Las ciudades están creciendo y sus áreas urbanas en constante cambio. Durante la pandemia y con los confinamientos parciales, millones de personas han tenido que hacer vida en sus vecindarios únicamente y esto puso de manifiesto la necesidad de las llamadas “ciudades de 15 minutos”. Una idea de área urbana descentralizada que permite a los residentes satisfacer sus necesidades diarias dentro de un cuarto de hora a pie o en bicicleta desde sus hogares. Un medio que reduciría las emisiones de efecto invernadero y aumentaría la habitabilidad.
Ahora Suecia quiere ir más allá. Persigue un modelo aún más hiperlocal: diseñar “ciudades de un minuto”.
El nuevo modelo. Mientras que la vida en París funciona en un radio de 15 minutos y las supermanzanas de Barcelona con áreas de unas nueve calles, el proyecto de Suecia está pensado a nivel de una calle únicamente, prestando atención al espacio fuera de la puerta de cada edificio y al de los vecinos de enfrente y adyacentes. El plan está pilotado por por el organismo nacional sueco de innovación Vinnova y el grupo de expertos en diseño ArkDes y ha recibido el nombre de Street Moves.
Esta iniciativa, además, permite a las comunidades locales convertirse en co-arquitectos de los diseños de sus propias calles. A través de talleres y consultas, los residentes pueden controlar cuánto espacio de la calle se usa para estacionamiento o para otros usos públicos. Ya se ha implementado de manera experimental en cuatro barrios de Estocolmo, y tres ciudades más están a punto de unirse. El objetivo final es muy ambicioso: repensar y renovar todas las calles del país durante esta década.
La proximidad como pilar. Al final, esta idea de ciudad no sólo se basa en satisfacer las necesidades de todos los residentes de la ciudad a un nivel hiperlocal, que pasaría por alto aspectos fundamentales como el transporte público, el acceso al trabajo o la atención médica especializada (que sí necesitan más de un minuto). Pretende que los espacios más allá de tu puerta sean lugares más directos donde interactuar con el público. “Las infraestructuras cotidianas, como las calles, contienen las claves de nuestras posibles culturas”, afirman los autores de la iniciativa.
Al repensar estos parches de pavimento como espacios de conexión críticos para las comunidades, el proyecto busca romper con la idea de calle como un lugar para mover y almacenar automóviles. El microenfoque en la franja de ciudad fuera de tu puerta puede ser una cuña para una transformación urbana más amplia que atraiga a la participación, responsabilidad e interacción más regular y directa, simplemente apoyada en la proximidad.
Un diseño como el de Lego. Para el proyecto se ha desarrollado un kit de mobiliario urbano, diseñado para adaptarse a las dimensiones de un espacio de estacionamiento estándar y construido sobre terrazas de pino resistente. Estas unidades, insertadas en el espacio de la acera, se pueden instalar según las necesidades con maceteros para asientos, portabicicletas o patinetes, espacios de juego para niños o estaciones de carga para coches eléctricos adjuntos.
Fácilmente conectables, estos paneles pueden ser unidades independientes o configurarse para flanquear una calle completa. Los diseñadores se han inspirado en el concepto de Lego, IKEA e incluso Minecraft, donde tienes un sistema consistente que puede ser adaptado, remodelado o agregado. Vamos, una calle de quita y pon.
Más espacio y menos coches. Reducir el espacio de los de automóviles y unas calles cercanas a las paradas de tránsito podrían favorecer más estacionamiento de bicicletas, mientras que aquellas con cafés podrían optar por más asientos. Algunas unidades pueden enfatizar zonas de jardín llenas de árboles, otras espacios de juego. Pieza a pieza, estas instalaciones pueden transformar las calles haciendo que el espacio que diariamente utilizan los vecinos se extienda poco a poco al aire libre.
Recordemos que durante la pandemia en España, en concreto en Madrid, el ayuntamiento anunció que se permitiría extender el espacio de las terrazas más allá de lo habitual. La ciudad retiró unas 800 plazas de aparcamiento en sustitución de mesas y barras. También ciudades europeas como Ámsterdam han pensado cómo ahorrarse el espacio de los vehículos. Su solución es más estrambótica aún: trasladarlos a las profundidades de sus canales, en parkings submarinos donde su impacto sería menor.
Más bicicletas. Aunque la crisis del coronavirus ha dado un empujón al uso de la bicicleta frente al transporte público, antes de la llegada de la pandemia ya se observaba un aumento en algunas ciudades. Y esto se debe a la incursión de la bicicleta compartida. De hecho, ciudades que apostaron por sistemas de bicicletas compartidas han experimentado un aumento del 20% de este tipo de desplazamientos en España. Las ciudades con flotas de bicis experimentaron una caída del uso del coche para ir al trabajo y el uso de las bicicletas como BiciMAD creció un 27% en cuatro años.
Un modelo internacional, en realidad. Este tipo de gran transformación puede parecer relevante solo para un país como Suecia, un estado cuyas políticas sociales y ambientales son a menudo la envidia de los progresistas en otros lugares. Sin embargo, los objetivos del proyecto Street Moves están lejos de ser ajenos a otras ciudades como EEUU y su modelo de calles parklet. San Francisco es una de las pioneras y lucha desde hace años con recuperar el espacio para los peatones y ampliar las zonas verdes. También en su caso muchas de estas instalaciones se administran a través de asociaciones con negocios adyacentes.
Países Bajos también está experimentando con los barrios del futuro: un coche compartido para cada tres hogares. El ayuntamiento de Utrecht ideó un nuevo modelo de vecindario formado por 6.000 viviendas que estarán distribuidas en 200 edificios y serán construidas en un área empresarial de 242.811 metros cuadrados. Su idea es la misma: desplazar al coche para poner al peatón y al ciclista en el centro.
El ahorro de los aparcamientos. Al igual que sucedió en su momento con Madrid central, en 2015, Utrecht amplió a todo el centro de la ciudad una de las zonas verdes impulsadas por la Unión Europea. Las zonas de circulación limitada son junto al precio del aparcamiento una de las medidas más utilizadas por el gobierno estatal para disuadir el uso del coche. Y es que estacionar en Ámsterdam puede llevarte dos horas y tiene un precio de 13,1€, lo que convierte a la ciudad holandesa en la más cara del mundo. No parece que tardarán pues, las "ciudades de un minuto", en acabar extendiéndose por el mundo.
Imágenes: Utopia Arkitekter