El mercado de las apuestas deportivas es un baile de cifras mareantes. En 2016, en España, las casas de apuestas tuvieron unos ingresos brutos de unos 600 millones de euros. Esta cifra representa solo el 5% de lo jugado, ya que el 95% restante regresa en forma de premios al bolsillo de los apostantes. Solo online, se apostaron en deportes 5.400 millones de euros en 2017.
Fue en 2011 cuando todo comenzó a cambiar. El 29 de mayo de ese año entró en vigor en España la ley de regulación del juego, que modernizaba la anterior de 1977. Por entonces, dos años después del fin de la dictadura, su objetivo fue despenalizar los juegos de azar en un contexto de ampliación de las libertades. En 2011 se enfrentó a otro reto enorme: Internet.
Con la nueva ley, los operadores de juego necesitaban solicitar una licencia para operar en territorio español. Sus páginas web empezaron a terminar en ".es" en lugar de ".com". La caja comenzó a sonar: las administraciones públicas recolectaron 1.674 millones de euros en impuestos del juego en 2016.
La quiniela agonizaba mientras los anuncios de apuestas deportivas se adueñaban de la parrilla televisiva. Los programas de radio no hacían más que informar de cuotas. Se multiplicaron los futbolistas retirados que explicaban cómo hacerte rico gracias a tus conocimientos deportivos. Con todo ello, surgió una alarma social unida a una duda: ¿estábamos creando una generación de adictos al juego?
Adictos españoles
El último estudio de prevalencia (2015) estimó que el 0,9% de los españoles mayores de edad son, o han sido, jugadores patológicos. La industria del juego se agarra al 0,3%, que corresponde a los últimos 12 meses, a pesar de que las adicciones son enfermedades crónicas. ¿Es esto mucho o poco? Hablamos de unos 350.000 españoles, pero el espectro del daño es mayor.
A menudo las personas cercanas sufren las consecuencias de la enfermedad en forma de robos, engaños y, en casos extremos, violencia doméstica.
Estas cifras están en sintonía con otros países europeos. Pese a los titulares alarmistas de la prensa, no hay evidencia de que estén aumentando. En un estudio previo de 2013 se identificó al 1.1% de la población adulta como jugadores patológicos. La serie histórica de datos es tan corta que no permite sacar conclusiones sobre un cambio de tendencia. Por eso es necesario hacer estudios epidemiológicos de forma regular para detectar variaciones.
Sí que ha aumentado el volumen de personas que acuden a pedir ayuda, según las propias asociaciones que los atienden. Esto puede deberse a varios motivos:
Que haya crecido el número de afectados y los estudios no lo reflejen.
Que existan más centros que ofrezcan este tipo de asistencia.
Que más gente decida acudir a pedir ayuda, motivada por una mayor sensibilización social.
Estas hipótesis no son mutuamente excluyentes. Es muy probable que la tercera influya debido a la mayor aceptación de las enfermedades mentales.
Cada vez más jóvenes
También ha disminuido la edad media de los afectados. Esto puede deberse a que el juego online atrae a gente más joven y es mucho más rápido en generar adicción si lo comparamos con la modalidad presencial.
Otra explicación es que un mayor número de adultos jóvenes acude a estos centros para tratar otras adicciones cercanas al juego. Por ejemplo, la adicción a los videojuegos (recientemente aceptada por la Organización Mundial de la Salud) y las más controvertidas adicciones al móvil y las redes sociales.
De todos los afectados por el juego, entre un 10 y un 50% tienen un problema con las apuestas deportivas, variando mucho según el centro. El hospital de Bellvitge de Hospitalet cuenta con la unidad de tratamiento de adicción al juego más grande del país. Allí empezaron a ver los primeros casos de apostantes deportivos, que han crecido en los últimos años. Hasta la irrupción de las apuestas online solo habían visto, en diez años, un par de casos, relacionados con las quinielas.
¿Afecta la publicidad al desarrollo de la adicción? Sinceramente, no lo sabemos.
Sí sabemos que las personas con problemas de juego han tenido una exposición más larga a su publicidad. El problema es que ignoramos si ven más anuncios porque pasan mucho tiempo jugando o pasan mucho tiempo jugando porque ven muchos anuncios.
Bonos de bienvenida y alcohol
En Australia, uno de los países más amantes de las apuestas deportivas, han estudiado la cuestión. Allí se ha visto que los bonos de bienvenida, reclamos omnipresentes que prometen dinero gratis y ganancias seguras, se correlacionan con un juego más impulsivo.
También que las personas que apuestan en directo durante los partidos planifican menos sus apuestas. Esto es un problema si tenemos en cuenta que el 67% de las cantidades jugadas online se hace durante el transcurso de los partidos y no antes. Otros factores que potencian el juego impulsivo son los lazos de identidad con los equipos, el consumo de alcohol y la emoción del directo.
La pregunta se puede contestar de forma indirecta: si la publicidad no tuviera efectos, las empresas no gastarían dinero en ella. En 2017, las casas de apuestas online gastaron en publicidad 221 millones de euros. El 46% de esa cifra fue a parar a anuncios en medios de comunicación. Un 38% fue para los bonos de bienvenida, mientras otro 4% fue para patrocinios deportivos.
El 10% restante se lo llevaron los afiliados, esas páginas que nos bombardean con banners de apuestas. Por ejemplo, la prensa deportiva. Si pinchamos en ellos y acabamos jugando, la casa de apuestas le entregará a la web en torno al 30% de lo que perdamos.
El peligro de la normalización
El efecto más significativo de la publicidad de apuestas es la normalización, en la que el marketing es un factor más. Las leyes, que naturalizan el juego al convertirlo en una actividad de ocio, y los salones de apuestas en las calles, que lo integran en el espacio urbano, completan el ecosistema.
Este nuevo ecosistema solo lo vemos quienes hemos conocido otros. Los jóvenes, sobre todo hombres, lo adoptarán como algo normal. La publicidad les permite mostrar a sus amigos todo lo que saben de fútbol y lo dispuestos que están a tomar riesgos. Las tácticas publicitarias se verán, en teoría, recortadas por el decreto ley sobre publicidad del juego que lleva en trámite parlamentario desde 2015.
Pero no está muy claro si nacerá obsoleto ante unas casas de apuestas en continua adaptación, o si verá la luz siquiera.
Algunos jóvenes cuentan en terapia su ilusión de convertirse en apostantes profesionales, hasta el punto de abandonar los estudios o el trabajo. Muchos critican que personajes famosos pongan rostro a las casas de apuestas. Aunque dicen no verse influidos por ellos, retienen una idea: ¿cómo va a ser nocivo algo que aparece en el pecho de la camiseta de mi equipo?
Imagen: GTRES
Autor: Hibai Lopez-Gonzalez, Investigador postdoctoral, Universidad de Deusto.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.