Conforme aumenta la concienciación sobre el impacto del consumo y la fabricación de plástico en el medioambiente, crece la fama del aluminio reciclado como alternativa sostenible. Si el sector tecnológico comenzó a sacar pecho con el iPad fabricado en aluminio reciclado, ahora, llega es el turno de la industria del agua.
Nuevo boom. El agua enlatada es el último grito en materia ecologista o, al menos, ése es el mantra publicitario de las nuevas marcas que están sustituyendo las botellas de plástico por latas de aluminio reciclado. Una de ellas es Mananalu, la empresa de Jason Momoa que pretende salvar el planeta gracias al compromiso reciclador de la sociedad. En la misma línea que el actor de Aquaman está la marca española Nea, una pequeña empresa que almacena en latas el agua de un manantial asturiano.
¿Por qué? Básicamente porque el plástico inunda nuestras vidas y es difícil de aprovechar una vez reciclado. Hasta la fecha, solo se ha vuelto a reutilizar el 9% de los plásticos generados, según un estudio elaborado en 2017 por la revista científica Science Advances. En el lado opuesto, las latas de aluminio que consumimos en la actualidad están formadas por un 68% de material reciclado, mientras que las botellas de agua solo contienen un 3%.
Logística y desventajas. A nivel experiencia de usuario, grandes nombres de la industria como Pepsico o Coca Cola muestran también el lado crítico de esta idea. Por ejemplo, las latas presentan un problema a nivel envase y es que no se pueden cerrar, e incluir un mecanismo que lo permita encarecería aún más su precio, el cual ya es más elevado que el de una botella de plástico. Además, fabricar una lata de aluminio reciclado es entre un 25% y un 30% más caro que continuar con el embotellado actual.
Huella de carbono. A pesar de que Apple saca pecho al utilizar aluminio reciclado en la fabricación de dispositivos como el iPad, lo cierto es que el gran pero de este material son las emisiones de CO2 y su contribución a los gases efecto invernadero. Para hacernos una idea, en su nivel más contaminante, una lata de 330 ml libera 1.300 gramos de dióxido de carbono a la atmósfera, frente a los 330 gramos que emite una botella de plástico del mismo tamaño.
Sin embargo, el impacto en materia de dióxido de carbono no termina ahí, sino en el proceso de reciclado. Según datos del Instituto Internacional del Aluminio y teniendo en cuenta una tasa de reciclado del 50% por parte del consumidor, volver a fundir un kilo de latas de aluminio libera 8,94 kilogramos de CO2 a la atmósfera. Y, aunque el impacto es mucho menor que volver a producirlo desde cero, sigue sin darnos un balance cero en emisiones.
Otras opciones. No todo a la hora de reemplazar el plástico pasa por el aluminio. Un grupo de investigadores de la Universidad de Colorado ha descubierto un polímero con características muy similares a las del plástico (peso ligero, durabilidad y resistencia al calor), pero cuyo elemento diferenciador es que es que puede reciclarse hasta el infinito sin perjudicar el ecosistema. Es decir, garantizaría una producción y un consumo circular.
Aunque todavía están estudiando la viabilidad para ver cómo y cuándo puede llevarse a cabo, los científicos aseguran haber dado con la tecla que permite agrupar las moléculas en condiciones ambientalmente normales y realistas desde el punto de vista industrial.
Imagen: Mananalu