En junio de 2006 el matrimonio formado por Adam y Shivaun Raff lanzó con toda la ilusión del mundo su servicio web. Lo llamaron Foundem, y permitía comparar precios de distintos productos en los resultados de búsqueda.
Y entonces apareció Google.
Los filtros automáticos de spam del buscador de Google se activaron, y eso provocó algo terrible para ese servicio: quedó relegado a las últimas posiciones en la lista de resultados al buscar por términos como "comparador de precios" o "comparación de compras".
El modelo de negocio de Foundem consistía en ganar una comisión cuando alguien hacía clic en los productos que mostraba en su comparador de precios. La forma en que acabaron posicionando en Google provocó un desastre para la empresa de Adam y Shivaun.
El matrimonio intentó contactar con Google para que revisasen la situación, pero dos años después nada había cambiado y seguían apareciendo en los últimos resultados de búsqueda de Google. Lo curioso es que su posicionamiento era "completamente normal" en otros buscadores, explicaban los Raff en una entrevista en la BBC. Eso no importaba mucho, porque "todo el mundo usa Google".
De hecho, no lo ha hecho aúomenzaron a sospechar que algo raro pasaba. Tres semanas antes de la Navidad recibieron un aviso de que su sitio web cargaba demasiado despacio. Lo que estaba pasando es que por fin estaban recibiendo muchas visitas. Foundem acababa de ser calificado como el mejor comparador de precios del Reino Unido según un canal de TV.
La pareja intentó contactar de nuevo con Google, pero sus responsables hicieron caso omiso de sus peticiones. Tras llevar su historia a la prensa, acabaron por explicar lo que estaba pasando a reguladores del Reino Unido, EEUU y la UE.
Fue la Comisión Europea la que acabó activando una investigación en noviembre de 2010. La Comisión Europea presentó cargos en 2015, y en 2017 Margarethe Vestager anunció el veredicto: Google debía pagar una multa histórica de 2.400 millones de euros por abusar de su dominio de mercado en el segmento de los comparadores de precios. En 2021 la empresa gastó la última bala que le quedaba para evitar pagar esa multa, pero no sirvió de nada.
El matrimonio indicaba en la entrevista cómo aquello no hizo que descorcharan ninguna botella de champán. Tras la sentencia declararon que "no nos gustan los matones" en referencia a una Google que condenó su proyecto y les obligó a mantener una larga y tediosa batalla legal que ha tardado años en resolverse.
De hecho, no lo ha hecho aún del todo. Los Raffs han demandado a Google por daños y perjuicios en un caso civil que se espera comience en la primera mitad de 2026. Para cuando ese segundo caso se resuelva, la victoria, si se produce, probablemente sea pírrica: tuvieron que cerrar Foundem en 2016.
Y aún así, años después, el verdadero desastre fue el que Foundem le causó a Google.
Imagen | Pawel Czerwinski
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