Una versión anterior de este artículo fue publicada en abril de 2017.
Ámsterdam, ciudad de bicicletas, Ámsterdam, la capital mundial de la bicicleta, Ámsterdam, el lugar donde hasta tu perro podría ir en bici a su puesto de trabajo, Ámsterdam, el ejemplo de sostenibilidad y movilidad para el futuro.
Hablar de bicicletas y Ámsterdam se ha convertido en un cliché: hay tantas y están por todas partes que la mera imagen de la ciudad ha quedado asociada de forma permanente a su figura. Y eso está muy bien: las bicicletas son muy útiles para la movilidad urbana, reducen las congestiones y son amigas del medio ambiente. De ahí que muchas ciudades del mundo estén siguiendo su ejemplo. Una arcadia feliz a las dos ruedas.
¿O quizá no tanto?
Siempre hay lados oscuros en las utopías socio-económicas del norte de Europa, cuyo progreso ejemplar parece haberse obtenido pedaleando sobre una bicicleta. Y el de Ámsterdam es sencillo: si bien casi todos los residentes de la ciudad tienen bicicletas, los robos y el vandalismo son un problema endémico en la ciudad. Según algunas estimaciones de las autoridades, entre 50.000 y 80.000 vehículos son robados al año en la ciudad, más de la mitad de ellos en la puerta de sus casas. Un vivero de ladrones.
Y uno podría pensar, ¿para qué necesita nadie robar una bicicleta en Ámsterdam si son tan baratas e ubicuas? Dadas las exploraciones anuales de Waternet, la empresa dedicada al mantenimiento de los diversos canales de la ciudad, la respuesta se encuentra en el agua: muchas de ellas terminan en el fondo de los canales, vegetando hasta que las gigantescas grúas-barco que patrullan la ciudad se dignan a recogerlas de forma diaria.
Dame una bicicleta y te la lanzaré al canal
Yup: no hay nada más característico de Ámsterdam que una bicicleta, pero si tuviéramos que encontrar un competidor, los canales le seguirían de cerca. El país que le ganó la batalla al mar está encantado con sus canales, y Ámstedam, su capital, cuenta cientos de ellos. En concreto 165, que suman alrededor de 100 kilómetros de pequeñas aguas estancas y navegables y que también hacen las delicias del turista... y del ladrón.
Según las estimaciones de Waternet, se recogen alrededor de 15.000 bicicletas de los canales de Ámsterdam al año. Dado que la mayor parte de sus dueños no tienen especial interés en arrojarlas al fondo del agua, los operarios encargados de recuperarlas creen que el fenómeno se debe a sustracciones y nobles actos de vandalismo (no es un problema menor: la gente en Países Bajos cuando va ebria tiende a caerse a los canales).
De ahí que sea habitual toparse con estos simpáticos trabajadores en muchas ciudades holandesas. Sus barcazas, con grúa a la cabeza, surcan las aguas de los canales en busca de premios que llevarse a la boca. El resultado final, tras escarbar en el fondo de las superficiales aguas, son montones de chatarra saliendo del agua cual Decepticon, monstruos deformes amontonados entre sí y oxidados por culpa de los elementos.
Como se explica en este reportaje, los canales habían servido históricamente a modo de vertedero municipal. Mucho antes de los sistemas de saneamiento públicos, los habitantes de Ámsterdam lanzaban al fondo cualquier tipo de cosa que les estorbara, incluyendo basura o, llegado su reinado, bicicletas. De ahí que hoy Waternet tenga que ir limpiando de forma frecuente el fondo: en los '60 las bicicletas llegaron a ser tal problema que impedían la correcta navegabilidad de los barcos, amén de la dudosa salubridad del fenómeno.
Desde entonces la pesca de bicicletas es otro elemento afín al paisaje de Ámsterdam (y que se puede replicar en otras ciudades), y las teorías sobre el robo-lanzamiento de bicicletas al canal son variadas: desde personas que se cansan de su bicicleta (en mal estado, puede costar más repararla que comprar una nueva) hasta ladrones que, una vez consumado su trayecto, deciden deshacerse del ítem sustraído del mejor modo posible.
¿La magnitud del fenómeno? 15.000, como ya hemos dicho. Parece un gran número (al año, nada menos), pero conviene ponerlo en perspectiva: se calcula que hay unas 840.000 bicicletas en Ámsterdam, prácticamente una por habitante (850.000). Alrededor del 1,7% del total terminan siendo pasto de los peces.
Más grave es la cuestión del robo. Se calcula que unas 311 bicicletas son robadas al día en todo Países Bajos, con ciudades como Groningen contabilizando unos 17 robos de bicicletas por cada 1.000 habitantes. Sólo en 2014 la policía neerlandesa sumó más de 110.000 denuncias por robo de bicicleta. Es un problema posiblemente soterrado: gran parte de los robos no se denuncian porque la policía no puede investigarlos todos. Especialmente si la prueba del crimen termina, como ya hemos visto, en el fondo de los canales.