Cómo el fin de una de las grandes paradojas de la guerra afectará al conflicto en Ucrania: el gas ruso ya no fluye en Europa

El 31 de diciembre se terminó una de las formas de financiación más extrañas en tiempos de guerra

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La entrada del nuevo año ha supuesto poner fin a una paradoja que se llevaba produciendo desde el inicio de la invasión rusa en Ucrania. El 1 de enero, Kiev detuvo el flujo de gas natural ruso hacia Europa al no renovar un acuerdo de tránsito que expiró a medianoche, rompiendo así un contrato firmado antes de la invasión en 2022. El movimiento tiene muchísimas aristas y sus consecuencias pueden afectar sobremanera al devenir de la guerra.

Qué ocurrió. Ucrania ha decidido no renovar el acuerdo que permitía el tránsito de gas ruso hacia Europa a través del gasoducto Urengoy-Pomary-Uzhgorod, construido en la era soviética. La paradoja se explica sola, ya que, a pesar de la invasión rusa en 2022, el contrato, firmado en 2019, se mantuvo vigente hasta su expiración el 31 de diciembre de 2023.

Se trataba, además, del último gran corredor de gas ruso hacia Europa tras el sabotaje de Nord Stream y el cierre de la ruta a través de Bielorrusia. Dicho de otra forma, con esta decisión, Ucrania busca limitar como nunca los ingresos de Moscú, reduciendo su capacidad de financiar la guerra. Hablamos de miles de millones.

Qué hay detrás de la medida. Qué duda cabe, Ucrania y sus aliados occidentales consideran que cortar este flujo debilitará la posición económica de Rusia y su influencia energética en Europa. Desde la invasión, la Unión Europea ha reducido drásticamente su dependencia del gas ruso, que pasó de representar más del 40% de sus importaciones en 2021 a menos del 15% en 2023.

Por supuesto, y aunque esta decisión afecta a Rusia directamente con una pérdida estimada de nada menos que hasta 6.500 millones de dólares anuales, también podría desencadenar represalias con todo tipo de ataques a la infraestructura energética de Ucrania.

Fin a la gran paradoja. El presidente Volodymyr Zelenskyy y el ministro de energía Herman Halushchenko justificaron la medida como una cuestión de seguridad nacional directamente relacionada con la invasión, destacando que el tránsito de gas, que alguna vez alcanzó los 130 mil millones de metros cúbicos anuales, ahora se ha reducido a cero. La decisión pone por tanto fin a un flujo energético que, aunque lucrativo, simbolizaba una interdependencia paradójica entre las naciones en guerra.

Recordamos que el acuerdo permitía a Rusia, pero también a Europa, beneficiarse económicamente incluso en medio de la guerra: Rusia ganaba hasta esos 6.500 millones de dólares anuales, mientras que Ucrania recibía entre 800 millones y 1.000 millones de dólares en tarifas de tránsito.

Lo que pierde Rusia. Obvio, Rusia pierde un ingreso anual de miles de millones de dólares generado por el tránsito de gas a través de Ucrania. Este dinero, crucial para su economía, se utilizaba en gran parte para financiar su ofensiva militar. La interrupción dificulta aún más los esfuerzos de Moscú para sostener la guerra a largo plazo, especialmente en un contexto de sanciones internacionales y caída de sus exportaciones energéticas.

Además y como decíamos antes, la dependencia europea del gas ruso ha caído drásticamente, debilitando el uso del gas como herramienta de presión política. Esto limita la capacidad de Rusia en su pulso con Europa en temas clave relacionados con el apoyo militar y económico a Ucrania. Por último, el declive de los ingresos por exportaciones energéticas agrava los problemas económicos internos de la nación, que enfrenta un gasto militar elevado y una economía cada vez más aislada. Esto podría afectar su capacidad para producir y reabastecer equipos militares, prolongando la guerra y haciendo más difícil sostener la ofensiva en Ucrania.

¿Y en Europa? El cierre del gasoducto, que en 2023 representaba apenas el 5% del suministro de gas a Europa, no tendrá, a priori, un impacto significativo en los precios. ¿La razón? Principalmente debido a las medidas de diversificación adoptadas por la mayoría de los países europeos. Dicho esto, países altamente dependientes del gas ruso, como Eslovaquia, Hungría y Moldavia, ya han anunciado que se enfrentan a uno de los mayores desafíos.

Moldavia, en particular, teme por su suministro eléctrico debido a su dependencia de una planta de gas ubicada en Transnistria, una región separatista respaldada por Rusia. Austria, que dependía del gas ruso, ya ha asegurado proveedores alternativos, mientras que Hungría mantiene su suministro a través del gasoducto TurkStream.

Repercusiones. Qué duda cabe, el movimiento refleja la prioridad de Ucrania de golpear a Rusia en su principal fuente de ingresos: la energía. Sin embargo, también subraya los riesgos para Kiev, incluyendo la posibilidad de represalias directas sobre su infraestructura. A nivel europeo, aunque el impacto inmediato parece controlable, la medida aumenta la complejidad y los costes en el suministro energético de la región.

Sea como fuere, el movimiento marca un cambio crucial en la dinámica energética europea y en la estrategia ucraniana de debilitamiento económico a Rusia en el contexto de un conflicto prolongado, uno donde no hay que olvidar que está sacrificando un ingreso clave para debilitar aún más a su agresor.

Imagen | Ministry, Maxence

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