A mitad del primer capítulo de la primera temporada de True Detective, Martin Hart cuestiona a Rust Cohle sobre su visión panorámica de la vida, el universo y todo lo demás. Cohle, en su habitual pronunciación cerrada y sombría, responde con franqueza: "Soy un pesimista". Acto seguido, comienza a divagar sobre la inconveniencia de la existencia humana, el trágico error de la conciencia propia y la necesidad última de caminar, todos juntos y de la mano, hermanos y hermanas, hacia la extinción.
Rust Cohle es un antinatalista.
¿Qué es un antinatalista? Es probable que algún lector que no esté familiarizado con el término escuche ecos de las teorías malthusianas y de las políticas estatales para controlar el crecimiento de la población, como la que exitosamente ha aplicado China durante las últimas tres décadas. Hay cierta relación entre las teorías antinatalistas y aquellas que reivindican, como el neomalthusianismo, un freno real al crecimiento demográfico de la humanidad. Pero no son lo mismo ni se sostienen sobre el mismo esquema argumental: mientras la una rota en torno a la supervivencia, la otra opta por el fin de nuestros días.
De forma resumida, el antinatalismo es una teoría filosófica de cierto recorrido histórico que aboga por el fin de la reproducción. El objetivo no es otro que acabar con el ser humano como ser viviente. ¿Por qué? En la respuesta a tan elemental pregunta se halla un complejo modelo de pensamiento, anclado en diversas corrientes y teorías filosóficas, que puede resumirse de un modo un tanto ingenuo pero exacto: vivir es sufrir, y por tanto la vida no merece ser vivida. Dado que a estas alturas, y como es lógico, muchos lectores pueden encontrarse confusos y fascinados por semejante propuesta, hablemos de ella.
No nacer es mejor que vivir sufriendo
En aras de simplificar el universo y el modelo de pensamiento antinatalista, hemos seguido los razonamientos ampliamente conocidos y difundidos de, quizá, el pensador antinatalista más importante de nuestra generación, David Benatar. Hace poco concedió una entrevista a The Critique en la que exponía de forma somera las líneas básicas de sus ideas, condensadas de forma más amplia en su libro de 2006 Better Never to Have Been: The Harm of Coming Into Existence (traducido libremente: Mejor no haber nacido: el sufrimiento de la existencia). Benatar es profesor en la Universidad de Ciudad del Cabo.
Al igual que el taciturno de Cohle, un personaje reflexivo y profundo que jamás sonríe y admite seguir vivo tan sólo por pura programación biológica, Benatar es un pesimista convencido. Su visión del mundo está ligada de forma estrecha e inseparable a la idea de sufrimiento: el mundo puede tener aspectos positivos para nuestra existencia, pero estos nunca compensan la cantidad de penurias y sufrimientos a los que todos, sin excepción, nos vemos sometidos a lo largo de nuestro ciclo vital.
Los orígenes del pensamiento antinatalista pueden remontarse a las teorías dibujadas por Arthur Schopenhauer y Philipp Mainländer, dos filósofos alemanes del siglo XIX que, al igual que la mayoría de filósofos alemanes del siglo XIX, destacaban por ser la alegría de la huerta. Ha sido Schopenhauer el pensador más citado por los antinatalistas posteriores, gracias a la inmensa proyección que sus teorías filosóficas han tenido a lo largo de la historia. El bueno de Arthur nos legó algunas citas de lo más jugosas al respecto en Estudios sobre el pesimismo, donde condensó su opinión sobre la procreación:
Si los niños fueran traídos al mundo por un acto sólo de pura razón, ¿seguiría la raza humana existiendo? ¿No preferiría un hombre tener la suficiente simpatía con las generaciones futuras como para librarle de la carga de la existencia, o hasta cierto punto no tomar él la decisión de imponer tal carga sobre ellas a sangre fría?
Como vemos, Schopenhauer era todo optimismo y luminosidad.
La cita, sin embargo, es útil para entender de una pincelada el antinatalismo: la reproducción es un acto moralmente reprobable, incluso repulsivo. Tener hijos está mal. Como apunta Benatar, el antinatalismo considera que traer a seres "sensibles" al mundo no es un derecho que el resto de los sí vivos tengamos. No sólo afecta a los seres humanos, sino también a los animales. Y no sólo se ampara en el daño y el dolor que el futuro ser viviente tendrá que afrontar en su existencia, sino en aquel que infligirá al resto de personas o animales que le rodearán durante toda su vida.
Dadas las circunstancias del mundo, siempre negativas y penosas, nuestro imperativo moral es no evitar nuestros males a cuantos más futuros posibles seres nos sea posible. Solidaridad. En sus propias palabras:
Cuando consideramos el mal que soportará cualquier niño que sea traído a la existencia, parece egoísta procrear antes que no hacerlo. Uno tiene la oportunidad de librar a un posible ser de los terribles riesgos y dolores que aquellos que existen afrontan. Sin embargo, si uno procede a procrear, está poniendo los intereses de uno mismo primero. Se requiere de más madurez para observar la perspectiva general para desistir de procrear.
Esa responsabilidad moral se articula en términos que, en ocasiones, suenan demasiado reduccionistas. Para Benatar, el placer es algo bueno. Pero el dolor y el sufrimiento es algo malo. Llegados a este punto, es difícil no estar de acuerdo con él. Según él, la ausencia de dolor y sufrimiento es buena. Pero, sin embargo, la ausencia de placer no es algo intrínsecamente malo. ¿Conclusión? El hecho de ahorrar el posible placer que un humano pueda experimentar en su vida no compensa en absoluto, en tanto que no perjudica a nadie, los sufrimientos que sí va a padecer, y que sí son perjudiciales.
Según Jimmy Alfonso Licon, lo ideal sería preguntar al potencial ser humano si desearía existir. Dado lo absurdo de tal propuesta y de su obvia imposible realización, lo moralmente correcto es no reproducirse.
La pregunta obvia: ¿por qué no te suicidas?
Como es lógico, el antinatalismo tiene posturas muy bien definidas en torno a debates polémicos sobre la naturaleza humana, como el aborto o la eutanasia. Apoyan ambas prácticas con entusiasmo. Benatar, por ejemplo, considera que siempre se deberían utilizar métodos anticonceptivos a la hora de tener sexo (lo reconoce como una necesidad vital y no lo considera mal moralmente). En caso de que fallen, opina que es moralmente adecuado abortar siempre, al no ser el feto un ser vivo como tal.
El suicidio, pese a lo que pueda parecer, no es adecuado: los ya vivos tienen interés en seguir viviendo, pese a que los no vivos no tengan interés en llegar a vivir
Aquí, claro, se plantea de forma obligada una cuestión a la que habrán llegado muchos lectores: ¿por qué no se suicidan, entonces, todos los antinatalistas? Al fin y al cabo el mundo es un sinfín de penurias y sufrimientos que jamás se ven compensadas por los pequeños destellos de placer y felicidad. Para Benatar, esa asunción es es equivocada: dado que, como hemos visto, aquellos que aún no existen no tienen nada que perder, es mejor que no existan. Pero los que ya estamos en este mundo sí tenemos interés en seguir existiendo, porque sí tenemos cosas que perder. Tricky logic.
En este caso, el antinatalismo sí reconocería que, mientras estamos vivos, la vida es soportable, que no disfrutable. Sólo llegados a tal punto de exasperación sería adecuado arrebatarnos la vida, en la previsión de que lo restante de ella sería un torbellino de dolor y depresión. Pero hasta entonces, y pese a las muchas desventajas de estar vivo, tenemos ciertos aspectos vitales que nos empujan a seguir viviendo: una familia, un círculo de amigos, y pequeños placeres ocasionales que permiten seguir viviendo.
Todo esto guarda poca relación con las teorías exclusivamente estructuralistas del malthusianismo y del neomalthusianismo. Thomas Robert Malthus fue un investigador y académico inglés del siglo XVIII para quien la humanidad había alcanzado un punto inasumible en su crecimiento demográfico: simplemente éramos demasiados. Por ello, sólo elementos como las guerras o las catástrofes naturales asegurarían que los recursos alimenticios, limitados, alcanzaran para alimentar a toda la población, para sobrevivir. Los neomalthusianos, por ello, defienden políticas de control de natalidad.
El neomalthusianismo propone reducir el ritmo al que nos procreamos para asegurar nuestra supervivencia, no nuestra extinción
Es la antítesis del antinatalismo.
Antes que dentro de la teoría social y económica, los antinatalistas se enmarcan dentro de la filosofía, y como tal han de ser interpretados. El propio Benatar no pretende hacer proselitismo de sus ideas, que operan dentro de lo abstracto antes que dentro del campo de lo posible. Sigue así la estela de otros filósofos y pensadores de la recta final del siglo XIX y de principios del siglo XX cuya visión sobre el mundo y el estado de las cosas, y por tanto de la existencia humana, era negativa y pesimista.
Muchos son retratados de forma magistral en Existential Comics. Aquí tenemos a Kierkegaard advirtiendo a la muchachada sobre los riesgos de vivir felices, ajenos a la angustia vital inherente a la existencia.
Por supuesto, hay argumentos de sobra para no abrazar las teorías antinatalistas. Por ejemplo, Benatar insiste en decir que hay abrumadoras pruebas que defienden que el mundo va a peor y camina hacia metas más oscuras. Como hemos visto en alguna ocasión, esto no es estrictamente cierto. Al margen de las filias y fobias de cada uno, es evidente que el mundo es hoy un mejor lugar para vivir de lo que lo era en el siglo XIX: cada vez menos gente muere de hambre, de enfermedades incurables o de conflictos armados, aunque esto también sea discutible. Pero el gran cuadro, poco a poco, mejora.
Teniendo todo esto en consideración, ¿qué grado de apoyo tiene el antinatalismo en el mundo real? Como cabe esperar, poco, dado que la mayor parte de la gente prefiere seguir viviendo a no hacerlo. Sin embargo, sus ideas se han colado de nuevo en los grandes medios, propulsadas por personajes como Rust Cohle y series de televisión como True Detective. A nivel formal, existe una organización, Voluntary Human Extinction Movement, que defiende el antinatalismo en aras de asegurar la supervivencia de la tierra. Si crees que nadie merece sufrir en este mundo absurdo, ya no estás tan solo.