La escuela Blackwell, en Marfa, EEUU, a unos 95 km de la frontera con México, cerró sus puertas en 1965 y durante décadas sus edificios blanquearon bajo el sol texano sin que a nadie pareciese importarle gran cosa. Lo que no ha podido borrar el paso del tiempo es lo que ocurrió allí un día de 1954, cuando el patio del centro se convirtió en el peculiar camposanto de un aún más peculiar sepelio. Allí, en la misma tierra sobre la que solían corretear los chiquillos, se organizó una marcha fúnebre que terminó con los estudiantes formando un corro alrededor de un hoyo, pequeño, pero lo suficientemente hondo como para acoger una caja de puros.
Si la escena era inquietante de por sí, la auténtica sorpresa estaba dentro de aquel féretro en miniatura. En su interior no descansaba la mascota del colegio, sino un personaje proscrito desde ese momento en las aulas del Blackwell: Mr. Spanish.
Un sepelio para la historia. "Ya habíamos asistido a otros funerales de familiares antes, así que entendimos que allí se estaba celebrando un entierro. Lo que no sabíamos era por qué", relataba décadas después a la organización Story Corps Jessi Silva. En 1954, cuando participó en el peculiar sepelio organizado por los profesores de Blackwell, tenía seis años; pero ni eso, ni el tiempo transcurrido desde entonces, le han borrado tres recuerdos: la imagen de los chiquillos cuando regresaban a las aulas tras enterrar la caja de puros; el silencio y la sensación de que en aquel acto, "el entierro de Mister Spanish", había algo que no acababa de cuadrar. "Tenía apenas seis años, pero veía que algo estaba mal", comparte.
Pero… ¿Qué era Mr. Spanish? Un símbolo. O, si somos más precisos, un idioma. Lo recuerda también Maggie Márquez, entonces una niña de 10 años. El entierro de Mr. Spanish no fue la única actividad extraescolar que los alumnos de Blackwell hicieron aquella mañana de 1954. Antes, la profesora había ordenado a Maggie, Jessi y el resto de sus compañeros que cogiesen una hoja, escribiesen en ella "No hablaré español en la escuela" y luego se la entregaran. Aquellas notas manuscritas acabaron en la caja de puros que poco después sepultaron en el patio de la escuela. El mensaje no podía estar más claro: desde ese mismo momento quedaba prohibido hablar español en las aulas de la escuela texana.
Mr. Spanish había muerto para ellos.
Un sepelio y tres azotes. Por si el mensaje no hubiese quedado lo suficientemente claro, al regresar al aula los maestros aclararon que a partir de ese momento quedaba prohibido expresarse en castellano. A Maggie la prohibición no acabó de gustarle. Y se lo hizo saber a sus compañeros. "Les dije: 'Nadie va a hacer que deje de hablar español'. Lo que no sabía era que la maestra estaba justo detrás de mí. Me llevó a ver al director", rememora. Ya en su despacho recibió una buena reprimenda… y tres azotes. "Fue la primera vez y me dolía, así que corrí a casa".
"Mi padre no estaba contento porque se suponía que no me tenían que haber pegado, pero me dijo que debía volver al colegio y seguir las órdenes", rememoraba en 2017 en una charla con Story Corps. Por entonces Maggie peinaba canas, con 73 años. Cuando participó en el sepelio de Mr. Spanish y recibió la azotaina tenía solo diez. "Nuestros padres siempre apoyaron a los profesores. Y recuerdo que mi papá me dijo: 'Si estás en la escuela, sé obediente. No revuelvas las aguas'".
Un símbolo. Míster Spanish era solo un símbolo. Pero uno con muchas lecturas: estaba el que pretendía darle el claustro de Blackwell, que era ni más ni menos que el fin del español en las aulas de la escuela; y el que le ha atribuido la historia, para la que aquel funeral de 1954 no es otra cosa que un ejemplo de la discriminación que regía en los centros de enseñanza de Texas de la época. Para entenderlo hay que comprender el contexto en el que se celebró el peculiar entierro infantil.
"Las experiencias de alumnos y profesores en la 'Escuela Hispana de Marfa' constituye un importante registro de vida en una institución segregada en la historia de Texas y EEUU. Desde el principio, a los alumnos se les enseñaba en inglés, pero en 1954 la escuela implantó una estricta política de no hablar español en ningún lugar del campus —explican desde el centro SDCELAR, dedicado a la investigación sobre Latinoamérica—. Los administradores crearon un simulacro funerario en el que los alumnos escribían en papelitos y enterraban el idioma".
De aulas y segregación. El entierro de Mr. Spanish no fue una ceremonia normal. Blackwell tampoco era una escuela cualquiera. Como recuerda la cadena BBC, que dedicó un reportaje hace poco a la institución de Marfa, a comienzos del siglo XX la discriminación que sufrían los mexicano-estadounidenses no era del todo igual a la que padecían los afroestadounidenses, pero sí se manifestaba en aspectos del día a día. Algunos muy importante. Por ejemplo, aunque no existía un mandato legal, en Arizona, California, Nuevo México o Texas no era extraño que los distritos escolares decidieran separar a los alumnos de origen latino.
El resultado son las Mexican Schools que se extendieron por el estado de Texas, centros en los que se exigía a los alumnos que hablasen en inglés para corregir sus "deficiencias lingüísticas" y en el que imperaba máxima clara: lograr que fueran lo más "estadounidenses posible". En 1940 se calcula que había escuelas de ese tipo abiertas en más de 120 ciudades, todas pensadas para alumnos de origen latino y que se mantuvieron abiertas en muchos casos hasta 1965. La integración no fue sencilla. En 1954, en un caso que implicaba al Consejo de Educación de Topeka (Kansas), la Corte Suprema de EEUU dictaminó que las leyes estatales en las que se apoyaba la segregación racial en las aulas públicas eran inconstitucionales.
La historia de la escuela Blackwell. La historia de Blackwell no se puede entender sin ese telón de fondo. En 1885 se abrió la primera escuela de Marfa, años después, en 1892, se construyó otra primaria pensada exclusivamente para niños anglosajones y en 1909 el Consejo Escolar dio su visto bueno a la creación de un colegio ideado, en este caso, para latinos. El resultado fue la Escuela Mexicana, rebautizada en 1940 como Blackwell en homenaje a un antiguo director. A medida que la población crecía, se levantaron más edificios junto al bloque original, que terminó convirtiéndose en una pieza clave del barrio latino de Marfa.
"A diferencia de los afroamericanos, los latinos de Texas no estaban sujetos a segregación por las leyes estatales. En su lugar, los distritos escolares de Texas establecieron regularmente escuelas para los mexicano-estadounidenses mediante una segregación de facto. Blackwell es un recuerdo tangible de una época en la que la práctica de 'separados pero iguales' dominaba la educación y sistemas sociales. A pesar de ser considerados 'blancos' por la ley, los mexicano-estadounidenses no podían mezclarse con los anglosajones en barberías, restaurantes, funerarias, teatros, iglesias y escuela", recuerdan los investigadores del SDCELAR.
Cambio de siglo… y significado. La historia del centro Blackwell dio un giro en 1965, cuando se integraron las escuelas de Marfa. Con el tiempo sus viejos edificios acabaron sin uso. Algunos incluso terminaron reducidos a cascotes. Lo que se salvó se quedó sin uso, vacío, envejeciéndose bajo el sol del desierto de Texas, hasta que la Blackwell School Aliance, creada en 2006, decidió rescatarlo. Eso sí, para darle un valor distinto. Su objetivo era recuperar la historia de la escuela como parte de la crónica de Marfa, Texas y la historia de la población mexicano-estadounidense del XX. "No podemos entender la dinámica racial y étnica de EEUU sin conocer lo que sucedió antes, cómo se trató a la gente", relata a la BBC Gretel Enk.
Desenterrando el diccionario. El empeño no les fue mal. En 2021 la Cámara de Representantes de EEUU reconoció el valor de la vieja Escuela Blackwell y ya en otoño de 2022 se designó un espacio con un valor histórico nacional. Ahora acoge un museo y centro comunitario repleto de fotos y objetos que muestran cómo era la escuela original y hablan de la vida en sus aulas hace más de 60 años.
En 2007 los exalumnos de Blackwell protagonizaron una ceremonia casi tan simbólica como aquella otra en la que se habían visto obligados a participar una mañana de 1954: una de ellas, Maggie Márquez, extrajo del patio de la escuela una caja de madera que habían enterrado poco antes. En su interior: un diccionario de español. "¡Yo tengo el español!", clamó ante sus excompañeros, los mismos que 53 años antes se habían despedido, en circunstancias bien distintas, de Mr. Spanish.
Imagen | Dan Keck (Flickr) (La imagen de portada no se corresponde con la del Blackwell School, el centro de Texas que portagoniza el artículo)
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