Hemos sido muy claros al régimen de Al-Asad. Para nosotros, una línea roja sería cuando empezaramos a ver un montón de armas químicas siendo movilizadas o siendo utilizadas. Eso cambiaría mis cálculos. Eso cambiaría mi ecuación.
Cuando a finales de agosto de 2013 Bashar Al-Asad acabó con la vida de alrededor de mil personas en Ghouta, un distrito de Damasco controlado por las fuerzas rebeldes y aterrorizado por las fuerzas del régimen con gas sarín, Barack Obama tuvo que enfrentarse al fin a las palabras que había pronunciado un año antes.
El gobierno sirio había cruzado la línea roja, por lo que desde la administración del entonces presidente y desde los aparatos de inteligencia estadounidenses, amén de sus aliados en Europa y Oriente Medio, se esperaba una respuesta en forma de intervención militar. La había dejado entrever Obama y la había reafirmado John Kerry, su secretario de Exteriores, con un asertivo discurso pocos días después. Estados Unidos iba a atacar.
Y sin embargo, no lo hizo.
La semana en la que Obama puso a Estados Unidos al borde del conflicto armado en Siria y que volteó la opinión del presidente en el plazo de cuarenta y ocho horas está narrada de forma magistral en el artículo que The Atlantic dedicó a "La Doctrina Obama" durante sus últimos días en la Casa Blanca. Un largo, documentado y fenomenalmente escrito reportaje sobre el pensamiento en política exterior del ya ex-presidente de Estados Unidos.
MORNING BRIEF: Syrian base hit in US airstrike 'almost completely destroyed,' Russia reacts https://t.co/vByIWrvHOp
— Fox News (@FoxNews) 7 de abril de 2017
En él, se explica con pelos y señales el día en que la primera potencia del mundo decidió no hacer lo que exactamente hoy sí ha hecho: tomar medidas ante el ataque con armas químicas, prohibidas explícitamente en los tratados y acuerdos internacionales sancionados por casi todos los países del mundo, que el régimen de Bashar Al-Asad ha dirigido contra población civil. Una acción que ha acabado con al vida de un centenar de personas, entre ellos numerosos niños, y que ha empujado a Donald Trump a atacar al régimen sirio.
Lo que va de un presidente a otro
¿Por qué Obama decidió no atacar en 2013 y Trump ha optado por lo contrario tres años y medio después?
Un día después de la repentina decisión de la Administración Trump, es difícil decirlo. Trump había llegado a la Casa Blanca sobre un discurso no intervencionista, centrado en política interior, y al mismo tiempo ansioso por reafirmar el poder de Estados Unidos en el resto del mundo. También rodeado de apoyos y aliados poco interesados en un ataque a Al-Asad: desde Vladimir Putin hasta su propio jefe de gabinete, Steve Bannon, pasando por sus habituales apoyos en el espectro político estadounidense.
El propio Trump había criticado los coqueteos de Obama con una posible intervención en 2013.
We should stop talking, stay out of Syria and other countries that hate us, rebuild our own country and make it strong and great again-USA!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 13 de septiembre de 2013
AGAIN, TO OUR VERY FOOLISH LEADER, DO NOT ATTACK SYRIA - IF YOU DO MANY VERY BAD THINGS WILL HAPPEN & FROM THAT FIGHT THE U.S. GETS NOTHING!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 5 de septiembre de 2013
En la decisión de Trump quizá haya pesado (de forma opuesta) todo lo que refrenó a Obama cuatro años atrás. Primero, su natural política anti-intervencionista a gran escala en Oriente Medio, azuzada por otros miembros de su gabinete que observaban con espanto las decisiones de George W. Bush durante su mandato previo. Segundo, la incertidumbre del ataque: no habría destruido el arsenal químico de Al-Asad y habría legitimado su resistencia frente a un gobierno extranjero intervencionista en una guerra civil.
Y tercero, la ausencia de apoyo: ni el Congreso ni el parlamento británico habían dado su sanción al ataque, como tampoco la ONU, y Obama creía verse empujado al abismo de un conflicto caótico y sin resolución clara por las asunciones de "credibilidad" que empujaban el pensamiento de los aliados de EEUU y de los halcones del Pentágono y de su gabinete. Para Obama, bombardear a Al-Asad iniciaba numerosos problemas y resolvía muy pocos, por lo que la línea roja jamás lo fue tal, y el ataque se anuló... hasta hoy.
Al poco, Obama optó por una segunda vía: reunirse con Vladimir Putin e insinuar que la intervención de Estados Unidos no sería necesaria siempre y cuando Al-Asad se librara de su arsenal químico. A priori, Rusia, aliada natural del régimen sirio (intervendría varios años después en el conflicto) accedió a colaborar, y se aprobó un programa de desarme químico que, en teoría, privaba a Al-Asad de cometer nuevas atrocidades. El tiempo demostró lo contrario: Al-Asad pudo conservar parte de sus armas y las siguió utilizando.
Cuando la credibilidad sí importa
Por entonces, la decisión de dibujar una línea roja y, una vez cruzada, no hacer nada granjeó numerosas críticas a Obama, entre ellas las de Hillary Clinton, más proclive a intervenir. También la de otros aliados como Arabia Saudí que observaban con buenos ojos la posibilidad de golpear a un aliado de Irán, su enemigo natural en la región. Pero ante todo, provocó que Estados Unidos comprometiera su preponderancia como potencia en Oriente Medio, un papel rellenado desde entonces por otras potencias.
¿Ha decidido Trump revertir las decisiones de Obama en favor de una política intervencionista que vuelva a demostrar la fuerza de Estados Unidos, que restaure su "credibilidad"? Puede ser: lo único certero es que ante dos hechos similares, ambos presidentes han reaccionado de forma opuesta, y en cierto sentido contraintuitiva en relación a sus apoyos y sus declaraciones previas. Se suponía que Obama iba a intervenir y no lo hizo; se suponía que Trump no iba a intervenir y lo ha hecho.
¿Cuál es el siguiente paso? Por el momento se sabe poco sobre las intenciones del gobierno estadounidense: el objetivo de los bombardeos han sido los puntos desde los que se dirigió el ataque con armas químicas de esta semana. Quizá cesen, a modo de toque de atención, o quizá se prolonguen si Trump está decidido a combatir a Al-Asad.
Varias horas después, ha provocado que el gobierno ruso muestre su malestar ante la decisión, días antes de que Rex Tillerson se reúna oficialmente con Putin. Y ha resuelto una de las contradicciones de Donald Trump desde que iniciara su carrera presidencial: entre la imagen de un presidente centrado en los problemas internos de Estados Unidos y la de un presidente obsesionado por recuperar el peso y la reputación del país en el mundo, ha ganado la segunda. Y así, Estados Unidos rehace el camino que tomó cuatro años atrás.
Imagen | Evan Vucci/AP Photo