles, daneses y chinos han conseguido extraer esmalte y dentina de una muela usando técnicas similares a las de cualquier consulta de dentista. Lo interesante es que secuenciando esos restos se dieron de frente con proteínas fosilizadas. Concretamente, con casi 500 aminoácidos que formaban parte de seis proteínas que llevan escondidas en ese esmalte dental durante casi dos millones de años.
La nueva técnica paleoproteómica del equipo nos permite estudiar comparativamente las sutiles diferencias entre aminoácidos y proteínas de distintas especies y bucear en la historia evolutiva. Está en sus primeros pasos, “pero podría utilizarse con muchos otros restos óseos para revelar la vasta antigüedad de la evolución humana, que aún desconocemos en gran medida”, explica en SINC Tomàs Marquès-Bonet, investigador del IBE y del Institut Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP).
Este caso lo confirma: ya sabíamos que este enorme gigante era herbívoro por el estudio de sus dientes, pero hasta ahora no teníamos claro por qué había desaparecido o si tenía alguna relación de parentesco con el resto del linaje humano. Pero estos análisis publicados en Nature nos han despejado muchas dudas.
“El análisis ha revelado que el pariente vivo más cercano de Gigantophitecus blacki es el orangután, aunque su separación con los actuales es muy lejana, lo que explica la anterior confusión en el campo”, dice Marquès-Bonet. La historia del primate más grande del mundo empieza a esclarecerse y lo que es mejor, empieza a esclarecer el resto de la historia natural del ser humano.
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