La historia es sencilla: hay un grupo de personas que están pasando la pantalla de su smartphone a escala de grises en “un esfuerzo por romper su adicción al teléfono móvil”. El principal promotor de la idea es el experto en ética de la tecnología Tristan Harris. Su idea es que “los tonos grises hacen que la pantalla brillante sea un poco menos estimulante”.
Y dicen que funciona. Como dice Nellie Bowles del NYT, “he pasado en gris un par de días y es notable lo bien que ha aliviado mi nerviosa comprobación del teléfono […] Somos animales simples, emocionados por los colores brillantes”, explicaba. Hay más testimonios igual de efusivos. Pero, ¿tiene esto algún sentido?
Una solución (muy) transitoria
Casi instintivamente, mi primer movimiento es siempre irme a la bibliografía. Y lo primero que llama la atención es que, a diferencia de otras modas que surgen cada día, esta ni siquiera tiene un estudio que respalde sus argumentos. Intuitivamente tiene sentido: "No se compran cajas de cereales en blanco y negro, se compran las colores realmente estimulantes [...] hay un mundo vibrante ahí fuera, pero mi móvil no debería ser parte de él", explicaba Mack McKelvey, experto en marketing, en el artículo de Bowles.
Sin embargo, parece muy sencillo. Desde Xataka nos hemos consultado con Guido Corradi, de la Universitat de les Illes Balears, experto en estética experimental, la disciplina que estudia, entre otras cosas, cómo nos relacionamos con los colores. “¿Es posible que poner el teléfono en escala de grises nos haría revisarlo menos veces?”, le preguntamos. “Sí”, nos dice. “Hasta que nos habituemos”.
“Los colores de las cosas nos dan información a través de sus cualidades afectivas y perceptivas. Esto lo saben tanto los que quieren diseñar un espacio urbano seguro (semáforos, luces, etc) como los que capturar nuestra atención para vendernos cosas: apps de móviles". Eso quiere decir que "reduciendo todo a escalas de grises, podemos reducir la urgencia que suscitan esos llamativos colores”.
“Sin embargo, somos animales muy adaptables". Es decir, que el truco solo funciona a corto plazo. Los diseñadores no solo usan los colores y, aunque el cambio nos puede dar un respiro, al final acabamos habituándonos a todo. Más pronto que tarde, estableceremos "nuevas asociaciones emocionales con los nuevos estímulos descoloridos” y serán muy parecidas, nos dice Corradi.
El encanto del blanco y negro
Esto deja una duda en el aire. Si los estímulos en escala de negros son menos atractivos, ¿por qué esa fascinación por las fotos en blanco y negro? “La investigación actual nos da dos explicaciones: la primera es que los grandes clásicos de la fotografía están en blanco y negro". Puede parecer un detalle poco significativo, pero está muy estudiado el hecho de que al enfrentarnos a una foto así tendemos a pensar que "si está en blanco y negro tiene que ser buena". Por puro contagio.
La segunda razón es muy parecida a lo que hablábamos antes: al eliminar el color, "permiten centrarnos en otros aspectos formales que pueden ser más interesantes (enfoque, detalles, contenido…)". Eso hace que aparezcan detalles interesantes que, en el tótum revolútum de las fotos en color, no hubiéramos visto. O al menos, no hubiéramos apreciado en profundidad.
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