Maldito Facebook. En los últimos meses hemos hablado mucho sobre cómo las redes sociales, con Facebook a la cabeza, han llevado los bulos, las conspiranoias y las noticias falsas a un nuevo nivel: el de una postverdad que ha cambiado el mundo tal y como lo conocíamos.
El único problema, y atención a la ironía, es que no sabemos si esto es verdad. La única forma de saberlo a ciencia cierta sería estudiar cómo se difunden las conspiraciones por la red para comprobar si, efectivamente, estas historias tienen algo especial. Ahora hay un grupo de científicos que lo ha estudiado y estas son sus conclusiones.
Todos leemos igual
La primera cuestión es saber de qué hablamos cuando hablamos de teorías de la conspiración o de noticias falsas. Nosotros mismos, en la redacción de Magnet, hemos tenido algún debate bastante vivo sobre qué eran, qué dejaban de ser y qué las diferenciaban de las "mentiras tradicionales". Sobre todo, en un momento como el actual en el que, se pretenda o no, el sesgo ideológico está sobrevolando de forma permanente toda la cuestión.
Por eso, la definición con la que trabajan estos científicos es deliberadamente amplia y se basa en una especie de versión periodística del 'criterio de falsabilidad'. Para ellos, una teoría de la conspiración se define porque simplifica las causas, reduce la complejidad y está formulada de forma inespecífica y poco precisa. Por el contrario, las noticias se caracterizan fundamentalmente por el hecho de que se pueden verificar.
Con esto en mente, han seleccionado 32 grupos de Facebook en los que se suelen compartir rumores y conspiraciones y 35 en los que se suelen compartir noticias de corte científico. El resultado es algo bastante sorprendente: todos los grupos funcionan exactamente igual.
Es decir, tienen los mismos patrones de consumo de información. Pero es que, a la vez, sus datos apuntaban a que las conspiraciones tienen más difusión que las noticias. ¿Cómo era posible?
No hay nada mejor que llevar la razón
En primer lugar, porque si hay algo que ha permitido internet es que personas con intereses, narrativas o problemas comunes se encuentren y acaben constituyendo comunidades homogéneas y polarizadas al cabo del tiempo. Es decir, que vivamos en burbujas sociales que actúan como cajas de resonancia.
Los datos sugieren que el principal factor para compartir, difundir y creer en una información no es tanto su verosimilitud, sino cómo encaja con el entorno social y con las ideas preexistentes del lector.
Aquí es donde las conspiraciones empiezan a ganar que la de las noticias: por su propia naturaleza, las conspiraciones tienden a adaptarse mejor a las ideas preexistentes de los miembros de cada grupo. Las noticias, en cambio, a veces no se adaptan a esas ideas preexistentes. El resultado es que la probabilidad de difusión de una noticia siempre es menor que la de una probabilidad.
Entonces, ¿qué tienen de especial las conspiraciones?
Y esto es, precisamente, lo que hace que las conspiraciones venzan a las noticias en internet: las noticias tienden a difundirse muy rápido para luego decaer suavemente. En cambio, las noticias falsas van ganando atención conforme pasa el tiempo.
Las noticias impactan más y más fuerte en las primeras horas, pero los rumores conspirativos son corredores de fondo que acaban ganando la carrera. Es una reedición moderna de la fábula de la liebre y la tortuga.